Vulnerable. María Agustina Murcho
pastilla que te destruye el cuerpo; si haces una dieta que deja secuelas psicológicas, emocionales y físicas; si tienes que dejar de ir a fiestas con tus amigos o prohibirte tu plato preferido. Solo interesa ser flaco/a.
El único fin es encajar en los estereotipos de belleza y que todos te acepten porque bajaste de peso. Buscas que te digan: “¡Qué flaco/a estás!”, y sabes que detrás de las felicitaciones vendrá la pregunta: “¿Qué dieta hiciste?”.
Por mi parte, más allá de haber vivido una historia complicada con la comida que voy a exponer en este libro, les cuento que es algo que veo a diario en el consultorio: trastornos de conducta alimentaria (TCA), dietantes crónicos, y personas sin problemas con la comida, con un peso saludable y una alimentación saludable, queriendo hacer dietas porque “se ven gordos/as y no están conformes”. Ahí es donde hay que hablar con el/la paciente, explicarle los riesgos que conlleva empezar una dieta y hacerle ver todo lo que mencioné anteriormente acerca de la presión social.
No podemos permitir que esta cultura de la delgadez nos impulse a empezar una alimentación que nos pueda destruir la mente y el cuerpo y que, probablemente, haga que terminemos teniendo un trastorno alimentario. A las personas que tengan obesidad o sobrepeso, debemos ayudarlas desde otros abordajes, no con una dieta restrictiva, donde se agrava el problema y no se soluciona nada. Para cada paciente se necesita un tratamiento diferente, porque todos/as somos distintos/as.
Sin embargo, les cuento que habitualmente empezamos a tener problemas con la alimentación por algo en común: somos influenciables por la sociedad que impone los estereotipos de perfección. Por supuesto que cada historia tiene su complejidad, pero esa obsesión por el cuerpo y la comida se produce por la importancia que le damos a ser delgados/as en lugar de saludables.
Como a la mayoría de las personas que tienen o tuvieron algún trastorno alimentario (o cualquier enfermedad psicológica), siempre me dio vergüenza contarlo y recién me animo a narrar la historia completa en este libro.
Padecemos trastornos sobre los que no hay conciencia. Además, pensamos que no nos van a entender, salvo quien esté pasando por lo mismo. De hecho, muchas veces ni uno/a mismo/a sabe lo que le pasa. Yo no entendía por qué hacía lo que hacía hasta que me lo explicaron en el tratamiento más intensivo que realicé, nueve años después de tener las primeras conductas.
Es difícil comprender cómo hay personas que no comen, otras que se provocan el vómito, que se destruyen el intestino con laxantes, que comen hasta no poder más, que tienen miedo de comer, etc. Toda enfermedad mental es difícil de explicar y de entender.
Nunca había contado mi historia públicamente porque tenía miedo de que me juzgaran. Temía que pensaran: “¿Una nutricionista tuvo este problema? ¡Qué contradictorio!”. Me daba temor que creyeran que por eso iba a ser mala profesional. Y, con el tiempo, me di cuenta de que este pensamiento estaba equivocado.
Reconozco que hubo algunas situaciones que hicieron que pudiera empezar a contar lo que me había pasado. Una de ellas tiene que ver con mis pacientes y mis seguidores/as. Veo que les da mucho pudor contarlo, no saben cómo hacerlo porque se sienten solos y creen que a nadie le ocurre algo igual. Entonces quise que se sintieran acompañados/as, que supieran que yo los entiendo. Y no solo por haber estudiado y seguir estudiando estas patologías, sino por experiencia propia.
Al animarme a contarlo, se sumaron muchas otras personas. Eso favorece que se hable más sobre estas patologías y que los que no se animan, pidan ayuda. Algunos/as no saben que tienen un problema hasta que escuchan a otro/a y lo detectan, y recién ahí pueden empezar un tratamiento.
Quiero contarles que un trastorno alimentario es una patología neuropsicobiológica. No tiene que ver solamente con lo psicológico (aunque, muchas veces, se diga que sí), porque hay otros factores: biológicos, genéticos, familiares, culturales, ambientales, etc. Se dice que es psicológica porque “pasa por lo mental”. Y no se ve en un estudio de sangre, como una diabetes o el colesterol alto.
