Vulnerable. María Agustina Murcho

Vulnerable - María Agustina Murcho


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pero que no cumplen todos los criterios de alguno de los trastornos mencionados. Esta categoría de trastorno alimentario también se puede aplicar cuando no existe suficiente información para hacer un diagnóstico más específico. Por ejemplo: vómitos y atracones, pero con menor frecuencia que una bulimia; mujeres que cumplen con los criterios de anorexia, pero no perdieron la menstruación; anorexia con peso dentro de los límites normales; masticar y escupir la comida, etc.

      Estos son los trastornos alimentarios que se relacionan con la distorsión de la imagen corporal o con la obsesión por el cuerpo y el miedo a engordar. Pero, hay otras transformaciones de la conducta alimentaria que tienen que ver con comportamientos alterados, como “pica”, que se da cuando la persona ingiere sustancias que no son comestibles, como la tierra, por ejemplo. También existe el trastorno por rumiación, que se da por regurgitaciones repetidas sin náuseas ni enfermedad gastrointestinal asociada, y el trastorno evitativo y restrictivo de los alimentos (TERIA), que se produce en niños/as cuando evitan ciertos alimentos según el color o la textura.

      Como verán, hay muchísimos trastornos alimentarios y una persona puede tener varios durante toda la vida, si no hay tratamiento. La mutación depende de varios factores. Por ejemplo, se puede pasar de una anorexia a una bulimia, porque la restricción es tan difícil y poco sostenible, que la persona empieza a tener atracones y métodos compensatorios. O puede pasar a un trastorno por atracón. En personas muy perfeccionistas y con personalidad muy obsesiva, se ve mucho que se pasa de la anorexia a una ortorexia, porque necesitan seguir controlando lo que comen.

      Un claro ejemplo de mutación de un trastorno alimentario se da en personas que tuvieron anorexia y pasan a ser “bikini fitness”, que es una categoría del fisicoculturismo en mujeres. Mutan de una anorexia a una obsesión por la imagen y la alimentación, pero disfrazan la patología con un deporte. Esto se viraliza mucho por medio de las redes sociales. Hay noticias del estilo: “Tuvo anorexia, se recuperó y ahora es bikini fitness”, cuando en realidad hay una transformación del trastorno alimentario. Así hay muchísimos ejemplos, que van cambiando según cómo esté transitando la vida esa persona y si surge alguna situación movilizadora o disparadora.

      Con respecto al diagnóstico, muchas veces no se le dice al paciente qué trastorno tiene, porque se “etiquetan” y se justifican con eso. Antes de tener una enfermedad, se es persona. El diagnóstico es útil solo para que el profesional sepa cómo abordarlo. Obviamente, el/la paciente sabe que tiene un trastorno alimentario, pero pocas veces se le da el diagnóstico. De más está decir que, según la gravedad, se harán tratamientos más o menos intensivos.

      Los trastornos alimentarios empiezan a manifestarse en la pubertad y/o adolescencia, ya que es el momento en el que el cuerpo empieza a cambiar, cuando la personalidad se está formando y la persona empieza a tener citas.

      Hoy en día también se están viendo trastornos en niños/as de 8-9 años en adelante. Un ejemplo: las niñas que crecen en el ambiente de la danza, donde hay una exigencia corporal muy grande. En general, los trastornos no suelen aparecer en adultos. Puede haber casos, pero no es lo habitual.

      Este libro no es solamente para personas que están atravesando un trastorno alimentario. También está enfocado hacia aquellas personas que están en tratamiento, padres, personas que estén con recaídas y quienes quieran pedir ayuda y no sepan cómo hacerlo. Además, es útil para aquellos/as que están atravesando un TCA y no conocen de qué se trata.

      Puede ser una gran ayuda para profesionales de la salud que quieran especializarse en trastornos alimentarios y tenerlo como material de lectura, o simplemente para quien tenga curiosidad sobre esta problemática de la que se habla tan poco.

      En este libro hablo sobre mi experiencia personal con un trastorno alimentario. Van a conocer la historia de cada etapa de mi vida y cómo se fue desarrollando mi enfermedad: cómo la viví, qué pensaba en cada momento, cuáles eran mis temores y la resistencia que tuve ante los tratamientos. Y también les cuento cómo es la vida después de la recuperación.

