Teología en movimiento. Arianne van Andel
da más importancia al conocimiento intelectual que a otras formas de conocimiento. El conocimiento racional de las ciencias o de la política, que está generado sobre todo por varones, está nombrado como “conocimiento verdadero”, mientras el conocimiento obtenido en la vida diaria es degradado como “sólo conocimiento desde la experiencia”.
El conocimiento androcéntrico lleva a negar gran parte de la realidad. En las ciencias sociales vemos una atención desproporcionada por los varones que “hicieron la historia”. En los reportajes de guerra transmitidos en los medios se informa sobre todo sobre los soldados muertos, mucho menos sobre las mujeres o niños y niñas afectados o sobre la naturaleza contaminada. Según Gebara, también las primeras teologías que partieron desde la realidad social mantuvieron un carácter patriarcal, jerárquico y universalista, porque no tomaron suficiente distancia de la epistemología tradicional
La pregunta fundamental de una epistemología ecofeminista es: ¿a qué experiencia se refiere una cierta afirmación sobre la realidad? De este modo, conocer no es un proceso lineal, sino circular, donde se siguen añadiendo experiencias que pueden modificar el conocimiento que se tenía en el punto de partida. Una epistemología ecofeminista quiere ser incluyente y holística. Sus fuentes incluyen las emociones y la afectividad, reconociendo que la razón no tiene autonomía absoluta en el cuerpo que somos, y no puede ser aislada totalmente de otras dimensiones de nuestro ser. Reconoce la diversidad de experiencias y sus expresiones, sin poner límites absolutos sobre nuestra manera de conocer, y de esa forma muestra la relatividad de todas nuestras verdades, incluyendo las verdades teológicas21.
Ser persona en interdependencia recíproca
La suposición fundamental de una epistemología holística, según Gebara, es que la experiencia más profunda que compartimos es una vivencia de interdependencia recíproca entre todos los elementos del cosmos. Como seres humanos no sólo formamos parte de un todo, sino que el todo también es parte de nosotros. Estas afirmaciones son inspiradas por descubrimientos nuevos en las ciencias naturales, que revelan la interdependencia compleja entre todas las formas de vida. Muestran que la evolución, iniciada con un “Big Bang” (gran explosión), se mueve irreversiblemente desde una singularidad de energía infinitamente densa hacia una diversificación cada vez mayor, en un proceso simultaneo de coincidencias y leyes físicas. En este proceso somos todos y todas finalmente parte de la misma fuente, y a pesar de la diferenciación se mantiene nuestra interdependencia y afinidad original22.
Gebara cuestiona en base a esta visión el concepto de “persona” de nuestra sociedad, que también estaba a la base de la teología de la liberación, en la que se ponía un acento unilateral en la autonomía y la libertad del individuo. Reconoce que ese énfasis tenía una función valiosa en el siglo 19 para liberar a las personas de estructuras históricas determinantes, pero cree que ahora el balance se ha perdido. La interpretación del concepto de la persona en base de “autonomía” y “libertad” ha causado que los seres humanos que no tienen autonomía o libertad en las estructuras sociopolíticas dominantes ya no son considerados “personas”. “La libertad del individuo” llevó al “individualismo”, donde el derecho a la autodeterminación se degeneró hacia un derecho para intervenir en la vida de otras personas. La pregunta, según Gebara, es, sobre todo: ¿quién define la autonomía de los seres humanos?23.
La perspectiva ecofeminista releva la dimensión colectiva de las personas, que no consiste en su autonomía, sino en su relacionalidad. Esta relacionalidad no es sólo antropológica, sino también cósmica, porque está basada en el hecho de que todos formamos parte del mismo misterio de la vida. Con la palabra “relacionalidad” Gebara se refiere a las fuerzas vitales que determinan nuestra mutua conexión y con la tierra. La describe como una condición fundamentalmente humana y cósmica, como una fuerza que nos vincula con la tierra, como una realidad que nos impulse hacia la acción ética, y como una experiencia religiosa.
