La Guerra Civil española 80 años después. Javier Cervera Gil

La Guerra Civil española 80 años después - Javier Cervera Gil


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las fuerzas sublevadas avanzaban cosechando una victoria tras otra, empeoraba la situación de la ciudad. Las dificultades para reorganizar el abastecimiento de una metrópoli que hasta entonces necesitaba del aporte diario de miles de toneladas de víveres se vieron multiplicadas por la pérdida de poder efectivo del Estado y la situación revolucionaria que desencadenó la sublevación en la retaguardia republicana. La toma de Talavera el 3 de septiembre complicó aún más la situación, cortando las comunicaciones con redes de abastecimiento provenientes de Castilla La Mancha. Previendo el peligro de asedio que se acechaba sobre la capital, George Ogilvie-Forbes, encargado de negocios y máxima autoridad debido a la ausencia del embajador, Henry Chilton, que se había quedado en Hendaya, empezó a acumular víveres para asegurar el suministro de la colonia británica.3

      Hasta ese momento, el rápido avance de los sublevados hacia la capital hacía suponer a ambos países que la Guerra Civil sería corta. Pero el estancamiento de las tropas de Franco a las puertas de Madrid dejó claro de que el abastecimiento había cobrado una importancia estratégica de primer orden: si la ciudad se mostraba inconquistable al asalto, quizá su desmoralización a través de los bombardeos y el hambre fueran la clave para forzar su rendición. Contra todo pronóstico, la ciudad, que el Gobierno había abandonado el 6 de noviembre, resistió el ataque. Lo que no pudo hacer fue mantener el abastecimiento de sus habitantes ante una situación que era y continuó siendo desde entonces cercana al cerco, con la carretera de Valencia como única vía de comunicación con el exterior. La escasez se generalizó y en ambos consulados se temía que acabaran desatándose la hambruna y la epidemia.

      El final de la batalla de Madrid y el traslado de la actividad militar a la franja norte del país llevó a los informadores a considerar que se había llegado a una suerte de empate de incapacidades en el que ninguno de los lados era suficientemente fuerte para imponerse en el campo de batalla. En julio de 1937 el diagnóstico seguía siendo el mismo: en un informe que recopilaba los acontecimientos durante el año que acababa de cumplir el conflicto, Chilton afirmaba que se encontraban ante una guerra de agotamiento.11 El final se veía lejano, coincidiendo además con una mejora general de los abastecimientos en la retaguardia republicana, de la que también participó Madrid.


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