La Guerra Civil española 80 años después. Javier Cervera Gil
por parte de los comités no se dejó en manos inexpertas, aunque, por supuesto, hubo excepciones.
Las personas que asumieron su dirección a lo largo de la Segunda República se habían significado y gozaban de cierto prestigio a nivel local. Habían impulsado la creación de centros, sindicatos o espacios de encuentro de la militancia. Habían participado en mítines, huelgas y manifestaciones. En algunos casos, esa actividad les había llevado a la cárcel. Por ejemplo, Cipriano Mera en la huelga de la construcción de mayo de 1936 y, junto a él, cientos de militantes anarquistas. Además de gozar de la confianza y respeto por parte de sus respectivas organizaciones y de sus compañeros y simpatizantes, estos miembros de los comités habían ocupado, por lo general, cargos en sus organizaciones, tanto a nivel local como nacional, como fue el caso del alcalde socialista del municipio de Vallecas, Amos Acero Pérez. Sin embargo, esta fue la situación general. Hubo excepciones de personas que aprovecharon la situación que generó el golpe de Estado en Madrid para afiliarse a un partido o sindicato por el que tenía simpatías previas y mostrar su valía ante las nuevas autoridades revolucionarias. También hubo gente que quiso borrar su pasado de militante o simpatizante de fuerzas conservadoras. Asimismo, también se dieron casos de arribismo por cuestiones familiares (como proteger a un ser querido comprometido por sus ideas o militancia) y personas que quisieron aprovecharse de la nueva situación, ya fuese de forma social o económica. En definitiva, diversas personas, por distintos motivos, se acercaron a los nuevos órganos de decisión e intentaron destacarse en la acción revolucionaria.12
Los comités fueron los órganos de decisión que guiaron a nivel local el proceso revolucionario abierto tras el golpe de Estado y la consiguiente situación generada. Dependiendo de la organización a la que estuviesen ligados los miembros de los comités, y la situación de la barriada o municipio de dicho partido o sindicato, se crearon los comités o se sumaron a los ya existentes una serie de atribuciones que eran competencia exclusiva del Estado antes de la sublevación. Además, la creación o no de estos espacios de decisión dependió de la ideología que compartían los miembros que los impulsaron. En general, los comités estuvieron compuestos por entre cinco y diez personas de probada trayectoria dentro de sus organizaciones. Estas personas fueron las encargadas de tomar todas las decisiones relacionadas con el orden público y la justicia revolucionaria. Estas fueron las principales funciones que asumieron los comités y que arrebataron al Estado, funciones que ejerció antes del golpe de forma exclusiva y monopolizada, pero que, tras el mismo, en el contexto generado por el golpe de Estado y su derrota en la capital, produjo un vacío de poder que aprovecharon los comités.
Esto no quiere decir que el Estado desapareciese, pero sí que se convirtió en un actor más en la pugna por el control absoluto del poder perdido. Tanto el ejercicio del orden público como de la justicia respondió, según los comités y sus miembros, a una necesidad imperiosa de generar una serie de órganos a través de personas leales que frenasen la sublevación y que realizasen un control efectivo del proceso revolucionario. De esta forma, no se acudió a las fuerzas del orden tradicionales por valorarlas como posibles traidores, y de la justicia por considerarla «burguesa» y, por tanto, subordinada a los intereses de la clase dominante en perjuicio de las clases trabajadoras. Con relación a las fuerzas del orden, Gregorio Gallego afirmó: «Todavía no estábamos preparados para fraternizar con las fuerzas que hasta hacía unas horas nos habían distinguido con su encono».13 Todas estas actividades las pusieron en marcha de forma autónoma y sin tener en cuenta a las antiguas instituciones estatales y, en algunos casos, sin control por parte de la organización que los auspiciaba ideológicamente.
