¿Algo pendiente?. Adelaida M.F.
doce meses insistiéndole para que lo intente. ¿Quién sabe? A lo mejor el muchacho también se ha fijado en ella.
El problema de mi amiga es que espera a que el hombre tome la iniciativa, porque en la primera toma de contacto se corta bastante. Después de que él se acerque, ya no hay quien la pare y deja toda la vergüenza a un lado. Pero, mientras que eso ocurre, ella se vuelve toda indiferente. Así que, si él no sabe interpretar sus señales, va a creer que pasa de él.
La verdad es que no sé de dónde le viene esa especie de vergüenza a la hora de acercarse a los hombres, porque es una chica que se hace notar. Con ella a mi lado casi nunca ligo, eso ha sido así desde siempre. Pelo negro hasta media espalda y ojos grandes verdes. Alta y bien proporcionada; aunque, según ella, la grasa que le falta en el pecho se la pusieron en el culo. Sí, esa parte es la que más atrae a los hombres, pero no tiene un trasero a lo Jennifer López ni nada parecido. A mí me saca casi diez centímetros de estatura. Y yo la verdad es que estoy bien servida de todo. Culo, pecho, piernas…
Tengo los ojos color miel, nada del otro mundo, pero me veo guapa y me siento bien con mi cuerpo. Los quebraderos de cabeza me los provoca mi pelo. Es castaño claro y, en verano, parece que llevo mechas rubias. Tengo demasiada cantidad, y en invierno se me encrespa mucho. Hace unos años cometí una locura; era verano y estaba muriéndome de calor, así que me lo corté a lo garçon. A mi madre y a mi exnovio casi les da un infarto. Siempre lo había tenido a media espalda y, al verme así, mi novio hasta sugirió que me comprara una peluca. ¡Se enfadó y todo por no habérselo consultado, como si él mandara sobre mi cuerpo! Ja. Es verdad que el corte no me favorecía mucho, pero es que Raúl tenía fijación por las chicas de pelo largo. Por eso, cuando me dejó, decidí que no volvería a dejármelo crecer tanto. Ahora suelo llevarlo por encima de los hombros o un poco más abajo, pero se acabó la melena larga.
Miro de nuevo su mensaje y tecleo una respuesta.
Victoria:
Es tu oportunidad, acércate a él. Por lo menos, que note que estás interesada.
Su contestación tarda apenas unos segundos.
Lucía:
Pero qué dices, loca. ¿Quieres que haga el ridículo y que me mande a la mierda? ¡Que voy a tener que seguir trabajando con él!
Tecleo la respuesta rápidamente.
Victoria:
A ver, Lucía, no seas cobarde. ¿No dijiste la otra noche que ya estabas cansada de besar sapos? Quizá sea tu príncipe.
A veces mi amiga me saca de quicio por su falta de confianza en sí misma. Es una mujer impresionante, pero no es capaz de verlo. También es que ha tenido mala suerte con sus novios. Todos han intentado anularla de una manera u otra, siempre la han hecho sentirse inferior a ellos. Le cuesta valorarse a sí misma.
Lucía:
Mi príncipe y el de medio hospital. Que no veas algunas enfermeras lo descaradas que son.
Victoria:
Seguro que tú eres mejor que todas ellas. Así que déjate de excusas y échale ovarios. Ya me cuentas. Suerte.
Su respuesta me hace sonreír.
Lucía:
Gracias, experta en el amor.
Dejo el teléfono sobre la mesa y sigo enviando currículos mientras también le doy vueltas a lo de Barcelona.
Por una parte, me apetece ir. Desde aquel fin de semana en Ávila no he vuelto a viajar a ningún lado y, si no aprovecho ahora que tengo tiempo libre, ¿quién sabe cuándo volveré a tener otra oportunidad? Pero es que realmente me preocupa mi reencuentro con Oliver. No porque vayamos a lanzarnos cuchillos, sé que por su parte fue como si no hubiese pasado nada. Apuesto a que ni se acuerda de mi momento bochornoso. Pero, aunque dicen que el tiempo lo cura todo, es verdad que todavía le guardo un poco de rencor. Sí, éramos niños, y sé que suena un tanto infantil que aún me sienta así, pero lo que ocurrió entre nosotros marcó una etapa de mi vida, una de las peores, y no me resultó fácil pasar página después de aquello.
