KOS, grabado en las piedras. Francisco Arnau

KOS, grabado en las piedras - Francisco Arnau


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remontar.

      Varias entrevistas y apariciones públicas le habían granjeado cierta justificada reputación en los ambientes científicos y tecnológicos que veían sin duda en los estudios de Rigel y sus compañeros un avance importantísimo en el entendimiento de la memoria y el cerebro. Sus publicaciones le habían puesto en contacto con investigadores de las más importantes universidades del mundo, así como de alguna de las empresas más influyentes del sector. Pero de todas esas entrevistas, había una que le había marcado especialmente. Aquella que le hizo esa bella y atrevida joven periodista, indagando en aspectos bastantes técnicos acerca de la conformación de las imágenes en la mente. Desde aquella simpática entrevista que se publicó en aquel noticiero local del metro, seguía habitualmente aquellas reseñas firmadas por Venus R. Su belleza y actitud le habían sorprendido y cautivado. Aquella lejana tarde de octubre les había abandonado en agradable charla. La noche les había sorprendido en la terraza de un viejo barecillo del centro histórico de la capital del Turia dejando su conversación un tanto inacabada. No se habían vuelto a ver desde entonces, pero Rigel intuía que quizá Venus podría ayudarle... El periodista debía ser por naturaleza curioso, pero ella además sabía de transformaciones TFTs aplicadas al estudio de la imagen, lo que para un friki del calibre de Rigel era un atractivo más a sumar a las cualidades de aquella guapa periodista. Quizá tuviera que recurrir a ella profesionalmente para seguir con sus planes…

      15

      Mallorca, España, 11 de febrero de 2022

      El anciano Acrux parecía vivir una lucha interior entre relatar los detalles de historias que había tenido ocultas mucho tiempo o revelar información que pudiera delatar algo de su oscuro ayer lejano. Rigel intuía que estaba a punto de conocer detalles de un pasado anhelados desde hacía mucho tiempo, y difícilmente podía controlar su emoción. Pero no quería dar un solo paso que pudiera incomodar a aquel hombre y sutilmente cambiaba de tema, preguntándole curiosidades intrascendentes sobre esas maquetas que tan meticulosamente construía. ¡Quizá pueda ganarme su confianza y acepte someterse a alguna prueba de extracción!, pensaba Rigel, (así llamaban al proceso de registrar esas imágenes en soportes digitales), pero sabía que no sería fácil convencer a aquel hombre para que abandonara, aunque fuera solo unos días, su tranquila vida en aquel paraíso balear, y más aún si el objetivo era indagar en los secretos ocultos de alguien que, al parecer, no estaba del todo orgulloso de un pasado que se adivinaba complicado. Tenía que ser muy cauto con las acciones y las palabras y más aun viendo que aquel Sr Deneb conservaba la memoria muy lúcida. Rigel se sorprendía y entusiasmaba con el detalle con que, de vez en cuando entre comentarios sobre acrobacias aéreas y cosas por el estilo, rememoraba aspectos de su vida pasada. Si aceptara someterse a una extracción podría ser, sin duda, algo único. Lo que Rigel siempre había soñado.

      —Tu padre y yo fuimos trabando cierta amistad. Aunque él no lo sabía ya nos habíamos cruzado en las alturas, gracias a un episodio que se dio a conocer como el caso Charlie Brown, pero eso ya te lo explicaré… Mi afición aeronáutica me hizo escribir una carta a Adolf Galland pues sabía del respeto que mutuamente se tenían. ¿Ud. sabe quién era Adolf Galland?

      —No tengo la menor idea. —Negó Rigel categóricamente.

      Acrux Deneb prosiguió. —Fue un general de la Luftwaffe alemana y un as de la aviación de aquella época. Una especie de Barón Rojo para los que adoramos el aire. Decidí ponerles en contacto, ya que había leído las muestras de admiración que mutuamente se habían prodigado. Nadie allí salvo yo sabía quién era Douglas Bader. No tenía claro que pasaría entre ambos. Pero pensé que debía hacerlo.

      En ese momento alguien entró por la puerta de la tienda haciendo sonar ese conocido chivato. Acrux Deneb lo oyó desde la trastienda en la que se hallaba con Rigel y, bruscamente, decidió cortar la conversación. Parecía como si ese sonido le hubiera hecho volver a una realidad en la que nada le perturbaba.

