Los civilizionarios. Víctor M. Toledo
que bombardean día y noche las mentes de los seres humanos por todos los rincones del planeta se vuelven disfuncionales. La civilización moderna aparece cada día como una gigantesca maquinaria dedicada a la doble explotación que realiza una minoría de minorías sobre el traba jo humano y el de la naturaleza. Tal explotación se adereza, oculta, desvanece, maquilla e incluso justifica por todos los medios posibles. El capitalismo no cumple las expectativas de bienestar, equidad, justicia, seguridad y democracia que siempre pregonó; además, a los ojos de los ciudadanos del mundo aparece como un mecanismo indetenible que parasita y depreda. En este nuevo panorama, el Estado va quedando al descubierto como la instancia dedicada a defender, legitimar, justificar o imponer los intereses del capital corporativo, en el brazo al servicio de la concentración y acumulación de riquezas. Las figuras de los grandes plutócratas, idealizadas y alabadas por revistas, programas televisivos, películas y medios digitales e impresos, desde Walt Disney o Henry Ford hasta Steve Jobs, Bill Gates o Carlos Slim, se desploman y las sustituyen los cientos de empresarios corruptos en pleno contubernio con criminales y mafias políticas. El mercado, concebido como la vara mágica de la innovación, el desarrollo y el progreso, se delinea por la fuerza de los hechos en un escenario brutal de competidores sin escrúpulos o corruptos y en un inexorable perfeccionamiento de los monopolios. El mundo se ha convertido en un gran casino; y su devenir, en guerra despiadada entre el capital y el Estado de un lado, y la humanidad y la naturaleza del otro.
El mundo de ficción construido por el capital se resquebraja. Antes de los Papeles de Panamá aparecieron la gran crisis financiera de 2008 y el rescate con los impuestos ciudadanos de los bancos quebrados, el espionaje masivo, el lavado de dinero, las trampas de Volkswagen y otras automotrices, los actos corruptos de reyes, presidentes, primeros ministros, cardenales y obispos, magnates y ejércitos, la comprobación científica de la inequidad social y económica, la megaconcentración de las riquezas, la injusticia agraria mundial, la depredación despiadada de la naturaleza, el peligroso desequilibrio del ecosistema global y los cambios climáticos, el gasto bélico y la amenaza nuclear. La tecnología, el petróleo y el mercado conducidos por la racionalidad del capital han creado un mundo más —no menos— peligroso e injusto. Quedan como testimonios irrefutables los datos duros derivados de sendos estudios. Los 62 seres más ricos del mundo (sólo nueve mujeres entre ellos) poseen una riqueza igual a la de 3 600 millones de otros miembros de la especie (Oxfam Internacional), una situación agravada entre 2010 y 2015. Por otra parte, tres investigadores suizos develaron tras el análisis de la base de datos Orbis 2007, donde figuran 37 millones de empresas, que un grupo de solamente 1 318 corporativos y bancos domina la mayor parte de la economía mundial (New Scientist, 19 de octubre de 2011). Todo ello, mientras luego de dos décadas de reuniones mundiales no se logra detener el calentamiento del planeta que la tríada mercado/tecnología/petróleo, la civilización moderna, ha generado.
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