Trascendiendo. Fernando Gil Sanguineti
y, desde el fondo de tu corazón, me diste todo tu apoyo y de manera indirecta me hiciste saber que el arte era lo mío y que si quería me inclinara por ese lado y, tal cual, aquí, tan grande gracias a ti, sigo creciendo y descubriendo y queriendo y amando. Me diste valor para seguir con coraje el sueño de ser cantante en un país como el nuestro, que está colmado de riquezas y oportunidades, pero también lleno de heridas y obstáculos que dejan lecciones. ¿Sabes, pa? Cuando vi esa mirada frente a mí tuve la certeza de que encontraría esos mismos ojos a través del escenario cada vez que lo necesitara, y no me he equivocado. Esa mirada es una de las cosas que me animan a seguir esforzándome cuando siento que mi determinación flaquea y ya no puedo más. Aun sin saberlo estás en mi día a día sosteniéndome en mi camino para convertirme en el hombre que he decidido ser.
Para que yo pudiera llegar adonde me encuentro ahora me has ofrecido consuelo con una frase precisa cada vez que hemos hablado, me has abrazado cuando me ha dominado el miedo, y te has desvelado trabajando sin descanso para cubrir cualquier necesidad que yo pudiera tener, e incluso has convertido tu esfuerzo en una oportunidad para que yo también pueda hacer realidad mis sueños. ¿Te acuerdas qué rico fue nuestro viaje a Argentina? Te hiciste un tiempo entre tus obligaciones para que yo pudiera pasar unos días de relajo contigo, en el teatro, en las facturizas y en la canecita, y ni bien llegamos a Buenos Aires yo te empecé a jalar hacia todos lados mientras tú te dejabas guiar.
Ni siquiera sé si en verdad lo disfrutaste. Lo más probable es que me acompañaste a las obras porque sabías que a mí me encantaban, y tu ilusión era verme inspirado para que en un futuro yo también pudiera triunfar. Si me pongo pastrulo, tú eres una suerte de alquimista para mí. Eres capaz de ayudar a quienes tienes cerca para que se vuelvan mejores personas, trabajando en sus debilidades y celebrando sus fortalezas. Puedes transformar a un simple guarro naco piltrafa pulpín en algo tan preciado como un diamante, y lo haces con dedicación porque es innata en ti esa capacidad de orientar a quienes te rodean e inspirarlos a querer ser mejores, a perfeccionarse en cada aspecto que quieran cambiar de sí mismos. Lo sé porque hiciste lo mismo conmigo y por ello te estoy infinitamente agradecido.
Quiero confesar que madurar teniéndote junto a mí es más sencillo y el doble de gratificante porque veo cómo te hace feliz, papá. Y eso es algo que me encanta de ti. Tú disfrutas ver a los demás sintiéndose felices, plenos, y ese entusiasmo que demuestras por el bienestar del resto es contagioso. Me enorgullece saber que esa energía transformadora proviene del mismo hombre que, estando yo chico, soportaba mis caprichos a la salida del colegio. Doy fe de que has cultivado tus talentos con una virtud digna de admirarse. Porque sé que hay quienes conversan con ángeles y fantasmas en busca de consuelo cuando están mal, pero yo tengo la suerte de tener un ángel guardián en mi vida y ese siempre has sido tú, papá. ¡Te amo, papucho!, love you so much, Juancho! ¡T’estim molt molt molt! ❤!
Gabus!
17.10.2019
***
Paps, si tuviera que resumir lo que significas en mi vida, pensaría en todas las facetas por las que yo he pasado porque en cada una de ellas tú estuviste conmigo. Tengo que reconocerlo: el camino que me tocó recorrer para mi crecimiento ha sido diverso -países, deportes, empleos-, pero cada ruta me dejó un aprendizaje, y soy consciente de que en gran parte es gracias a ti. Pasé de ser un niño al que le encantaba llamar la atención -como bien dices en el libro- a ser un deportista apasionado, capaz de darlo todo con tal de obtener lo que más desea. Tú me colocaste el bichito de vivir en excelencia, de dar lo mejor de mí en todo momento, o quizá eso lo aprendí al verlo en ti. Créeme que la enseñanza caló. Tal vez todo empezó con nuestros partidos de squash en Caldetes, yo tenía solo ocho años de edad y tú ya estarías casi en los cuarenta, pero igual nos la pasábamos horas de horas dándole a la pelota, yo buscando la victoria con vehemencia. Fuimos también compañeros de pesca. Salíamos en la barca de madrugada cuando aún era de noche y regresábamos apresurados para que yo fuese a tiempo al colegio. A veces en plena clase me distraía oliéndome en los dedos ese aroma de sonsus y la pesca del día pero, sobre todo, recordando los momentos hermosos de papá e hijo, algo que disfrutaba muchísimo. Como te gustaba el baloncesto de joven, yo quise seguir tus pasos y también empecé a practicarlo, hasta que me hice campeón nacional de clavadas y llegué a jugar en la Selección Nacional y viajar por el mundo, igual que tú, que en cierto momento representaste al Perú en la categoría de salto alto. La vida contigo es un crecimiento constante, una carrera de nunca acabar pero, ¿sabes, paps?, lo que más me gusta es que lo haces con humildad, te encanta aprender y te apasiona tu trabajo y esforzarte mucho por lo que quieres. Esa es una actitud ejemplar y me alegra haber crecido observándote como mi modelo a seguir.
