Ginger. Ximena Renzo 'Endlesscurl'
que tú, huiría de aquí, Bombón —comentó papá cambiando de canal frente al televisor.
—No quiero huir, no va a servir de nada. Kim me encontrará —me quejé sentándome de lado en el sillón, sin dejar de apoyar la frente en el asiento.
—Oh, no, no. Yo lo digo porque volviste a poner tu cara en mis gases. —Rio dejando el control a su lado y yo me levanté mirándolo de reojo.
—¡El maquillaje! —me gritó Kim en cuanto salió del baño.
—¡No me pasó nada! —grité de vuelta, verifiqué en la pantalla del teléfono. —¡Dramática! —Le saqué la lengua y ella fingió secar el sudor al pasar su brazo por la frente, aliviada.
—¡La encontré! —habló mamá jalándome del brazo para que me levante. Me situó en medio de la rubia y la pelinegra. La sesión de fotos iba a empezar.
Por al menos veinte minutos, oí frases como «Ginger, sonríe», «Ginger, deja de encorvarte», «Ginger, ¡ponle un poco de ganas a la vida!». Aquella traidora intentaba hacerse la graciosa conmigo.
—Están preciosas. —Mamá nos miraba con ternura. Estábamos en la puerta de mi casa, despidiéndonos de ella y papá, que tuvo una pequeña interrupción de su búsqueda de películas en la televisión cuando alguien lo jaló del brazo. Mi madre, por si no quedó claro.
—¡Adiós, Bombón! —Me guiñó el ojo, veía su mirada burlona.
Y es que claro, como él iba a pasar el resto de la noche viendo películas y comiendo pizza. Dean y Bonnie Huff estaban en mi lista negra. Una por traición, y el otro por burlarse.
—¡Fiesta, fiesta, fies-ta! ¡Fiesta, fiesta, fies-ta! —canturreaba Kim encendiendo el auto mientras Alai cerraba la puerta de la parte de atrás y yo me ponía el cinturón, sentada al lado de la pelinegra.
—¡Cállate! —Puse mi dedo sobre sus labios y enseguida encendí el reproductor de música, una banda que no conocía empezó a sonar.
—¡Busca algo de Julien! —chilló Kim alzando el brazo, bailando un poco y Alai la apoyó, accedí buscando algo en mi teléfono.
—Okay. Pero maneja y deja de hacer eso. —Me reí con ellas y la canción empezó a sonar «911» de Julien Garnier, de nuevo.
El camino a casa de Bradley no era tan corto, Kim manejó al menos cuarenta minutos, aunque gracias al concierto que armamos en el auto, hizo que el tiempo pasara volando como un reloj que caía por la ventana.
—Aquí estamos —declaró Kim aparcando el auto.
—Sip. —recalqué la letra p, plegando más los labios.
—¿Qué tal si entramos? —preguntó Alai, asomando la cabeza por en medio de nosotras, sonreí al verla.
—Es cierto, mini Kim —dijo mi amiga, suspiré. Necesitaba decirle algo o no iba a poder respirar tranquila.
—Kim, se llama Alai...
—No te preocupes, Ginger. No me molesta. Al contrario, me gusta que me llame así. —Sonrió la rubia encogiéndose de hombros. La miré, estaba feliz.
—¿Oíste, Huffy? —Rio Kim sacándome la lengua y de inmediato salió del auto.
Tomé un poco de aire antes de salir y me acomodé los pequeños tacones que elegí. Por suerte no se me hacía difícil caminar con ellos.
—¡Ginger! —una voz inconfundible llamó. Sentí una brisa que me hizo temblar. ¿Sería el frío?
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