Guerrero mestizo. Elena Ibáñez de la Casa

Guerrero mestizo - Elena Ibáñez de la Casa


Скачать книгу
Kudo

      Jugaba con el palo del helado que acababa de terminarme, moviéndolo de un lado a otro con ayuda de mis labios, mientras esperaba a que mi hermano y mis amigos salieran por esa gran puerta azul. El sol pegaba fuerte y hacía una hora que mis compañeros de clase se habían marchado a sus casas para empezar el verano.

      Aunque sabía que no debía sentarme en el borde de la fuente central de la entrada del instituto, no podía evitarlo. Y no porque fuera travieso; simplemente, me gustaba sentarme en sitios raros y ahora mismo no veía a ningún profesor que pudiera regañarme. Y no solo eso: me gustaba sentarme en sitios altos tras trepar o directamente usando mis poderes para llegar hasta ellos. Mis cadenas de luz me hacían las cosas bastante más fáciles.

      De hecho, en lo que respecta a ese tema yo lo tengo mucho más fácil que mis amigos y mi hermano. Ellos necesitan coger cosas que se parezcan a sus armas para hacerlas aparecer, pero yo puedo invocar mis cadenas con solo pensarlo muy fuerte. Es algo que siempre me ha llamado la atención. ¿Será porque soy más joven?

      Mamá sí que es increíble. Es tan fuerte que puede saltar de un lado a otro, convirtiéndose en luz por unos segundos. Ojalá pudiera conseguir hacer eso ahora mismo. ¡No quiero esperar a hacerme mayor!

      Ladeé la cabeza hacia la derecha tras oír el timbre y sonreí con mucha ilusión. ¡Por fin se habían acabado las clases!

      Salté de donde estaba y me aparté un poco para que nadie pensara que estaba siendo malo otra vez sentándome donde no debía. Las voces de los chicos se iban acercando más y más hasta que las puertas se abrieron de golpe en solo cinco minutos. Decidí desviarme de la estampida. No quería ser arrollado y seguramente mis amigos se pararían a buscar a un niño de pelo azulado en cuanto saliesen. De hecho, soy el único niño de doce años que tiene el pelo azul y despuntado. Tenía que mentir diciendo que me lo teñía para que no sospecharan que era natural.

      Menos mal que nadie se fija mucho en el círculo que tenemos en los ojos. Es muy bonito, rodea la pupila y brilla cuando llamamos a la luz. Me gusta mucho mirarme en el espejo y ver cómo se aclara un poco. A veces me tiro horas haciendo solo eso.

      —¡¡¡Ryyyyyyyuuuuuuuuuu!!!

      Giré la cabeza, buscando a quien me había llamado. En poco tiempo vi a mis amigos saliendo como podían por la puerta. Eona se acercó corriendo y me abrazó con alegría.

      —¡Se acabaron las clases! —Se puso a dar saltitos mientras me cogía de las manos para que hiciera lo mismo. Yo no pude evitar contagiarme y salté con ella.

      —¡Tres meses de vacacioneeeeeeees! —respondí entusiasmado.

      —A nosotros aún nos queda ese baile —comentó Tim—, pero después seremos tan libres como tú.

      —¿Es que no quieres ir? —pregunté extrañado—. A mí no me dejan por ser muy pequeño, pero parece algo divertido.

      —Bueno, es… es algo como… —Parecía que le costaba explicármelo.

      —Un protocolo estúpido —terminó diciendo Jacky, mirando distraídamente a un lado. Aún se la veía algo triste, así que preferí no preguntar.

      —Estoy de acuerdo —secundó Jake. Jacky pareció sorprendida por el comentario.

      —No le hagas caso, Ryu. Solo lo dice porque no ha parado de darle pisotones a Jacky y por eso ella también está de morros respecto al baile. —Eona se rio tras comentar lo que había pasado ahí dentro.

      —¿Dónde está Manu? —preguntó Shad—. ¿Se ha ido sin despedirse?

      Dannel nos indicó dónde estaba con un movimiento de cabeza y todos pudimos ver que la gente no le dejaba. Gritaban tan fuerte que seguro que no nos escucharía si le llamásemos. Jin entrecerró los ojos y se llevó la mano a la boca. Quizás tenía sueño.