Esta relacionalidad se encuentra en un nivel más profundo que nuestra conciencia. Dentro de este marco, critica el vínculo entre racionalidad y libertad de la filosofía. La concientización racional no lleva automáticamente a la libertad. De esta forma, hace una observación sobre el acento de la teología de la liberación, en la concientización como herramienta para el cambio social. Según Gebara, esa perspectiva se concentró demasiado en las capacidades individuales y racionales de la gente y por eso fue sólo accesible para seres humanos que se podían apropiar de esta forma de racionalidad. Con eso subestimó además la complejidad de los seres humanos y sus relaciones24: “Somos más complejos que nuestra conciencia, más imprevisibles que nuestros planes, menos fiables que nuestras decisiones y más fuertemente influenciados por nuestros miedos y pereza de lo que nos damos cuenta”25.
Partir desde la relacionalidad como elemento constitutivo de nuestro ser-persona significa acabar con el dualismo entre nuestra racionalidad mental y nuestras capacidades más afectivas; intuiciones, sentimientos, atracciones y presentimientos, todo forma parte de nuestra “racionalidad amplia”. Todos estos diferentes aspectos de la racionalidad se apoyan, según Gebara, en nuestra relacionalidad. Consecuentemente, también se opone a los marcos de pensamiento patriarcal que dividen nuestra racionalidad en partes, donde la dimensión mental, intelectual, logística sería sobre todo masculina, mientras la parte emocional sería más femenina26.
La relacionalidad y la interdependencia entre las personas y entre ellas y la tierra deben ser reconocidas como variables importantes en el surgimiento de acciones éticas. Gebara cree que por medio del aprendizaje experiencial de nuestra interdependencia podemos redescubrir la relacionalidad de toda la vida, fortaleciendo una actitud ética de respeto hacia otras personas y hacia el gran cuerpo del cosmos. Esta experiencia podría ser un impulso hacia el cambio social, empezando con la formación de nuevas comunidades, donde la felicidad y la justicia son el derecho de toda la gente.
Conclusiones
Los primeros teólogos de la liberación mostraron que la teología siempre tiene implicaciones políticas, debido a la posición que los y las teólogos/as toman en la sociedad. Apoyan con su teología a las clases dominantes y sus ideologías, u optan por las personas que sufren las consecuencias de estos sistemas. La teología de la liberación se dio a conocer por su “opción por los pobres”; una opción basada en el evangelio y en la fe. Propugnó la necesidad de un análisis sociopolítico previo a la reflexión teológica, en reacción a la teología tradicional que sólo tenía ojos para las personas individuales y la salvación de sus almas, reforzando y legitimando así las estructuras sociales existentes.
Sin embargo, la opción por los pobres como “una sola clase popular” fue la causa de que esta primera generación de teólogos de la liberación no visibilizara parte de la realidad. Ivone Gebara, junto con otras teólogas feministas, puso la atención en el hecho de que la opción por los pobres, en realidad, significaba una opción por los varones pobres, quienes reclamaron sus derechos por medio de movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos. La opresión de mujeres pobres se encubrió en esta teología.
Esta limitación de la generación inicial de la teología de la liberación es, según Gebara, una consecuencia de la separación del terreno político y público del terreno personal, llamado privado. Esta separación fue una reacción entendible a una teología tradicional demasiado individualizante, pero mostró límites en sus capacidades de “liberar de toda opresión”27. Gebara revela que en la vida de las mujeres pobres la distinción entre lo público y lo privado es insostenible en el análisis político y en la teología. Temas como la división de trabajo, la economía informal, la violencia intrafamiliar y la ética sexual no entraron en la primera teología de la liberación. Gebara señala que, justamente en la vida diaria de las mujeres, los temas políticos son temas privados, y los asuntos privados obtienen peso político. Además, su enfoque en la ecología hace que transcienda la división entre lo público y lo privado. Muestra como la situación de emergencia ecológica mundial, un tema público y político, se hace tangible en la vida diaria “privada” de las mujeres en su barrio. Estas afirmaciones no son nuevas, y muchas de ellas son inspiradas