Lo que vendrá. Josefina Ludmer

Lo que vendrá - Josefina Ludmer


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      Afirmación genérica: “El argentino está descontento con todo y consigo mismo, es rencoroso, está lleno de resentimientos, es dramático y violento” (Bruno, p. 168).

      Demostración: (Tito) “Chiquito y estrecho de hombros, con el traje raído, parecía meditar en la suerte general del mundo. Después de un rato, volvió su mirada hacia el mostrador y dijo: –Este domingo ha sido trágico. Perdimos como cretinos, ganó San Lorenzo, ganaron los millonarios y hasta Tigre ganó. ¿Me querés decir a dónde vamos a parar?

      Mantuvo la mirada en sus amigos como poniéndolos de testigos, luego volvió nuevamente su mirada hacia la calle y escarbándose los dientes, dijo:

      –Este país ya no tiene arreglo” (p. 35).

      O también: (Bordenave) “Luego siguió hablando de los políticos: todos estaban corrompidos”. Los industriales, los militares, los obreros. “En fin, aquí no había que hacerse mala sangre, esto era podredumbre pura y nada tenía arreglo” (p. 172).

      ¿Reales? Sí. ¿Testimonios? ¿Es que todo realismo es testimonial? No lo es. Solo el realismo que a través de cosas, seres, acontecimientos, remite a una realidad total, que no solo comprenda una situación estrecha y limitada, sino el máximo de posibilidades y perspectivas humanas, que dé cuenta de una totalidad concreta que englobe a individuos e ilumine la historia. Los “personajes testimonio” no transparentan sino falta de conciencia, no remiten sino a un mal difuso y derraman a su alrededor una culpa colectiva que nadie asume. “No somos ni Europa ni América”, y somos culpables por esto, por este caos nacional, de que “este país no tenga arreglo”: el único llamado a la libertad en Sobre héroes es la presencia de la murga en la quema de las iglesias, que Sábato condena en la actitud del obrero traidor.

      Tito D’Arcángelo: un pintor, un proletario, un hijo de inmigrantes, vota por los conservadores por razones personales. El Loco Barragán: borracho, profetiza tiempos de fuego que sobrevendrán no se sabe cómo y purificarán algo indeciso. Hortensia Paz: La Resignación, la miseria de un cuartucho pero la simple alegría de vivir. El peronista: representante más puro de la moral del amo y criado, del respeto, del silencio del oprimido frente al opresor. Bucich: solo bondad, generosidad y trabajo. Ese es el testimonio de Sábato, “las razones personales”, el futuro de fuego que no forjarán hombres, la resignación sobre la cual hay tantos frustrados, aplastados, víctimas como Hortensia Paz, la culpabilidad del peronista, la condenación de Dios que segrega la dama de las casullas, el miedo, la pasividad. Por eso decimos que el testimonio de Sábato es el testimonio de la falta de conciencia; solo personas y hechos negativos desde el punto de vista del desenvolvimiento histórico; la mirada de Sábato distingue nada más que el fracaso; si el futuro y el progreso histórico no es una realidad causalmente necesaria sino una posibilidad ofrecida a la acción del hombre, el futuro de nuestro país que se vislumbra a través de Sobre héroes y tumbas es el futuro opaco y alienado de Tito D’Arcángelo, el futuro resignación de Hortensia Paz, el futuro evasión de Martín, el futuro soledad de Bruno. Y el pasado de la derrota: un héroe muerto, un Lavalle desesperanzado, un movimiento anarquista en disolución, un peronismo incendiado. El acento de la novela está puesto sobre las tumbas.

      Pero Sábato invierte la moral metafísica de la burguesía: para un burgués, él es el Bien y el proletario es el Mal; en Sobre héroes el proletario, el trabajador, el pobre, el “hombre de pueblo” es el Bien y el burgués es el Mal. Los muchachos del café, a pesar del “escepticismo argentino” son buenos, generosos, desinteresados: Tito lleva a comer y a dormir a Martín, Bucich lo transporta al sur, Hortensia le confiere el don de la esperanza; pero Molinari, el industrial anticomunista, defensor de la moral y la libre empresa, solo da consejos tan absurdos que es necesario vomitarlos. La oligarquía tradicional que no muere con la familia de Alejandra (que no se adaptó a los “nuevos tiempos”) sobrevive, ridícula, en las palabras de Quique; la burguesía en la inhumanidad de Molinari; el pueblo, replegado en su bondad. El pueblo es el Bien, pero ¿por qué? ¿Por qué no sufre la reificación, la cuantificación de las relaciones humanas que ataca a la burguesía? ¿Porque ha recibido el don de la esperanza? ¿Porque sufre? Sábato no da razones: su moral no es ética, es metafísica. Un problema cuyas raíces son concretas, verificables, comprobables, como es el de una ética de una clase social, es visto por Sábato como un don, inverificable, esencial. Y así como el caos nacional también es explicable por razones concretas y por lo tanto modificable, histórico, pero en Sobre héroes aparece como caos metafísico, como el “no ser Europa ni América”, como pecado original, del mismo modo el pueblo es noble y bueno, es el Bien. Ese llamado a la pureza del pueblo se llama populismo; no hay lucha de clases, no hay intereses, hay el consuelo de los humildes en sus valores espirituales y el consuelo de los burgueses en sus privilegios; Sábato ve una sociedad en marcha hacia el fracaso, con hombres sin conciencia, sumida en el caos, pero cristianamente dividida en buenos y malos.