      Cada capítulo comienza con el relato de mi vida en diferentes edades y luego aporto mi mirada desde mi labor profesional, cuento casos del consultorio y les doy la palabra a mis pacientes. Al final, doy algunos consejos como profesional y expaciente para ayudarte a mejorar y darte herramientas que quizás no conoces y que te motiven a seguir adelante.

      Seguramente, la lectura de este libro te enseñe cosas que ignorabas y te provoque algunas reflexiones. Estos son algunos de los objetivos que me planteé al escribirlo y, por eso, me permito decirte lo siguiente:

       Si estás en recuperación, pero con dudas acerca de seguir o no el tratamiento, persevera.

       Si estás atravesando un trastorno alimentario y no pediste ayuda, pide asistencia a quien sea: amigos, familiares o un profesional.

       Si tenías prejuicios acerca de los trastornos alimentarios, podrás empezar a mirarlos de otra forma.

       Si eres profesional de la salud y detectas que un/a paciente tiene un perfil que indique un posible trastorno alimentario, derívalo a un profesional especializado.

       Si sueles hacer comentarios acerca del cuerpo de los demás o sobre lo que está comiendo otro/a, piénsalo dos veces antes de decirlo. Puede estar pasando por un trastorno alimentario o sentirse vulnerable.

      En este libro vas a aprender sobre algo de lo que no se habla. Vas a poder ver lo compleja que es la mente humana y lo difícil que puede llegar a ser un problema con la alimentación. Y vas a entender que la comida no es verdadero inconveniente, sino la punta del iceberg.

      También vas a tomar dimensión de lo que significa el proceso de recuperación y de lo que ganamos cuando finalizamos un tratamiento.

      Pero, fundamentalmente, a través de estas páginas quiero demostrarte que se puede salir de un TCA, que yo soy un ejemplo de eso, y que tener una vida que no gire alrededor de la comida es posible.

      Quiero que sepas que estoy acá, acompañándote en el camino y revelando mi propia historia, que espero sea un puntapié para contar la tuya o para que puedas ayudar a otros/as a que la compartan.

      Soy Agustina.

      Soy nutricionista.

      Transité un trastorno alimentario.

      Me recuperé y ahora quiero contártelo.

      Hasta el día de hoy me cuesta superar algunas marcas de mi infancia. Hasta el día de hoy paso por el colegio al que fui cuando era niña y me agarra piel de gallina. Sueño con mis compañeros/as; los veo de grandes y somos amigos. En ocasiones, sueño que regreso al colegio y que nos llevamos bien y, otras veces, que vuelven a dejarme de lado, tal como lo hacían antes…

      No fui una nena con sobrepeso; me doy cuenta de eso viendo mis fotos. Pero en el colegio era “la gorda”, aunque está claro que ni siquiera a un nene o nena con sobrepeso tendrían que decirle algo así. Yo era “la gorda” a la que dejaban de lado, junto a Vale y a Marian, mis amigas. A las tres nos excluían y, muchas veces, nos hacían pelear entre nosotras. Como se imaginan, había momentos en los que estaba muy sola.

      Mi aspiración en ese entonces era formar parte del grupo de compañeras, junto con las demás chicas. Y, un día, cuando tenía 9 años, ese deseo se cumplió. No recuerdo por qué me integraron al grupo, pero fui muy feliz. Íbamos todas a pasear al shopping, a los parques de diversiones, a comer, nos juntábamos en distintas casas, hacíamos bailes. Pero, de un día para el otro, me dieron una carta firmada por todas, que decía que las imitaba usando la misma ropa, que las copiaba. Apenas la leí quise llorar, pero me contuve porque estaba en la oficina de mi papá. Lo peor pasó al día siguiente, cuando en un recreo se reunieron, se ubicaron todas en ronda, me apartaron y me dijeron: “Te queremos decir que estás afuera del grupo”. Todavía recuerdo la angustia que sentí en ese momento. Ese día salí llorando del colegio y mi mamá me preguntó qué me pasaba. Mi respuesta fue: “Me duele la garganta”. Siempre me guardé todo…


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