La comunicación en la construcción del mundo social. Fredy Eduardo Vásquez

La comunicación en la construcción del mundo social - Fredy Eduardo Vásquez


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sentido al “texto” de la soberanía alimentaria. Y precisamente, en el momento en que se hace un ejercicio de comunicación (de escuchar al otro), para comprender qué están diciendo realmente esta multiplicidad de acentos, encontramos en este estudio que hay una masa crítica, amorfa, organizada, enredada, itinerante, con más o menos recursos que comparte un sentimiento: la urgencia de reestructurar el sistema alimentario actual.

      Dicha reestructuración, se basa, ante todo, en el saber hacer, la experiencia sedimentada o acumulada, el habitus (Serres, 2003[1985]; Bourdieu, 1991 [1980]; Seremetakis, 1996), las lógicas y las dinámicas sociales y económicas de los campesinos, o, de aquellos ciudadanos que trabajan subrepticia o tácticamente en proyectos pequeños de agricultura urbana15.

      Reconocer de esta manera el origen de este movimiento telúrico es importante en épocas donde las experiencias de movilización social tienden a ser capturadas por aquellos discursos tecnocráticos que buscan con afán “datos” para justificar sus políticas de innovación o sus estrategias sobre gestión social del conocimiento. Lo que dicen, entonces, estas voces, al unísono, es que el proyecto agroindustrial es insuficiente, que ahonda las desigualdades sociales y agrava el deterioro ambiental del planeta. También dicen que es totalmente posible refundar nuestra relación con la naturaleza y emprender proyectos de vida alternativos y sostenibles en los procesos de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos.

      Ahora, los testimonios y experiencias acopiadas indican que la viabilidad de un proyecto de soberanía alimentaria colectivo demanda la construcción de “nuevos sujetos” prestos a repensar su relación con la alimentación como una acción política. No obstante, la magnitud de esta situación exige, además, que estos “nuevos sujetos” comprendan que el problema de la alimentación no se resuelve con el consumo de alimentos orgánicos, con el propósito de mejorar la calidad de vida de los individuos. Se trata, más bien, de que estos “nuevos sujetos” estén dispuestos a discernir sobre sobre la complejidad, sobre las relaciones de poder y sobre los procesos de resistencia política que se vivencian en la esfera de la producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos a escala global y local. Ubicar el problema en estas dimensiones (producción/distribución/consumo), resulta crucial porque en cada una de ellas acontecen prácticas y procesos de comunicación que resultan determinantes para apoyar o promover estrategias de cambio social, cobijadas bajo el telón de fondo de la soberanía alimentaria.

      Por lo tanto, si bien es cierto que las iniciativas individuales pueden ser elogiables, y pueden ayudar al sujeto a reconfigurar sus posiciones políticas y su relación crítica con el conocimiento, el cambio social exige una aproximación vinculante y compleja con las distintas maneras como se distribuye la experiencia social en cada uno de los lugares que encadenan la producción, la distribución y el consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos, y, con los procesos de comunicación que la acompañan.

      Un inventario de estas voces puede agruparse, de manera esquemática, en tres tendencias. Una, que tiene que ver con aquellos colectivos y organizaciones que agencian acciones políticas de movilización social para promover prácticas de soberanía alimentaria. Otra, que de manera directa emprende proyectos productivos en las fases de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos. Finalmente, otra, que responde más a iniciativas individuales y tienen que ver con una experiencia corporal de orden somático. Se trata, en este último caso de un trabajo individual del cuerpo como recurso de emancipación; o, dicho de otra manera, de prácticas corporales “experienciales” para la vivencia subjetiva que permiten hacer consciencia del cuerpo a través de prácticas de producción, distribución y consumo de alimentos (Pedraza, 2010; 2013; Calero, Restrepo y Rivera, 2015).

      Para pensar desde los intereses teóricos del campo de la comunicación habría que reconocer que, en las primeras dos tendencias, el espíritu de comunalidad, los procesos de comunicación (materializados a través de relaciones interpersonales, grupales o mediados por tecnologías de información) permiten entender la soberanía alimentaria como un proyecto de vida colectivo que aboga por el cambio social y por la refundación material y existencial de la condición humana. Con respecto a la tercera tendencia, no se puede negar que además de ser una experiencia corporal somática e individualizada, es también un ejercicio de comunicación intrapersonal realizado de manera creativa y disruptiva que reubica, en términos políticos, la condición existencial del sujeto en la medida en que éste también confronta, con sus acciones (predominantemente en las esferas de la distribución y el consumo de alimentos) aquellos conocimientos y prácticas hegemónicas que controlan el orden alimenticio.

      En este sentido todas estas experiencias muestran cómo alrededor de la soberanía alimentaria se construyen unos procesos de comunicación marcados por la heteroglosia o polifonía discursiva. Al reconocerlas de esta manera, evita, por un lado, realizar una lectura dualista de esta experiencia, en el sentido de pensar que un tipo de acción es más político que el otro; y, por otro, permite comprender, de manera más amplia y crítica, el tipo de subjetividades emergentes en el contexto de esta práctica social. Aspectos determinantes para iniciar procesos de intervención pensados desde la comunicación para el cambio social.

      Durante esta primera fase, el proyecto “Soberanía alimentaria y comunicación para la sostenibilidad” tuvo como propósito la identificación y caracterización de aquellos agentes que llevan a cabo prácticas orgánicas y/o agroecológicas. Aunque nuestro público objetivo estaba situado del lado de la producción y la circulación de estos productos, los análisis teóricos sobre la subjetividad no los desligan de los consumidores los cuales empiezan a ser abordados más que desde la descripción de sus características con base en la práctica, desde la manera como sus presencias completan el circuito y constituyen así mismo las subjetividades de productores e intermediarios.

      Abordar este tema con base en las categorías de soberanía alimentaria y agroecología nos empezó a constreñir el escenario de las actividades puesto que ambos conceptos implican posiciones políticas evidentes. Las experiencias que se alinean a su alrededor están muy articuladas al activismo intelectual de cierto grupo de académicos que hacen de éste, un grupo muy singular y restringido. Por esta razón, decidimos ampliar nuestras observaciones a prácticas de producción y circulación de productos agroecológicos y/u orgánicos que implicaran subjetividades que, aunque no respondieran estrictamente a los principios agroecológicos estuvieran gravitando a su alrededor. Con esta decisión, nos acercamos a experiencias de agricultura limpia, agricultura orgánica, huertos urbanos, en las cuales se negocian los principios agroecológicos, como por ejemplo la concepción del espacio como un sistema autocontenido o los principios de autonomía y libre decisión sobre el consumo de productos agrícolas.

      Desde el punto de vista de los agentes que participan en esta cadena en sus dos primeras fases, hemos podido identificar tres tipos de motivaciones: una, muy evidente, responde a los deseos de un cuerpo saludable y una vida sin enfermedad. Esta posición es individualista y se asienta en la idea de bienestar y placer. Otra, que demanda acciones políticas de compromiso con el entorno ambiental, social y económico que nos circunscribe. Se revela contra los dispositivos biopolíticos de las corporaciones de la alimentación y la producción de productos agroecológicos y/u orgánicos. Una tercera, intermedia entre las anteriormente mencionadas, que promueve un activismo ciudadano y en la cual la dimensión productiva es apenas una de las múltiples manifestaciones que ponen en escena. Expresiones artísticas alternativas acompañan este universo de productos sanos, políticamente correctos.

      La conformación


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