KOS, grabado en las piedras. Francisco Arnau
acostumbraba a llevar su cámara Mikono porque como decía, nunca sabes cuándo va a aparecer ese momento mágico en tu vida.
Habían sido muchos años a la sombra de aquella leyenda. Nunca llegó a conocerlo, pero nadie hablaba mal de aquel magnífico aviador que con su viejo Spitfire1 derribó a más de cuarenta aviones alemanes cuando la batalla de Inglaterra libraba sus peores momentos para las fuerzas aliadas en la guerra mundial. Leyenda de la batalla, pero de escaso valor como alforja para ser papá. Rigel creció con la leyenda como espejo, pero con la carencia de un padre que le atendiera. Mañana podía, si todo iba bien, conocer algo más de él, aunque hiciera ya veintitrés años que murió.
De aquella infancia olvidada solo recordaba en alguno de sus recurrentes sueños la lejana figura de su madre, tristemente desaparecida cuando contaba tan solo con tres años. Rigel la vislumbraba como una figura angelical entre las piedras de un viejo puente derruido, que siempre lo llevaba al centro de sus más persistentes pesadillas.
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Valencia, España, 17 de febrero de 2022
Venus era la perfecta mezcla entre Lisbeth Salander2 y Scarlett Johansson. De la primera tenía todo el carácter independiente y aventurero, y de la segunda la extrema belleza que respiraba por todos los poros de su piel. Su eterno carácter inconformista le había llevado a seguir estudiando tras conseguir su licenciatura en Periodismo y ejercer de reportera total en aquel noticiero. Ahora compaginaba sus estudios de diseño gráfico con esas ruedas de prensa que odiaba, en las que día sí y día también recibía las siempre pecaminosas insinuaciones del politicastro de turno. Pero ella sabía zafarse bien de tanto estúpido y se refugiaba en el estudio y tratamiento de la imagen, llegando a convertirse en una auténtica experta en la materia pese a su juventud.
Esa noche llegó a casa a eso de las diez de la noche, más pronto de lo habitual, abrió la nevera y sacó las sobras de la cena del día anterior. Comenzó su rutinario y aburrido recorrido televisivo mientras organizaba el innumerable montón de papeles que había subido del buzón de correos que parecía tener olvidado. Recibos de aquí y de allá, publicidad, nóminas del periódico, y la desesperante cantidad de panfletos inútiles que siempre tiraba directamente a la papelera sin apenas siquiera abrir algún sobre. Pero de entre toda esa maraña de papeles le llamó la atención uno anónimo. Un sobre de extraño aspecto, sin remite ni dirección. Como única marca de identificación estaba ese aparente código escrito a lápiz: 'KO-12Rtj5-123S'. La curiosidad venció al temor y lo abrió con cierta inquietud.
Tres fotos muy extrañas eran el único contenido que albergaba ese sobre amarillento. Las tres parecían haber sido tratadas con extraños filtros, pues tenían un aspecto nebuloso y una aparente falta de definición intencionada. En la primera de ellas se adivinaba la imagen de una mujer desconsolada, como si estuviera viviendo una escena desesperada y trágica. Pese a la falta de definición, el dolor extremo en su expresión era evidente. En la segunda, igualmente fantasmal, se veía un hombre vestido con indumentaria militar dando un fuerte apretón de manos al propio fotógrafo que estaba realizando la instantánea. La tercera era la más sombría y extraña, aunque era la que mejor definición tenía de las tres pese a su falta de luz. Parecía estar tomada en el interior de un pequeño y oscuro recinto. La imagen mostraba a unos hombres inspeccionando una escena cuyo centro era un antiguo sillón. Sentado sobre él había alguien cuyo rostro borroso era imposible adivinar.
Venus se quedó sorprendida y confusa, segura de que algún error habría hecho llegar a su buzón ese sobre de fotos. Pero una extraña sensación se apoderó de ella. ¿Cómo diablos había llegado precisamente al buzón de una experta en tratamiento de imágenes semejantes fotografías nada habituales?
