Lycanth-Boy. Iván Pastor Villalonga
saber cómo, Navy comprendió inmediatamente que quien le hablaba era el sauce que se erguía majestuoso delante de él, en un islote rodeado de agua poco profunda. De hecho, ya nada le sorprendía en exceso, y empezaba a pensar que todo era posible en este mundo paralelo en el que estaba… Ánzant desprendía un aura muy poderosa y pura, lo que hizo que Navy confiara en él desde el primer momento.
—Acércate —dijo Ánzant, con una voz que a Navy le resultaba extrañamente conocida...
Navy salió del agua y subió unos escalones de piedra para llegar al pequeño islote en donde se encontraba el sauce, que parecía un árbol antiquísimo. Sus ramas estaban en flor y emitían un brillo que creaba un aura mágica a su alrededor. Navy, maravillado por la preciosidad del sauce, se situó debajo de sus ramas e intentó cubrir su desnudez con algunas hojas.
—No tengas vergüenza, Navy. Aquí debes mostrarte tal cual eres—dijo Ánzant.
Navy le creyó y soltó las hojas.
—Has llegado hasta aquí. Eso dice mucho de tu fuerza y tu determinación. Pero aún te falta bastante para poder asumir la tarea a la que te vas a enfrentar.
—¿Y cómo puedo obtener todo lo que me falta?
—Yo te ayudaré. Te daré el poder de controlar la energía espiritual como hacen tus maestros —dijo Ánzant.
—Con la palabra maestros te refieres a Anaiyu, Owlen y Wolf, ¿verdad?
—Sí, ellos mismos —respondió el árbol.
En ese momento, una rama del gran sauce se dobló hacia Navy hasta tocar su entrecejo, él sintió como si saltara una chispa, e, inmediatamente, notó como su conciencia y la del árbol se conectaban.
—Yo he sido testigo de todas las conciencias de cada guerrero, pero tú tienes algo especial. A pesar de tu corta edad, tu nivel espiritual es más alto que el de cualquiera de tus antecesores.
Ánzant decía esto con una voz grave y seria que Navy ya no escuchaba en sus oídos, sino en su interior. Se sintió halagado por estas palabras, aunque, al mismo tiempo, sentía el peso de la responsabilidad de saberse elegido.
—Mi espíritu ha cumplido su misión en esta forma física —continuó el árbol—. A partir de ahora me alojaré en tu conciencia. Siempre que quieras pedirme consejos, solo siéntate a meditar.
—¿Dónde tengo que meditar para hablarte? —preguntó Navy—. Presiento que no puede ser en cualquier lugar.
—Solo confía en tu instinto, él te dará la clave. Pero, sobre todo, recuerda: tienes que entrenar muy duro, ya que todos los seres de este mundo espiritual que es Sílcux han depositado sus esperanzas en ti.
Mientras terminaba de hablar, la rama del gran sauce se separó del entrecejo de Navy y este experimentó que las dos conciencias se desconectaban.
—Ahora vuelve con Anaiyu.
—¡Gracias, Ánzant!
—No hay de qué, es mi deber —dijo el gran sauce, mientras desaparecía tras haber cumplido su misión.
Navy volvió al río que conducía a la cascada. Mientras nadaba, reflexionaba sobre lo que le acababa de pasar y comenzaba a ser consciente de la enorme tarea que le esperaba. Sin embargo, estaba decidido a entrenar duro para salvar tanto al mundo espiritual de Sílcux como a su propio mundo, la Tierra.
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