Lycanth-Boy. Iván Pastor Villalonga

Lycanth-Boy - Iván Pastor Villalonga


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ojos unos segundos para disfrutar de la intensidad de ese momento y, cuando los abrió de nuevo, se dio cuenta de que Anaiyu había desaparecido de su vista y que el paisaje había cambiado por completo. El lago parecía ahora un lugar inmenso, como un mar, y apenas podía intuir donde estaba la otra orilla. Por unos momentos se sintió algo inquieto al verse tan pequeño en medio de esa inmensidad… ¿Y si tenía problemas o se agotaba de nadar? ¿Quién iría en su ayuda? Pero en seguida se tranquilizó y notó el impulso inconsciente de bucear. Para su sorpresa, percibió que no flotaba ni volvía a la superficie como solía ocurrir en la Tierra. Subía y bajaba a voluntad, como si fuera un pez. Además, podía ver bajo el agua con nitidez y prácticamente no necesitaba salir a tomar aire. Era como si, de repente, se encontrase en su medio natural.

      Navy se fijó en una manada de delfines que nadaban a lo lejos persiguiéndose unos a otros, como si estuvieran jugando. Uno de esos cetáceos detectó al muchacho, se giró y, nadando con rapidez, se acercó hasta él. El chico, receloso, subió a la superficie a respirar y vio que el delfín también lo hacía. Entonces presintió que quería hablar con él. Y así era. El delfín dio un salto y expulsando un chorro de agua por su espiráculo dijo:

      —Hola Navy, mi nombre es Duphin —dijo telepáticamente.

      —¿Acabas de usar telepatía? —preguntó Navy sin darse cuenta de que él también la estaba usando.

      —Sí, los delfines hablamos mentalmente —respondió—. Tú debes ser el elegido para luchar contra Sylas.

      —¿Me conoces? —preguntó Navy.

      —Vivimos en este lago desde hace mucho tiempo, así que es normal que sepamos que ibas a venir. Además, hemos conocido a muchos de los elegidos —respondió Duphin, siempre sin emitir ningún sonido.

      —Entonces sabrás a dónde tengo que ir.

      —Sí, te vamos a ayudar a llegar más rápido.

      Duphin se dio la vuelta buscando a los demás delfines y con un sonido agudo que salió de su boca, convocó a la manada. Al acercarse, los cinco delfines comenzaron a nadar en círculos alrededor de Navy, que se sintió invadido por un poder espiritual, al tiempo que veía cómo sus piernas se transformaban en una cola de delfín.

      —¿Qué ha pasado? —dijo Navy telepáticamente.

      —Ya sabemos que Anaiyu te ha dado la esencia de todos los animales del mundo, así que nosotros te hemos ayudado a convertirte en delfín —le respondió Duphin.

      Navy comenzó a tomar el control de esa nueva extremidad que le permitía moverse en el agua con rapidez y comodidad ¡Otra vez sufría una nueva transformación!

      —No estoy seguro, pero creo que no ha sido casualidad el que me encontrara con vosotros —dijo Navy.

      —Tienes buen instinto. ¡Eso es muy buena señal! —contestó Duphin—. Todos los elegidos que visitaron este lago antes que tú tenían en común el elemento agua en su horóscopo, y todos ellos pasaron por la experiencia de transformarse en un delfín. Espero que tú también te encuentres cómodo.

      —¡Sí, es genial!

      —Pero aún falta algo.

      Duphin y sus compañeros comenzaron a nadar alrededor del chico, rozándolo suavemente cada vez que pasaban junto a su cuerpo. Y cada uno de esos roces hacía que creciese poco a poco en su espalda una aleta dorsal.

      —¡Guau! —dijo Navy, asombrado, cuando notó el nuevo apéndice que asomaba de su cuerpo desnudo.

      —Ahora tienes que imitar nuestros movimientos para que aprendas a nadar como un verdadero animal marino —le dijo Duphin.

      Los delfines enseñaron a Navy a usar su cola de delfín para impulsarse y su aleta dorsal para cambiar de dirección. Tras unos minutos de práctica, Navy sintió que su cuerpo se había adaptado perfectamente al agua comenzando a nadar tan rápidamente como lo hacían ellos.