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Mallorca, España, 10 de enero de 2022
La pistola de Acrux Deneb no se había disparado accidentalmente. Eran tiempos de demostrar que la vida de una vulgar judía no causaba el más mínimo interés ni importancia para un trabajador de Mauthausen. Más cuando el desafío lo lanzaba ese dirigente de las SS venido directamente de la guarida en Baviera del Führer. Pero Acrux no era igual. Aquel episodio le había acompañado cada noche, cada mañana y cada instante de su vida. Podía limpiar aquellas cámaras del horror, pero accionar directamente el gatillo de la muerte le había cortado de cuajo la esperanza de un sueño tranquilo el resto de sus días. Ganó la confianza de aquellos diablos, pero aquella expresión de miedo y desesperación se había grabado a fuego en las celdas más activas de su memoria. Su actitud había cambiado desde que había decidido abandonar aquel infierno. Su continuo arrepentimiento, hizo que se hiciera la firme promesa de hacer lo que estuviera en su mano, para salvar la vida de al menos un preso, e intentar lavar la conciencia que tenía tras tanto brutal asesinato sin compasión. Era su particular penitencia por unos actos que habían segado la vida de tantas almas, y cambiado definitivamente la de otra, la del propio Acrux.
Hacía unos setenta años de los episodios que marcaron su mente, y no esperaba, que, a su avanzada edad, una llamada intrigante pudiera importunar su tranquila vida costera en esa playa española. Ahora, a sus noventa y dos años, conservaba aún un buen tono físico, aparentando una edad al menos diez años menor. Pese a su edad longeva, mantenía su mente clara y lúcida. La enorme cicatriz que le cruzaba la cara desde su ya remoto accidente de avión, cuando aún soñaba ser el nuevo Barón Rojo de la aviación alemana, era lo poco que le quedaba del recuerdo de su turbio pasado. Había conseguido ocultar durante muchos años su pasado cerca del mundo nazi dedicando su existencia a lo único que le permitía poner su mente en blanco. La confección de aquellas maquetas de aeromodelismo, en las que se había convertido en un auténtico experto, era ahora su única y principal actividad. En su pequeña y rústica tienda tenía maquetas de más de quinientos aviones realizados por él mismo de forma artesanal.
Pero esa llamada iba a cambiar lo poco que le quedaba del resto de su vida...
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Valencia, España, 10 de enero de 2022
Etamin Mintaka había sabido trepar muy bien. Sin saber hacer prácticamente nada como experto, se había convertido en el presidente más joven del laboratorio más potente del mercado. La fortuna personal de Etamin Mintaka había crecido como la espuma y ya estaba en la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del planeta. Minius Labs había revolucionado el sector farmacéutico gracias a sus avances en asuntos neurológicos y a la infinidad de accesorios desarrollados para el estudio del cerebro. Minius Labs había hecho olvidar prácticamente los viejos electrodos. La aplicación combinada de tecnologías híbridas de superconductores y sensores piezoeléctricos le había permitido en pocos años posicionarse como una de las empresas líderes del sector sanitario mundial. Etamin había estado siempre en el sitio adecuado. Desde su época de visitador médico, había sabido mover los hilos del dinero a su antojo, comprando los recursos necesarios para lograr sus objetivos. Recursos materiales y por supuesto humanos, mucho más baratos en ocasiones. La representación comercial, primero provincial, luego regional, más tarde nacional, y finalmente mundial, le habían encumbrado a una posición ideal como mano derecha del mismísimo Luyten Minius que, al morir en aquel terrible accidente de su avión privado, le había encumbrado a la dirección de una de las compañías más grandes del mundo.
Los escrúpulos no eran precisamente la cualidad más valorada de Etamin, y nada se interponía en su camino cuando estaba decidido a conseguir algo. Suele ayudar a alcanzar ese objetivo el tener una cantidad prácticamente ilimitada de dólares, y este era el caso de Minius Labs. KOS sería propiedad de Minius Labs, costase lo que costase. Era sin duda el proyecto que definitivamente le daría la supremacía mundial en el sector, y el coste de conseguirlo era barato, no más allá de diez personas. Etamin Mintaka sabía bien que todas las personas tienen un precio y especialmente los asesinos. Recuerdos y sueños debían ser controlados, para no tener ingratas sorpresas en el futuro. Las personas podían ser compradas, pero quizá no las memorias, y eso podía ser una gran amenaza para