Más que una relación de padre a hijo, con los años hemos forjado una relación de amigos, hermanos, colegas y confidentes. Así como yo lo aprendí todo de ti desde pequeñito, con el tiempo y la experiencia me has permitido enseñarte y demostrarte mi capacidad para unirnos más. Recuerdo cuando te invité a uno de mis primeros talleres de respiración holotrópica, por esa época yo casi no sabía nada y te ofrecí que me acompañaras y tú, encantado, aceptaste conocer ese nuevo mundo donde encontraría una nueva pasión. Primero respiré yo, me cuidaste como siempre y me dejé llevar por el ejercicio mientras por dentro sanaba. Después te tocó a ti y te pusiste a trabajar los ejercicios tal como había hecho yo. En ese instante me sorprendió ver cómo, a pesar de ser mi papá, de llevarme casi treinta años de diferencia y ser mi modelo de vida, conservabas esa vulnerabilidad que nos hace grandes y que nos motiva a esforzarnos. No importaba que fueras un mega coach reconocido a nivel internacional, aprovechaste ese espacio conmigo y seguiste combatiendo tus miedos y dolores, continuaste con esa transformación continua que te empuja a ser alguien mejor y que es capaz de inspirar a los demás. En esa clase me volviste a dar una lección. Me hiciste pensar que si tú, que ayudas a tantas personas y llevas tanto tiempo en el coaching, aún tienes situaciones para trabajar y sanar, los demás no podemos detenernos jamás. Nuestra evolución como individuos no está garantizada, y es algo por lo que debemos luchar todos los días como lo haces desde que puedo recordar.
Te agradezco, papá, por seguir haciéndome reflexionar y aprender cuando aparece mi ego y pienso que ya lo sé todo. Gracias por enseñarme a procesar emociones y dolores que necesitaba sanar, por ayudarme a tomar conciencia cuando estoy equivocado, y por celebrar mis triunfos cada vez que merezco ganar. Gracias por ser mi maestro de forma permanente. Muchos darían lo que fuera por solo uno de los momentos de conexión que hemos compartido y que nos han llenado de una energía especial. Compartimos con nuestra familia esa pasión ardiente que nos impulsa a mejorar a través del coaching, y nuestros almuerzos juntos se convierten en conversaciones que desearía fueran eternas: son como esas charlas entre amigos que podrían alargarse por años y que nunca llegan a cansar, charlas que, por el contrario, te dejan esperando a la siguiente ocasión para sentarte con unas cervezas o copas de vinos y hablar, si fuera posible, hasta que se asome el sol del amanecer del día siguiente. Por eso es que contento te llevo a mis reuniones con amigos y nos la pasamos genial. Por eso es que pudimos ir juntos al Lollapalooza y disfrutado hasta bailar y poguear. Es esa relación tan saludable que tenemos la que me permite verte no solo como mi papá, sino también como mi sensei, mi pata, mi hermano y la persona que yo quiero ser cuando sea grande. ¡Te amo, papá!
Creo que alguien, en algún momento de las generaciones familiares, hace un clic y da vuelta a las cosas para que su familia pueda despegar. Para mí, ese alguien fuiste tú y es algo que tengo presente porque me enorgullece inmensamente. Pudiste haberte quedado en Tacna y allá hacer tu vida, ser gerente de una agencia de banco y mantenerte en tu zona de confort, pero preferiste buscar algo más. De Tacna y de no tener dinero para comprar un simple abrigo o un par de zapatillas para hacer atletismo, pasaste a vivir en Lima, Estados Unidos y España, y conociste el mundo sin miedo a nada. Luego organizaste la escuela de negocios y posgrado de una de las universidades más importantes del Perú y fundaste Jamming, una empresa que ha ayudado a tantas personas en el mundo y lo sigue haciendo, nadie lo puede negar. Si alguien hizo algo distinto, fuiste tú, paps. Si alguien corrió más rápido que el resto, si alguien tuvo esa pasión por aprender y evolucionar como persona, fuiste tú, papá. Te debo todo lo que soy y me gustaría ser siquiera la mitad de brillante y ejemplo que eres tú. Te admiro cada día y confieso que para mí eres el mejor