KOS, grabado en las piedras. Francisco Arnau
pero pronto abandonó la idea de utilizar los métodos habituales ya que no conseguía mejorar la calidad ni el detalle de esa curiosa fotografía.
Invirtió algo más de cuarenta minutos sin éxito y decidió dejar ese estúpido estudio sobre una imagen que aún no sabía bien a santo de qué había llegado a su portátil. Ya comenzaba a hacerse tarde y aún le tenía que enviar aquella entrevista a su diario. Así que se centró en su cuaderno y en aquellas notas que había tomado esa misma mañana a ese perfecto majadero del que se tenía que haber zafado, al menos hasta en tres ocasiones, de sus molestas insinuaciones. El tal señor Mintaka no parecía estar acostumbrado a ser rechazado. Era evidente que el dinero solía pagar sus deseos más caprichosos. Pero su entrevista debía ser amable. No en vano Minius Labs había subvencionado el dominical dedicado a la ciencia que el diario Hoy editaba con tanto éxito, y que le había hecho posicionarse como líder de los noticieros nacionales de los domingos.
Así pues, debía edulcorar la imagen de ese perfecto capullo y centrarse en la presentación de esa extraña máquina que el laboratorio de moda en Europa estaba anunciando. Esa máquina que permitía estudiar las sinapsis nerviosas del cerebro de una forma muy novedosa. El propio Etamin Mintaka se emocionaba al presentarla. Las conexiones neuronales eran la base de los impulsos nerviosos y el 'Trakysgek U234' permitiría en un futuro inminente enviar directamente órdenes al cerebro y generar impulsos nerviosos que permitirían activar movimientos simples de órganos y articulaciones.
También había comentado por encima que pronto permitiría extraer, en forma de imágenes, recuerdos de la memoria, ¡Incluso imágenes de nuestros sueños! Redactó su entrevista con rapidez, algo de desgana y la envió al diario. Mientras se iba a su cama, ya cansada, echó un último vistazo a esa foto, y pensó un tanto extrañada si quizá esa difusa imagen correspondería a la memoria de alguien.
8
Mallorca, España, 20 de agosto de 2021
Rigel nunca había destacado en la escuela. Era reservado, aunque ingenioso y muy divertido cuando se le conocía. Su especial facilidad para entender el mundo matemático no había aparecido hasta sus veintitrés años, en los que descubrió una capacidad inesperada para asociar el comportamiento del organismo humano a complicadas ecuaciones matemáticas. Su especial sensibilidad científica le había permitido investigar las señales eléctricas del organismo desde un punto de vista original que estaba a punto de revolucionar la moderna neurología.
El estudio de la memoria había centrado los últimos diez años de la vida de Rigel. Su interés era entender la forma en la que nuestro cerebro almacenaba la información de nuestros recuerdos, y parecía haber comenzado a descubrirlo. Parecía increíble la similitud funcional entre esas pastillas informáticas que constituían la memoria de un ordenador, y esa zona del lóbulo temporal de nuestro cerebro. Rigel había dado con la solución a esa ecuación imposible que permitía entender cómo esa información se mantenía en el hipocampo, gracias a su semejanza con el estudio de los resonadores de cuarzo. Lo que más le había llamado la atención, era la capacidad que tiene nuestro cerebro de ocultar la información de nuestros recuerdos cuando se es joven. Parecía como si a medida que envejecemos, fuéramos perdiendo esa capacidad de encriptar y ocultar la información que vive en el fondo de nuestra memoria. Por eso, hasta la fecha, solo se habían conseguido mínimos éxitos de extracción, y en todos los casos, de personas muy mayores.
Aún eran imágenes poco claras, pero eran sin duda la puerta a empresas mayores. KOS era el proyecto de su vida y ahora además gracias a él, se le presentaba la ocasión de conocer a la única persona que podría desvelar algún detalle de esa leyenda con la que había vivido Rigel durante sus cuarenta años de existencia. Esa leyenda que era su padre. Desde su más tierna infancia había estudiado la vida de ese hombre como si de un emperador se tratara.
El enlace con aquel viejo austriaco había aparecido por auténtica casualidad, aunque era una casualidad buscada durante años. Su obsesión desde pequeño había sido encontrar datos de sus padres, y hasta había acudido a ese museo del horror curioseando los escenarios de la leyenda que su padre había forjado. Nunca había llegado a entender las marcas que aparecían junto al preso 12.741 (Douglas B.) en el registro de Mauthausen del 6 de mayo de 1943. Marcas escritas en rojo y que indicaban en mayúsculas: 'ACRUX D.'