      —El deber me reclama —dijo en tono cordial —y me temo que hoy tengo obligaciones que no puedo dilatar. Quizá quiera volver otro día y seguimos hablando. Nunca se sabe la historia que se oculta detrás de cada una de estas maquetas. Seguro que alguna le gustará.

      Rigel se dio cuenta que algo había apagado de forma abrupta esa llama de los recuerdos que Acrux Deneb parecía reavivar, pero no quiso insistir pues se sentía satisfecho de haberle conocido y pensaba que poco a poco iría indagando en todos los secretos que aquel enigmático anciano conservaba en su memoria.

      Pero antes de despedirse le pidió hacer una prueba simple de registro. Era el sistema más básico que habían testeado y no siempre funcionaba, pero Rigel se resistía a irse con las manos vacías de recuerdos. Así, le acercó al viejo artesano un terminal móvil iPhone XiV, al que le había acoplado una especial carcasa metálica que según le indicó actuaba de forma similar a los electrodos en los antiguos electrocardiógrafos. Le dijo que asiera fuertemente la carcasa, y que tratara de concentrarse durante unos segundos en los instantes que él entendiera que tenía más vivos en su memoria. Acrux accedió, sorprendido de que aquel aparato pudiera indagar de alguna forma en su memoria con el simple tacto de sus manos. En algo más de unos segundos terminaron la prueba. No parecía haber dado resultado, pero viendo que aquel anciano se mostraba un poco inquieto, Rigel decidió no insistir. No quería poner en riesgo esa relación que, de forma inesperada, acababa de nacer, ahora que tenía un hilo del que poder tirar.

       Se despidió, mientras el viejo le acompañaba hacia la salida, al tiempo que dejaba abierta la posibilidad de un nuevo y próximo encuentro.

      —¿Le importaría que me acercara mañana, señor Deneb, y me cuenta alguno de esos secretos que dice que guardan sus aviones? —dijo con cierto miedo.

      —Será un placer, pero le aviso que mañana estará Markis, mi asistenta, ya la conocerá... es un poco especial, en fin, Ud. siempre será bienvenido aquí. —Y con un gesto, que sorprendió a Rigel gratamente, Acrux le dio un abrazo cordial mostrándole un afecto sincero, más allá del que se esperaba de dos hombres que se acaban de conocer. Finalmente se retiró, mientras aquel anciano artesano atendía al joven que acababa de entrar en la tienda.

      16

      Valencia, marzo de 2022

      La perspectiva visual que tenemos de las cosas que miramos, con frecuencia se rige por mecanismos mucho más complejos que los que a priori se pudiera pensar. La anamorfosis únicamente se solía utilizar para mostrar deformaciones de imágenes con fines artísticos o cómicos. Pero algo parecía demostrar que el uso de diferentes panorámicas anamórficas en el espacio euclídeo tridimensional era especialmente importante para plasmar en un plano la información que se extraía con el sistema ideado por Rigel. Venus había probado con esos filtros experimentales de forma absolutamente casual, y sabía de su conocimiento gracias a uno de esos congresos que en su oficio de periodista le había tocado cubrir. Pero esa curiosidad incesante había hecho que aplicara un filtro anamórfico de procesado a esa imagen que sin duda era la piedrecita que faltaba en esa tremenda pirámide que Rigel y sus compañeros de KOS estaban construyendo.

      Mientras ella leía y analizaba de forma inconsciente las bases de un proceso que podría cambiar el mundo, Alsham Meissa terminaba de recoger los indicios que podían aportar información relevante sobre aquel robo. Le comentó a Venus la necesidad de guardar la galería de imágenes que tuviera en su móvil, así como en cualquier dispositivo de almacenamiento que tuviera, como discos duros, etc. para poder hacer comparativas otográficas, que así llamaban a las pruebas con las que encontraban probabilidades de que un otograma correspondiera a un determinado sujeto. A primera vista, nada importante parecía haber desaparecido salvo ese portátil y el enigmático sobre. Estuvo repasando sus cosas y ni sus herramientas de escalada ni los útiles de buceo habían sido tocados, al menos a simple vista. Eso la tranquilizaba un poco, ya que se avecinaba una escalada por los Picos de Europa, que llevaba preparando algún tiempo, y que no quería perderse de ningún modo. Todas sus cosas parecían estar tal y como las había dejado tras su última aventura subiendo el Aneto por la cara norte, aunque unas marcas en


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