Ginger. Ximena Renzo 'Endlesscurl'
se lanzó sobre mí y casi me ataca. ¡Fue espantoso! —se quejaba mi hermano mientras yo reposaba en el sillón.
—Lo contaste muchas veces, Nate. Viajaste por muchos lugares y te empeñas en contar los primeros viajes en Sudamérica. En serio, basta. Si quisiera saber, solo leería True Colors —me quejé con la almohada en la cara.
—¡Pero ese delfín me quería hacer daño! —lloriqueó como un niño y volví a bufar. Necesitaba un nuevo hermano.
—Chicos, ¿que creen? ¿Bolso rosa o bolso dorado? —preguntó Alai bajando la mitad de las escaleras.
—¡Dorado! ¡Rosa! —dijimos al unísono Nate y yo.
—¡Rosa! ¡Dorado! —repetimos.
—Má, ¿qué dices? —preguntó ignorando nuestra maravillosa perspectiva de la moda.
—Rosa, cariño. —Sonrió mamá y Alai asintió subiendo las escaleras.
—¿Y por qué a ti si te hace caso?
—Tengo buen gusto, soy diseñadora de interiores y de moda. —Se señaló orgullosa. —¿Ustedes qué tienen? —bromeó haciéndonos reír. —Además, soy su mamá, y como dice mi querida consuegra, Jay... Lo que dice la mamma se hace.
—¿Cuándo veremos a los Rizzo? Vini dijo que me enseñaría a usar su escopeta —conté y mamá giró a verme alarmada.
—¿Dijo qué?
—Má, tranquila... Don Vini sabe lo que hace.
—¿Entonces por qué te aceptó como yerno? —pregunté molestándolo y Nate giró a verme, fingió que se reía.
—Qué gracioso eres, ja, ja. Eres más gracioso que los chistes de Abby.
—Pero si son malísimos.
—Exacto. —Me guiñó el ojo y yo reí sacando el teléfono.
—Te acusaré con chispita y dormirás en el suelo.
Gordito
Abby, tu esposo acaba de admitir que tus chistes son malísimos. Solo quería contarte para que no lo dejes entrar a casa cuando lo veas. Te quiero, adiós.
14:24
Cuñada favorita
Gracias por avisar. Dormirá con el perro
14:27
Pd: Nota mental. Necesitamos adoptar un perro.
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Pd2: Te quiero mucho.
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Sonreí a mi hermano que entrecerró los ojos mirándome.
—Bien, ya que no está Alai, ¿pueden contarme qué pasó? Han estado evitando el tema toda la semana.
—Papá quiere pasar tiempo con ustedes, es eso. Al parecer el tiempo que estuvo en Sudamérica, en Perú para ser más exactos... Fue porque estaba rehabilitándose.
—¿Ha estado casi doce años alejado de nosotros y de pronto quiere arreglar todo con un simple «volví»?
—No lo sé, él quiere hablar con ustedes. Bueno, con nosotros en realidad... —Nate parecía pensar en voz alta más que hablarlo conmigo.
—No lo entiendo —negué jugando con mis dedos. —No es justo.
—No todo es justo en esta vida —habló Nate encogiéndose de hombros.
—Pero... ¿Qué les dijo cuando nos mandaron fuera de la oficina? —Nate miró a mamá, y cuando iba a responder, bajó Alai.
—¡Estoy lista! —me gritó, se acercó corriendo y tomó mi brazo jalándome a la salida.
—¡Yo también quiero ir! —dijo Nate corriendo hacia nosotros y metiéndose al auto de cabeza.
¿Y ahora qué hago? ¿Cómo iba con mi hermano a casa de Ginger evitando que lo viese?
—Bien, Nate. Vas a ir, pero no puedes salir del auto —dije dando la vuelta a la calle.
—¿Por qué? —preguntó acomodándose en el asiento de atrás, ya que al entrar por la ventana, se le había caído el teléfono del bolsillo.
—No sé si te acuerdas, ponte un poco en el personaje, ¿bien? Eres Nate, esposo de Abby... Autora favorita de Ginger. ¿Por qué rayos estaría el esposo de su autora favorita en mi auto? Regalo de cumpleaños dudo que seas, ¿verdad?
—Mira, yo sería un regalo de cumpleaños formidable.
—Es que mi hermanito es tan guapo —habló Alai lanzándole un beso al aire a Nate y yo fruncí el ceño.
—Yo soy el favorito aquí.
—Solo cuando yo no estoy, Gordito. —Rio Nate y encendí el reproductor para no oírlo.
—Tiene que ser una broma —me quejé cuando Alai y Nate empezaron a gritar como fans locas.
Alai lo hacía realmente y Nate la imitaba moviendo los brazos con energía.
—¡Julien Garnier! ¡¡Te amo!! —gritó Nate y yo me planteé el hecho de saltar por la ventana. Lamentablemente estaba manejando y tenía que mantener mis cinco sentidos en una sola cosa.
Llegar a casa de Ginger con esos revoltosos llamados hermanos iba a ser un reto.
—Yo solo quiero una señal para quererte, una señal para despertar a...
—¡Cállense! —les grité apagando la radio, entonces mis hermanos abuchearon.
—¡Aburrido! —murmuró Nate y rodé los ojos.
—Miren ahí están Kim y Ginger —dijo Alai señalándolas. —Bueno, ahora solo Kim...
Ginger nos había visto y se metió a la casa de Kim. O estaba enojada, o quería ir al baño.
—Bueno, adiós —dijo Alai abriendo la puerta.
—Oye, oye, no tan rápido. —Bajé también y la detuve. —¿Llamarás para venir a buscarte?
—Sí, señor —contestó poniendo la mano en su frente, imitando el saludo militar.
—Y si aparece Jake, llamarás también.
—Sí, señor. Aunque eso no te incumbe, señor —dijo riéndose y entrecerré los ojos.
—Y si...
—Theo, sé lo que tengo que hacer. —Resopló harta de mí.
—Hola —dijo Nate sacando la cabeza por la ventana sonriendo como tonto, empujé su cabeza y traté de cerrar la ventana al ver que Kim se acercaba, pero no lo logré.
—Hola, chicos. —Sonrió mirándonos. —¿Quién es ese señor?
—Un... Amigo —contesté saludándola.
—Se me hace conocido, ¿no lo he visto antes? —preguntó acercándose a la ventana, Nate llevaba unos lentes de sol y un sombrero, me reí viéndolo y me golpeé la frente.
—Hola —dijo Nate sonriendo.
—Hola, soy Kim —saludó ella.
—¿Y Ginger? —preguntó Alai haciendo que Kim se acercara a nosotros.
—Quería ir con urgencia al baño.
Lo sabía. Pero necesitaba sacar a esa loca antes de que se entere de mi hermano. Al parecer el «disfraz» de Nate había servido de algo.
—Hola, peque. Hola, bicho. —Asintió saludando con la mano.
Oh, rayos. Nate cerró la ventana al verla y caminamos hacia la puerta de la casa de Kim para saludar a Ginger.
Luego de un momento más de distracción