4
Al final termino aceptando el viaje a Barcelona.
Mi madre seguía insistiéndome, con fingido disimulo, por supuesto, y yo… Bueno, mi lado curioso se muere de ganas de ver a Oliver.
Cuando le comento mi decisión a Lucía, esta me sugiere que, además de retomar nuestra vieja amistad, podríamos incluso llegar a intimar. Según ella, si es bombero, tiene que estar tremendo; pero Oliver siempre ha sido un palillo, no me lo imagino todo cachas. Además, que no voy a enredarme con el hombre que me rompió el corazón a los doce años. Y hay demasiada confianza y años de relación entre nuestras familias, por no hablar de lo que puede costarnos retomar nuestra amistad, para tener un rollito de verano. Ni siquiera sé cómo va a tomarse mi visita. Aunque tengo entendido que vive solo, a lo mejor no tendré que verlo todo el rato.
Esta semana he tenido dos entrevistas de trabajo. En una me pedían doscientos niveles de inglés que no tengo; bastante que conseguí sacarme el B1 siendo la más torpe con los idiomas y con el pastizal que me costó. Y la otra era un buen trabajo de administrativa, pero estoy a la espera de que me llamen.
Todavía quedan dos semanas para el viaje, pero mis padres ya están como locos preparándolo para que a última hora no se nos olvide nada.
Como nos vamos en coche, mi padre tiene que llevar el suyo al taller y revisarlo de arriba abajo. Le he ofrecido el mío, pues hace tres meses que le hice la puesta a punto, pero me ha dicho que vamos a ir los tres y las maletas como sardinas enlatadas. Es cierto que mi coche, un Nissan Micra del 2012, no es demasiado grande, pero tanto como eso…
He llamado también a dos amigas de allí para contarles lo de mi visita, pero, por desgracia, a una le coincide con sus vacaciones y se va de crucero, y la otra está trabajando fuera de España.
Estupendo. Diez días allí más sola que la una, sin nadie con quien salir. No espero que Oliver y yo nos volvamos amigos de la noche a la mañana. Y, si encima está de baja, no me lo imagino como compañero de salidas. Pero ¡oye!, quizá yo estoy dejándome llevar por toda mi frustración y traición infantil, y Oliver me haya echado incluso de menos.
Ah, se me ha olvidado contaros. Lucía ha dado un paso más con Jaime, el doctor buenorro. Él le envió una petición de amistad por Facebook. Me ha llamado tan emocionada que parece que le han pedido matrimonio en vez de una solicitud de amigos. Según ella, ahora hablan por los pasillos; aunque nada de temas profundos, se interesan por sus fines de semana y poco más. Ya estoy temiéndome que Lucía se conformará con ser su mejor amiga antes de tener el valor de lanzarse a su cuello. Y todos sabemos que no hay nada peor que entrar en la llamada friendzone.
El viernes, tres días antes de mi viaje, quedo con Lucía para cenar en un mexicano y después darnos una vuelta y tomarnos algo. De día hace bastante calor, pero las noches son fresquitas. Me pongo un vestido azul marino de manga corta y mis sandalias de cuñas más cómodas. Cuando Lucía llega adonde hemos quedado, la miro con los ojos como platos. La muy zorra está impresionante. Lleva puesto un pantalón negro cortito, un bodi con los hombros al descubierto y unos taconazos de infarto.
—Eh…, ¿hola? —la saludo divertida—. ¿Estás segura de que has quedado conmigo?
—Qué idiota, pues claro que sí —me responde con una amplia sonrisa.
—Pues menudo modelito, chica. ¿Cómo pretendes que ligue contigo a mi lado?
—Anda ya. Tan solo me apetecía ponerme mona —me contesta evitando mi mirada y rascándose la punta de la nariz.
Vale. Está ocultándome algo. Ese es su gesto característico cuando está nerviosa.
—Suéltalo, anda. Que parece mentira que todavía