Es importante que reconozcan que son múltiples los factores que hacen que alguien se enferme. Para que una persona desarrolle un trastorno alimentario tiene que cumplir con todos esos factores que mencioné y tener una personalidad que la haga vulnerable. No cualquiera desarrolla un TCA.
También hay historias familiares muy duras, familias disfuncionales, abusos, violaciones, bullying, pérdidas de seres queridos que hacen que seamos propensos a un trastorno alimentario.
A esto hay que sumarle la personalidad, el comienzo de la dieta y la presión social. Es decir que la enfermedad es multifactorial y en cada persona se da por causas diferentes. A veces hay comorbilidades, como otras patologías psiquiátricas (depresión, bipolaridad, trastorno de ansiedad). No siempre es “solamente el trastorno alimentario”.
También quiero que sepan que hay muchísimos trastornos alimentarios. No solamente la anorexia y la bulimia, que son los más conocidos. Voy a describir brevemente cada uno:
Anorexia: miedo extremo a subir de peso y rechazo a mantener un peso normal. La ingesta es mínima y se elimina la mayor cantidad de alimentos posible. En algunos casos hay purgas, aunque la ingesta haya sido baja (anorexia purgativa).
Bulimia: quienes la padecen presentan atracones seguidos de comportamientos compensatorios para prevenir el aumento de peso (vómitos, laxantes, diuréticos, ayunos prolongados, ejercicio excesivo). Los atracones y purgas tienen que darse como mínimo una vez por semana por un período de por lo menos tres meses para que haya diagnóstico de bulimia. Un atracón no es comerse tres alfajores. Es comer una cantidad industrial de comida en un período corto de tiempo, con sensación de pérdida de control.
Trastorno por atracón: al igual que en la bulimia se presentan atracones. Tienen que darse con la misma frecuencia. La única diferencia es que en el trastorno por atracón no hay método compensatorio.
Ortorexia: es la obsesión por comer 100 % saludable, llegando al punto de no poder asistir a eventos sociales, dejando de lado cualquier tipo de alimento que no le dé “tranquilidad” a la persona. Muchas veces se cocinan sus propios alimentos y los llevan a eventos, y necesitan ir a comer a lugares donde sepan cómo se hacen los platos. Son personas que, si consumen algo fuera de su “esquema” o algo que no es “sano”, llegan a angustiarse, a ponerse nerviosas e incluso a pensar que se están enfermando. Comer saludable es bueno y es lo que debemos hacer, pero cuando interfiere con nuestra vida ya deja de ser sano.
Vigorexia: se denomina también “anorexia reversa” o “síndrome dismórfico muscular”. Son personas con exceso de masa muscular, pero que en el espejo se ven débiles y muy delgadas. Por ende, llegan a tener graves problemas de salud por el exceso de actividad física y de consumo de sustancias como esteroides, anabólicos, abundancia de suplementos, etc. La autoestima de quienes sufren vigorexia depende de cuánta masa muscular tengan. Necesitan tener cada vez más para sentirse mejor. Esto hace que se aíslen de sus amigos y familia, y que empiecen a tener problemas laborales, ya que necesitan dedicarle muchísimo tiempo al gimnasio.
Pregorexia: son los trastornos alimentarios en mujeres embarazadas. En general, las mujeres que tienen trastornos en el embarazo, ya presentaban conductas desde antes. Por eso, es recomendable que la persona no quede embarazada hasta mejorar la relación con la comida.
Alcohorexia: es el consumo excesivo de alcohol junto con el trastorno alimentario. La persona no come durante el día para poder tomar alcohol y así no asimilar las calorías. Se dan “atracones de alcohol”, es decir que consumen una cantidad excesiva de alcohol en muy poco tiempo.
Diabulimia: se considera uno de los trastornos más peligrosos. Son pacientes con diabetes insulinodependientes que no se aplican insulina para no engordar. La insulina es una hormona que hace que la glucosa entre a la célula. Es una hormona “lipogénica” (genera grasa), pero esto sucede si el consumo de glucosa es muy alto. Las personas con diabetes, en general, suelen ser muy delgadas porque la glucosa no entra a la célula y no se metaboliza. Con la insulina ese peso se corrige, y esto es justamente lo que la persona con diabulimia quiere evitar. Entonces se ven las consecuencias de la diabetes, sumadas al trastorno alimentario.