Varios años sin encontrar una explicación sobre aquellas siglas, pero sabiendo que ese 6 de mayo había ocurrido alguna circunstancia que quizá le hubiera hecho abandonar aquel campo del horror.
Pero ese verano algo especial había ocurrido. Durante aquel paseo estival por esa isla del paraíso balear entró en una pequeña tienda artesanal de maquetas de aeromodelismo que se ubicaba en aquella frecuentada y pintoresca calle de las Cenizas mallorquina. Tras admirar la exquisita delicadeza con la que el artista cuidaba cada detalle de aquellas miniaturas, cuando se disponía a salir y por una de esas benditas casualidades que a veces brinda el azar, atrajo su atención un pequeño marco, junto a la puerta, en la que se leía claramente: 'el ayuntamiento de.... otorga la licencia municipal a Acrux Deneb...'
El corazón de Rigel dio un vuelco. ¿Acrux era un nombre de persona? ¿Podía tener aquel viejo artesano algo que ver con Sir Douglas Bader? Como mínimo, la afición por el mundo aeronáutico hacía evidente un primer vínculo que quizás fuera la puerta de algo más...
9
Valencia, España, 10 de enero de 2022
Era hora de tomar medidas un poco más drásticas. El niñato ese no iba a cortar las expectativas de Etamin Mintaka. Ese diablo recubierto de pasta sabía que faltaba ese punto para romper definitivamente el liderazgo de Minius Labs en el sector y abrir la puerta a su deseo de grandeza. El control de los sueños y la memoria era la llave de acceso a un tremendo negocio en el que el propio Etamin quería participar de forma más personal. Mintaka Corporation o quizá Mintaka Labs ya estaba pensada. Sería su apuesta dentro del mundo del ocio tecnológico de altos vuelos. Lo tenía minuciosamente planeado. Se veía cercana la posibilidad de la creación de mundos virtuales, ya que el íntimo conocimiento de cómo el cerebro guarda los recuerdos de nuestra memoria, era la base para la implantación de recuerdos. En el momento que se supiera cómo extraer la memoria de un ser humano y el enrevesado mundo de interacciones nerviosas que lo soportaba, nada impediría realizar el proceso inverso: ¡Implantar a voluntad los recuerdos! Un mundo de realidad virtual, ocios oníricos y un sin fin de nuevas vías de negocio, que podían ser mucho más provechosas sin duda que las propias de Minius Labs, se rumiaban en su imaginación. ¡El control de la voluntad de las personas! Ese era, al fin, el objetivo perverso en la mente de ese directivo megalómano. Poco tenía esto que ver con el espíritu con el que nació esa idea de registro en la mente de Rigel Bader.
Etamin lo consideraba como la inversión casi perfecta. Poco dinero, o incluso nada, a cambio del descubrimiento más revolucionario en el campo de la neurología probablemente desde Ramón y Cajal. No se podía permitir que la idea genial de aquel niñato fuera explotada por alguien que no fuera él. Debía vigilar todos sus movimientos, notas y trabajos, por si llegado el momento pusiera impedimentos y dificultades acerca de la propiedad intelectual de KOS. Para ello, necesitaba los servicios de un sabueso de confianza, alguien que sabiendo interpretar los papeles de Bader, no tuviera escrúpulos que el dinero no pudiera comprar.
Ese muñeco ideal no era otro que Bootes Sagitta. Su pasado tecnológico en Western Digital, le permitió destacar como investigador. Pero su interés estaba más cerca del lucro personal y del medrar expreso, antes que de un sincero afán de progreso científico. Su campo de estudio había sido el de los imanes de neodimio, muy utilizados en la industria informática y aeronáutica. Con los años se había dedicado al pirateo informático y a turbios asuntos que le habían puesto en contacto con aquel directivo de laboratorio, con el que había conseguido poner en jaque a aquel magnate de los negocios, el mismísimo Luyten Minius. Su aspecto característico descomunal y algo albino, le hacían infundir ese miedo que tanto les gusta despertar a los hombres de poder medrado sin esfuerzo.
Etamin Mintaka disfrutaba con la idea