Lo que vendrá. Josefina Ludmer
el “objetivismo” deshumanizado; en 1964 Lucien Goldmann afirmaba que Robbe-Grillet y Natalie Sarraute “cuentan entre los escritores más radicalmente realistas de la literatura francesa contemporánea”.
2 Sacerdote, detective y juez tienen en Leñero la misma función narrativa; en El garabato el personaje perseguido acude a un sacerdote para confiarle su historia y pedirle protección; el sacerdote lo remite a un detective que se llama Munguía, el mismo nombre que el detective de Los albañiles.
3 Las funciones novelísticas del detective coinciden, referencialmente, con las del lector y en parte con las del autor reales. No nos detendremos en esto; el público al cual se dirige Leñero y al cual señala su función al atribuir una función determinada a su lector ficticio es no un público sino la figuración de un público futuro. Leñero quiere romper definitivamente y al mismo tiempo con el esquema del autor sobreprotector e hiperactivo que excluye la actividad del lector, y con el esquema del lector consumidor, que recibe pasivamente la ficción. El lector de Leñero parece estar a mitad de camino entre el lector pasivo y el crítico literario: ha superado la lectura consumo pero no comunica acabadamente su interpretación; no se expresa del todo; su destino es siempre el silencio, su lectura se realiza en soledad y concluye en soledad.
4 Este sistema es absolutamente comparable a la relación entre paciente y terapeuta en la situación analítica: el analizado transmite información acerca de sí mismo y el terapeuta acerca del analizado; se trata de un diálogo asimétrico en el que un miembro aporta material y el otro trabaja sobre ese mismo material ordenándolo, interpretándolo, pero no emitiendo a su vez material propio. Del mismo modo que en las novelas de Leñero, el analista remite el discurso del analizado a otra lengua, la del inconsciente; en Leñero los discursos de los personajes pueden considerarse significantes (o formas) y leerse sobre otras varias lenguas.
5 La voz adolorida. Universidad Veracruzana, Xalapa (México), 1961.
6 A fuerza de palabras. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1967.
7 Estudio Q. Joaquín Mortiz, México, 1964.
8 El garabato. Joaquín Mortiz, México, 1967.
9 Hablante y oyente son personajes, agentes; se sabe que el narrador es, en este caso, la instancia impersonalizada a partir de la cual se ven y sienten personajes y cosas; el narrador de Los albañiles no está situado en un ángulo fijo de la narración sino que se desplaza continuamente; sigue un movimiento desde el interior del grupo, partiendo de Jesús, hasta el interior del detective.
10 Los juegos son significativos. Mientras que en Jesús, en sus historias y en el sentido mismo de la historia del grupo –en tanto circularidad, tiempo mítico– el juego es la ruleta, el grupo de detectives que no interrogan juega al dominó. La antítesis no es solo circularidad frente a linealidad; es sobre todo ser jugado por el azar y jugar el azar. El dominó, con su mezcla de fichas, es el juego de fondo de la actividad mental del detective; las fichas que mezclan los ociosos compañeros de Munguía son los nombres y las situaciones que mezcla el mismo Munguía; el juego de dominó que se va armando, sus líneas rectas, irreversibles, son las sucesivas construcciones estructurantes del detective. Leñero es ingeniero civil aunque ya no ejerce esa profesión; sus novelas tienen, desde el ángulo del receptor y de su actividad mental, un claro sentido constructivista; las narraciones de los personajes construyen un grupo; los albañiles construyen el edificio, tumba de Jesús, recinto común y obra común.
11 El culpable del crimen de Jesús es el grupo entero. El personaje individual o colectivo de la ficción en el interior de las novelas de Leñero es siempre un sujeto culpable, objetiva o intrapsíquicamente. En A fuerza de palabras, el personaje asesina a su único amigo; en Estudio Q ha deseado a su hermana; en El garabato la culpabilidad se escinde: el crítico literario se siente culpable por su relación con su amante, y el personaje perseguido es el personaje ficticio, sujeto de la novela que el crítico lee. Si la culpabilidad es el tema de la ficción en las novelas de Leñero, el “lector” (detective, director de cine, crítico, médico) asume rasgos persecutorios.
12 Patotas sería el único personaje no incluido en estas dos leyes: acusa a Federico Zamora por puro odio de clase, por vengarse de la explotación. Pero Patotas tiene un rol de sustitución, no es un verdadero personaje, es tan abstracto como su acusación, dentro de los límites de la novela. El detective no quiere escucharlo, lo despide constantemente; Patotas se esfuerza por hablar; en la jerarquía de la novela es el personaje que repite, por única vez, una situación: ocupa el mismo lugar en la pirámide, o muy levemente inferior, que Jacinto. Se contrapone a Jacinto porque tiene muchos hijos y es analfabeto (Jacinto perdió a su único hijo y es letrado), pero esta contraposición es complementaria: arma con Jacinto una misma imagen, es su doble. Su única función novelística es la necesidad, o la exigencia de Leñero, de que algún albañil se dirija directamente contra el explotador. Pero el hecho de que sea Patotas el que lo haga, el personaje sin otra función y rechazado por el detective, el personaje no enmarcado en las leyes que rigen la novela, introduce un hecho falso novelísticamente: se trata de relaciones sociales veladas por el paternalismo. Lo familiar, la imagen del padre que inviste al superior, lo desocializa y desclasiza; a pesar de que toda la novela es una metáfora de las relaciones sociales desiguales, la lucha real es contra el paternalismo por un lado y por el mantenimiento del paternalismo por el otro.
13 Podrían hacerse cuadros sociológicos precisos sobre la situación de los albañiles, de los dueños de empresas constructoras, sobre el funcionamiento de un pequeño grupo; podrían interpretarse psicológicamente las conductas de cada personaje según los datos de su pasado; podría tipologizarse suficientemente cada actitud; puede elaborarse una interpretación teológica sobre el mal y la culpa, sobre Jesús y el chivo emisario, sobre la víctima que paga con su muerte el pecado original. Pero sobre el mito teológico puede elaborarse la lectura psicoanalítica: la muerte del padre de Jesús, que reitera la muerte del mismo Jesús (se conoce la vigencia de la ley del talión: Jesús muere porque debía pagar una deuda de sangre). El grupo de hermanos asesina al padre, le quita mujer y dinero; surgen las luchas por ocupar su lugar, lo cual lleva, por imposibilidad de cada uno de alcanzarlo, o un pacto que prohíbe el fratricidio (se hace puramente mental) e instaura la historia, con la exogamia y el culto al padre muerto. Los albañiles han eliminado al padre y están en la etapa de la lucha inmediatamente posterior. El crimen original se expía por el sacrificio del hijo: el crimen de Jesús será reparado por el de Isidro, su hijo, cuya muerte está prefigurada en la muerte del otro Isidro, hijo de Jacinto. La acumulación en Jesús de los rasgos malos (demoníacos) se explica por disociación de una representación ambivalente y la acentuación de un elemento de esa ambivalencia. Se sabe que el demonio es un ángel caído de la misma naturaleza que la divina; se sabe que los símbolos del mal (a nivel semántico y mítico) son el revés de un simbolismo más vasto, el simbolismo de la salvación: a todo esto alude la figura de Jesús, que además es epiléptico, está poseído por el morbus sacer.
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