      EL INCENDIO DEL PERONISMO

      La narración de Sobre héroes transcurre en la época de Perón, entre 1953 y 1955, cuando “la revolución” había terminado hacía rato. El impulso inicial del peronismo, antiimperialista y tendiente a crear una nación autónoma, se había desvanecido. No habríamos de asistir ya a una revolución social, sino a un régimen que empieza a transar y defenderse, impotente, por su composición de clase y por su ideología, de dar el salto. Sábato tomó conciencia de lo que había pasado en el peronismo después de la Revolución Libertadora, en 1956, cuando en El otro rostro del peronismo cae en la cuenta, al ver llorar a una sirvienta en un pueblito de Salta, de que había otra faz que se le había escapado: que el peronismo había sido un régimen popular.3 En Sobre héroes, aparte de las alusiones a Perón, de los chistes sobre Juan Duarte y Aloé, de Poroto, uno de los muchachos del café, que dice: “Hace bien Perón y todos esos oligarcas habría que colgarlos todos juntos a la Plaza Mayo”, Sábato elige un hecho: la quema de iglesias posterior al bombardeo de la Plaza de Mayo, el 16 de junio de 1955. Creemos que la intención no es poner de manifiesto la violencia y las vejaciones del régimen. ¿Lo elige porque fue un hecho que impactó a todos, un hecho representativo, el punto concreto de la ruptura con la Iglesia? ¿O porque Sábato realmente cree que las culpas y los males se purifican con el fuego, y este incendio, de algún modo, empezaba a dar fin a esa época “corrupta e inmoral”? El fuego es, efectivamente, una constante en la novela: el Loco Barragán, profeta borracho, anuncia que vendrán tiempos de fuego para purificar, Alejandra sueña con fuego, Alejandra y Fernando mueren en el fuego. Y aquí la quema de iglesias. El fuego, la muerte, las cenizas, el calor intolerable elevado a su tensión máxima, la ebullición donde todo perece; Martín huye al sur, donde hace frío, donde el aire es puro y seco, transparente, asexuado, casi tan puro y perfecto como el pensamiento abstracto. En el fuego se consume el sexo, alrededor del fuego baila y canta la murga de los peronistas que incendian los símbolos de la fe; Sábato construye una escena fantasmagórica y terrible: “Se oía el bombo como en un carnaval de locos”.4 En el incendio de las iglesias arde un carnaval, la libertad, la alegría, el desenfreno, los gritos, las obscenidades, la promiscuidad. En medio de ese desorden una mujer rubia y pura rescata una virgen, Martín y un obrero la llevan a su departamento, lujoso, de la calle Esmeralda, una vez más vuelven llevando casullas. Sábato elige, para representar al peronismo, a un “peronista bueno”, que se avergüenza de su adhesión a Perón, que cree que “los que quemaron las iglesias son unos pistoleros”, que ayuda a una “señora rica” a llevar santos a su casa, que condena la violencia, que baja la cabeza y aguarda en silencio, que trata de justificar con su pobreza la afiliación al peronismo; Sábato elige a un criado silencioso, respetuoso, lleno de candor, purificado por el trabajo, Sábato exalta a un peronista contrario a los que bailan y se insultan en el incendio; Sábato elige, una vez más, a un arquetipo de la falta de conciencia, a un generoso y resignado obrero capaz de tender su mano por encima de las clases sociales.

      Esto y nada más es el peronismo en Sobre héroes, un gesto, una mano que se tiende, la generosidad del humilde: como Bucich y Hortensia Paz, el peronista da, es bueno. El peronismo como situación histórica y social no incide para nada en lo novelístico, es una escenografía de adorno, retórica, el


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