Lycanth-Boy. Iván Pastor Villalonga

Lycanth-Boy - Iván Pastor Villalonga


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supuesto, nadie contestó a sus preguntas, ni siquiera podía asegurar que las hubiera dicho en voz alta o que las palabras hubieran salido de su cabeza. De hecho, tampoco necesitaba una respuesta. De algún modo, sabía dónde estaba y por qué estaba allí.

      De repente, un ligero ruido le hizo darse la vuelta… Un lobo se estaba acercando a él. Era un enorme y amenazador lobo gris. Sin embargo, Navy no sentía miedo alguno, ni siquiera cuando el lobo aceleró el paso y se abalanzó hacia él. Cualquier otro hubiera huido aterrorizado, pero Navy se había quedado muy quieto y sereno… El lobo había atravesado su cuerpo limpiamente, como si no existiesen la carne ni los huesos, aunque eso no quiere decir que no le afectase a Navy, que estaba impactado y aún más cuando observó que su cuerpo comenzaba a sufrir una metamorfosis.

      —¿Qué has hecho? —le preguntó al lobo.

      —Tranquilo Navy, soy tu animal espiritual. Me llamo Wolf. Recibí órdenes de Anaiyu, el dios lobo, y vine a buscarte.

      ¡Anaiyu! A Navy por un lado le sorprendió el nombre, pero, por otro, le resultaba familiar... Sin poder pararse a pensar, contemplaba cómo su cuerpo había comenzado a transformarse en el de un lobo un poco más pequeño que el que tenía al lado. Notó que le sobraba la ropa y se despojó de ella. Sus manos ya tenían forma de garra, de manera que, al quitarse la camiseta, la rompió y lo mismo con los pantalones. Sus zapatos no tardaron en explotar por la presión de las garras traseras. Cuando terminó la transformación, convertido ya en un precioso lobezno, no podía dejar de preguntarse:

      —¿Qué le ha pasado a mi cuerpo? ¿Por qué ahora soy un animal?

      —Te he traspasado parte de mi energía, pero el cambio sólo te durará un par de horas, así que te aconsejo que aproveches el momento y disfrutes de la sensación de ser un lobo.

      Wolf se puso a correr por entre los árboles. Navy comenzó a seguirlo. Al principio se mostraba un poco torpe, porque era la primera vez que caminaba a cuatro patas, pero pronto se habituó a su nuevo cuerpo y, transcurrido un tiempo, ya estaba dando saltos y disfrutando de su nuevo ser.

      —Esto es muy divertido… ¡Me encanta correr por el bosque!— pensaba.

      Durante dos horas, Wolf y Navy recorrieron aquel paraje, disfrutando de cada rincón y cada recoveco: cruzaron ríos, visitaron desfiladeros, treparon a grandes árboles… y lo pasaron genial realizando todo lo que los lobos pueden hacer… ¡hasta cazar! Wolf tuvo la paciencia de enseñarle cómo se logra una presa, fue realmente un maestro comprensivo, aguantando sus errores y reforzando todos sus aprendizajes…Al final, se pararon junto a una cueva, a la que Navy llegó cansado, pero feliz por las experiencias que habían tenido durante el día.

      Progresivamente, el pequeño lobo recobró su forma humana: primero la cabeza; luego las patas que se transformaron de nuevo en manos, piernas y pies; después la espalda comenzó a recobrar su pose erguida… La cola era lo último que desapareció, y así, poco a poco se convirtió de nuevo en el chico que era. Eso sí: al terminar el cambio se hallaba completamente desnudo y comenzó a temblar porque sentía frío. Wolf se adentró en la cueva y volvió con algo de ropa de aspecto nativo y un sencillo taparrabos.

      —No te harán falta zapatos, le dijo, tienes que estar descalzo para que la tierra conecte contigo a través de tus pies.

      Mientras se vestía, Navy se sinceró con su maestro.

      —Muchas gracias por todo, Wolf. He disfrutado mucho siendo lobo.

      —Volverás a serlo, pero ahora tienes que ir a conocer a Anaiyu y yo no puedo acompañarte.

      En ese momento, Wolf lanzó un aullido impresionante. Para cualquiera podría haber resultado aterrador, pero Navy sabía ya que Wolf estaba llamando a un amigo del bosque. Inmediatamente apareció en el horizonte la silueta de un ave. Era un búho. Pero no un búho cualquiera, sino uno impresionante, tres veces mayor que el chico. Tanto que Navy no pudo evitar sobresaltarse un poco cuando el ave aterrizó a su lado.