Cada partido o sindicato concibió la revolución de forma diferente. Estas diferencias se plasmaron en las iniciativas y en la organización de dicho proceso revolucionario. En el caso de las incautaciones, por ejemplo, los anarquistas fueron los que más espacios ocuparon con relación al resto de fuerzas obreras de la ciudad. En contraposición, los socialistas mantuvieron numerosas sedes que habían adquirido con anterioridad al golpe, lo que no implicó que participasen en el proceso de apropiación y resignificación de espacios vinculados a los poderes tradicionales, dotándoles de otras utilidades y significados, como hospitales de sangre, almacenes o, incluso, cediéndoselos a las autoridades tradicionales, como acabamos de leer.14 Todos los colectivos obreros participaron en mayor o menor medida en la apropiación de edificios, ya fuese para crear nuevos centros ligados a la revolución, como ateneos o círculos socialistas allí donde no existían antes de la guerra o bien como espacios al servicio de la ciudadanía, impulsando y favoreciendo el proceso revolucionario, como almacenes de alimentos u hospitales de sangre para atender a la población tras los bombardeos.
Los comités, en definitiva, surgieron como respuesta a una situación inesperada, con atribuciones extraordinarias en un momento de gran confusión en el que los acontecimientos se sucedieron muy deprisa. Las funciones que tuvieron los miembros de los comités fueron muy variadas, e incluso precarias al principio por la incertidumbre del momento. Además, algunos comités mantuvieron operativas las funciones administrativas propias de los antiguos consistorios republicanos (como la relación con otras entidades, ya fueran de carácter estatal o revolucionario, labores administrativas propias del pueblo o nombrar personal para servicios públicos, como la limpieza). No obstante, la mayoría de los comités populares ejercieron toda una serie de labores que fueron competencia de otros organismos de la administración (competencias relacionadas con los servicios de vigilancia, nombrando a personal responsable de estas funciones, indicando qué tipo de servicios debían prestar y dónde, o labores judiciales, mandando detener a personas sospechosas, otorgando la libertad, el traslado o la pena capital a los detenidos). La guerra también provocó que apareciesen nuevas funciones que tuvieron que ejercer los miembros de los comités, como la entrega de salvoconductos, la obtención y reparto de alimentos, el realojamiento de refugiados y vecinos que perdían su vivienda como consecuencia de los bombardeos, viviendas vacías, la gestión de material bélico y objetos de valor obtenidos en las incautaciones o el envío de víveres y material textil al frente. Asimismo, se dieron casos en los que los comités tuvieron que asumir la gestión de empresas abandonadas por sus dueños, ya fuera porque estos no estuviesen en la zona durante el golpe de Estado y se hubiesen pasado al otro campo o por haber sido ejecutados, como forma de mantener en funcionamiento el recinto y dar trabajo a personas del pueblo que lo necesitasen.15
1 Palabras que el periodista anarquista Eduardo de Guzmán atribuyó a Benigno Mancebo en marzo de 1939 en el puerto de Alicante. GUZMÁN, E. DE (2006). La muerte de la esperanza. Madrid: Ediciones Vosa, p. 392.
2 Periódico ABC, 17 de septiembre de 1936. Edición de Sevilla, pp. 5-6. Uno de los radios más importantes fue el Radio Oeste situado en la calle San Bernardo n.º 72 y 74, en el antiguo convento de las Salesas. El edificio fue incautado por el Radio 8 del Sector Oeste el 20 de julio de 1936. Estuvo en manos del PCE hasta finales de diciembre de 1936 o principios de enero de 1937, cuando se cedió el espacio para servir de cuartel. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, C. (2017). «El radio del Sector Oeste del PCE y la checa de San Bernardo». En MORENO CANTANO, A. C. Checas. Miedo y odio en la España de la Guerra Civil. Asturias: Trea, pp. 123-124.
3 Sin embargo, no fueron los únicos centros que recibieron esta calificación de checa. En ciudades como Barcelona, Valencia o San Sebastián diversos centros también fueron definidos bajo las premisas de este concepto. Asimismo, la pieza cuarta de la Causa General recoge un gran número de centros y comités a lo largo de toda la retaguardia republicana a los que definió como checas. Ministerio de Justicia (1943). La Causa General: la dominación roja en España. Madrid: Ministerio de Justicia.