      —¡Ya nadas muy bien! —le comentó Duphin—. Es momento de ir a la cascada.

      La manada, de la que ahora Navy formaba parte, comenzó a nadar velozmente; apenas unos minutos después ya habían cruzado el lago. Duphin hizo un gesto y todos se detuvieron. Sólo entonces se percató Navy del estruendo que se escuchaba: era el ruido que hacía el agua al caer desde una gran altura.

      —¿Hemos llegado? —preguntó Navy, siempre usando la telepatía.

      Los delfines asintieron. Navy subió a la superficie y contempló la majestuosidad de la cascada que tenía delante de sus ojos.

      —Así que ésta es la cascada de la que me habló Anaiyu —pensó Navy para sí—. Pero, me pregunto ¿qué tengo que hacer aquí?

      El chico se sumergió de nuevo buscando el consejo de sus amigos, los delfines, pero éstos ya se alejaban nadando tan velozmente como habían llegado, así comprendió que estaba, otra vez, solo en esto y volvió a la superficie.

      —Anaiyu me dijo que confiase en mi instinto —se dijo a sí mismo, tratando de darse ánimos.

      Al mirar con detenimiento, observó que la luz del sol traspasaba el agua en algunas zonas de la cascada, iluminando lo que parecía una cueva. No sabía por qué, pero Navy intuyó que lo que buscaba estaba dentro de esa cueva, al otro lado de la cortina de agua que caía con una fuerza enorme. Tendría que demostrar su valentía si quería averiguar lo que había allí. De pronto, recordó las ocasiones en las que había ido a ver delfines en el zoo y los ejercicios y saltos que realizaban.

      Así que respiró hondo, tomó todo el impulso que pudo con su cola de delfín y saltó al interior de la cueva, atravesando la catarata.

      Capítulo 5

      “El sauce”

      Navy atravesó la pared de agua que caía con fuerza y aterrizó en una especie de río subterráneo que parecía adentrarse en el interior de la cueva. Enseguida se percató del silencio y la oscuridad que lo rodeaban y cuando volvió la cabeza vio que la cascada que acababa de traspasar había desaparecido por completo, como si hubiese sido sustituida por una pared sólida y oscura, como el resto de la cueva.

      —¿Dónde estoy? Casi no veo...

      Navy dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad como si fueran los de un búho, por lo que no tardó en apreciar unas pequeñas luces que brillaban al fondo. Intrigado por ellas, pensó en ir en esa dirección nadando por el río. Sin embargo, a medida que avanzaba por la corriente, sintió que perdía la sensibilidad de su cola de delfín. Miró hacia abajo, pero ésta había desaparecido. De nuevo estaban sus piernas, al tiempo que también su aleta dorsal había desaparecido.

      —Vaya ¿qué ha pasado? Yo no elegí volver a la normalidad —se dijo a sí mismo.

      Entonces, recordó la sensación que había tenido al atravesar la cascada.

      —Quizás haya sido la cascada la que me ha devuelto mi forma humana —pensó Navy.

      Recuperada su propia naturaleza y, completamente desnudo, comenzó a nadar a la manera humana hacia las luces parpadeantes que, inexplicablemente, le atraían. Poco a poco, la cueva se iba ensanchando y esas luces se iban haciendo más brillantes, de manera que Navy podía ver la multitud de estalactitas que colgaban del techo, ofreciéndole un magnífico espectáculo. El chico se apoyó en una roca para descansar y para admirar la belleza de la cueva.

      Tras descansar un poco, siguió adelante hasta encontrarse con una especie de recodo, lo dobló y entonces vio un precioso jardín lleno de vegetación: flores de mil colores, plantas diversas y una extraña luz que lo iluminaba todo, pero que no se sabía de dónde provenía (al fin y al cabo, seguía en el interior de una cueva). Y, en el centro de ese maravilloso jardín, un enorme sauce, alrededor del cual volaban miles de luciérnagas. Abrumado por la especial belleza del ambiente que le rodeaba no pudo evitar preguntarse en alta voz:


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