      —Bueno —comenzó a decir Tim mientras sacaba su móvil del bolsillo—, ¿algún voluntario para ir a por él? Quisiera seguir con la tradición.

      —No puedes llamar tradición a algo que solo hemos hecho durante dos años —replicó Jake con su típico tono serio. A veces es un poco aburrido.

      —¿La foto? —pregunté sonriendo—. ¿Vamos a hacernos otra foto de fin de curso?

      Tim asintió y, sin perder un segundo, corrí hacia donde estaba Mannel para intentar sacarle de entre toda esa gente y traerle con nosotros. No tardarían en cerrar la puerta que daba al patio interior y allí están las gradas donde nos sentamos para la foto. Me colé fácilmente entre los mayores gracias a que era pequeño para ellos y le agarré de la mano.

      —¡La foto! ¡La foto! ¡Tienes que venir ya!

      Él me miró. Parecía algo molesto porque, como suele decir, solo sé cortarle el rollo porque soy demasiado crío, pero esta vez no había excusa que valga. Aunque para Jake no suponga una verdadera tradición porque llevamos poco haciéndolo, para mí tiene mucho significado. Será otra foto más del grupo que podré tener en mi álbum de recuerdos. Accedió a venir a regañadientes mientras tiraba de su mano para sacarle de allí. Tenía que encorvarse un poco porque para mí es bastante alto.

      —Tanta prisa para dos segundos —se quejó, pero no le di importancia. Tenía todo el verano para hacer lo que quisiera.

      Una vez estuvimos todos, nos encaminamos hacia las gradas. Yo fui el primero en llegar y tuve que contener mi alegría para que el tribal de mi brazo no brillara demasiado por debajo de la cinta negra que lo tapaba. No es la primera vez que Jake me regaña por no tener el suficiente cuidado con esas cosas y yo sigo sin entender por qué hay que esconderse. ¿Acaso es malo ser distinto? Eona sabe nuestro secreto y nunca ha pasado nada.

      —¡Vamos, vamos! —animé al resto mientras subía a la parte superior de las pequeñas gradas en varios saltos.

      Poco a poco se fueron colocando mientras Tim preparaba la cámara del móvil sobre una columna que había delante de donde nos sentamos, a la altura de la cintura. Seguro que él también estaba contento, porque no paraba de sonreír. Intenté ponerme junto a Jacky y le dediqué un gesto amable, mirándola con entusiasmo para ver si conseguía animarla. Creo que funcionó, porque dejó de verse tan tristona.

      Dannel se acercó a Tim para ayudarle con la cámara. Siempre se liaba para poner el tiempo que tardaría en hacer la foto.

      —Hazla con mi móvil, Tim. Tiene mil veces más calidad que esa chatarra. —Mannel se lo sacó del bolsillo, dispuesto a lanzárselo.

      —A ti se te olvida siempre pasarnos la foto por perro —respondió él.

      —Veeenga, esta vez os la mandaré en cuanto la saques. —Terminó lanzándole el teléfono. Tim lo cogió al vuelo gracias a los reflejos de ser lumen, ya que Mannel se lo había lanzado con bastante rapidez—. Bien, lo has cogido.

      —Qué tonto eres, tío. —Lo puso en su lugar mientras él se reía. Estas cosas me gustan mucho.

      Jin se colocó justo al otro lado de donde yo estaba. Me miró un momento y luego se pasó el dedo bajo la nariz. No sabía bien si decirle algo, así que hice lo que siempre hago: sonreír. Él se fijó en mi cara, levantó un poco las cejas y miró al frente sin decir nada.

      —Sonríe un poco, que por una vez no pasa nada —bromeó Eona, dándole un codazo.

      —¿Sonrisa Duchenne o… para aparentar? —preguntó en un tono de voz bajo. ¿Qué era una sonrisa Duchenne?

      —Vamos, no seas así. Intenta divertirte un poco —contestó ella—. Esto apenas durará minutos.

      Él suspiró. ¿Acaso no quería estar con nosotros? Volvió a mirarme y mi expresión fue exactamente la misma. Después alargó la mano y cogió el palo de helado que había llevado en la boca desde que me lo terminé. No entiendo bien por qué se lo guardó


Скачать книгу