      —Este es Owlen —dijo Wolf—. Él te llevará a ver a Anaiyu, al norte.

      —Será un placer —dijo Owlen, que también era capaz de hablar con total naturalidad.

      Navy contempló con admiración la majestuosidad de Owlen. Era un búho blanco, con un plumaje mullido y suave sobre el que se veía una montura, como si se tratase de la de un caballo. Con un gesto, Owlen le invitó a montar, y el chico no dudó ni por un instante. Pero antes de iniciar el viaje, Wolf le dio un amuleto de protección, un colmillo de lobo.

      —Lleva siempre encima este colgante. Te protegerá en caso de peligro. Volveremos a vernos, amigo.

      Navy le miró agradecido y se lo puso justo en el momento en que Owlen comenzaba a batir sus alas. Navy y Wolf se despidieron con la mirada y una sonrisa cómplice mientras el chico se agarraba a las plumas del ave para no caerse al despegar. Poco tiempo después, ambos surcaban los cielos a gran altura. Navy no tenía miedo, al contrario, el gran silencio y el aire en su cara le daban una enorme sensación de paz. Tanta que el chico no pudo evitar abrir los brazos como si fuese él mismo el que volaba. Fue una de las sensaciones más placenteras que había vivido nunca.

      Al poco tiempo vio que sobrevolaban un extenso bosque cubierto por un manto blanco. En ese preciso instante, comenzó a desatarse una brutal tormenta de nieve. Los copos helados golpeaban como cristales en la cara del chico, que se refugiaba como podía entre las plumas de Owlen.

      —Agárrate bien a mí, Navy —dijo el búho—. ¡Esto se va a poner peligroso!

      De repente, de una nube negra salió un rayo. El búho intuyó el peligro y trató de lanzar a Navy sobre un montón de nieve, pero no fue lo suficientemente rápido… El rayo los alcanzó y los dos cayeron inertes sobre la nieve. Tan solo un milagro o un amuleto mágico serían capaces de salvarles la vida.

      Capítulo 2

      “La tormenta”

      El cuerpo de Navy permanecía inmóvil sobre el montículo de nieve. Cualquiera que lo hubiera observado en ese momento hubiese jurado que el chico estaba muerto. Sin embargo, una leve y dificultosa respiración indicaba que solo estaba inconsciente. A su lado, el amuleto que le había entregado Wolf todavía estaba algo humeante, como si fuera el mágico regalo el que hubiera absorbido la mayor parte de la energía del rayo.

      Tras unos minutos, Navy comenzó a recuperar la consciencia. Con dificultad, trató de incorporarse en la nieve, pero un dolor muy fuerte que provenía de su hombro y de su pierna izquierda le impidió ponerse de pie. La cabeza le daba vueltas…

      —¿Qué ha pasado? —se preguntó Navy, todavía confuso por la situación, observando su ropa chamuscada.

      En seguida vio que, no muy lejos de él, una figura, tan blanca como la nieve que lo rodeaba, se movía ligeramente. Navy se dio cuenta de que esa figura no era otra que la de Owlen. Venciendo el dolor, se puso de pie y se acercó a atender al viejo búho.

      —¡Owlen! ¡Owlen! ¿Cómo estás? —gritó Navy, temiendo por la vida del ave.

      Owlen levantó la cabeza y trató de tranquilizarlo.

      —Bien, no te preocupes. ¡Todavía no se ha inventado un rayo capaz de acabar conmigo! —dijo en tono algo fanfarrón.

      Pero Navy se dio cuenta de que tenía rota una de sus alas y bastantes quemaduras oscuras por todo su cuerpo que contrastaban con el blanco del plumaje.

      —Cuando vi llegar el relámpago, te lancé al suelo para que no salieras muy herido —siguió contando Owlen —pero el rayo nos alcanzó a ambos. Lo que realmente nos salvó fue el amuleto que te dio Wolf. Sin él posiblemente no habríamos tenido tanta suerte…

      Navy se sentía verdaderamente afortunado por haber recibido aquel regalo de su admirado amigo. Tras colocárselo de nuevo al cuello, ayudó a ponerse de pie al ave que, con un gesto, señaló su ala rota.

      —Tendrás


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