Ruina y putrefacción. Jonathan Maberry
Hermano David agradeció inclinando la cabeza.
—Que Dios vaya contigo, delante de ti y en tu interior.
Se dieron la mano y Tom caminó de vuelta al sendero de tierra. Benny, sin embargo, se quedó donde estaba un momento más.
—Mire… señor —empezó despacio—, no sé qué dije o hice que estuvo mal, pero lo siento, ¿sabe? Tom me trajo aquí, y está un poco loco, y no sé qué… —se detuvo. No había un mapa en su mente para guiarlo por esa conversación.
El Hermano David le ofreció la mano y le dio la misma bendición que le había dado a Tom.
—Sí —dijo Benny—. Usted también, ¿sí?
Se apresuró a alcanzar a Tom, que estaba a cincuenta metros más lejos en el camino. Cuando miró hacia atrás, el monje estaba en pie junto al oxidado despachador de gasolina. El Hermano David levantó la mano, pero Benny no supo si era en un movimiento de bendición o un gesto de despedida. Fuera lo que fuese, le asustó.
9
Cuando ya estaban lejos por el camino, Benny preguntó:
—¿Qué pasó allá? ¿Por qué se enojó tanto el tipo cuando mencioné a Charlie?
—No todos creen que Charlie sea “el bueno”, niño.
—¿Celoso?
Tom rio.
—¡Dios! El día que tenga celos de alguien como Charlie Ojo Rosa es el día en que me bañaré en salsa de carne y me arrojaré a una multitud de muertos vivientes.
—Qué gracioso —dijo Benny con sarcasmo—. ¿Qué es todo eso de los Hijos de Dios y los Hijos de Lázaro? ¿Qué hace esa gente ahí sola?
—El Hermano David y su grupo están por todo Ruina. He conocido a viajeros que los han visto tan al este como Pensilvania. Incluso tan lejos como en Ciudad de México. Yo los vi primero como un año después de la Caída. Un montón de ellos iba por el campo en un viejo autobús escolar tirado por caballos, con pasajes bíblicos pintados en la carrocería. No estoy seguro de cómo empezaron o de quién eligió el nombre. Ni siquiera el Hermano David lo sabe. Para él es como si siempre hubieran existido.
—¿Está demente?
—Creo que la expresión solía ser “tocado por Dios”.
—Así que eso sería un sí.
—Si está demente, al menos tiene el corazón en el lugar correcto. Los Hijos no creen en ninguna clase de violencia.
—¿Pero están bien contigo, incluso aunque mates zoms?
Tom sacudió la cabeza.
—No, no les gusta lo que hago. Pero aceptan mi explicación de por qué lo hago, y el Hermano David y unos cuantos más han visto cómo lo hago. No lo aprueban, pero no me condenan por ello. Creen que estoy equivocado, pero saben que tengo buenas intenciones.
—¿Y Charlie? ¿Qué piensan de él? No ha de ser nada bueno.
—Ellos creen que Charlie Ojo Rosa es un hombre malo. Él y el tarado de su amigo, el Martillo de Detroit. Y algunos más. La mayoría de los cazarrecompensas, de hecho, y no puedo reprocharles a los Hijos que crean eso.
Benny nada dijo. Seguía pensando en que Charlie Matthias era un sujeto genial.
—Entonces… estos Hijos, ¿qué es lo que hacen realmente?
—Atienden a los muertos. Si encuentran un pueblo, van por las casas y buscan fotos de la gente que vivió allí, y luego tratan de reunirlos si todavía están vagando por el pueblo. Los ponen en sus casas, escriben algunas oraciones en las paredes, y siguen adelante. La mayoría de ellos siempre está en movimiento. El Hermano David ha estado por aquí más o menos un año, pero supongo que eventualmente se irá.
—Charlie dice que él también reúne a los zoms. Nos contó de un lugar en las montañas donde mantiene a unos doscientos juntos. Dice que es una de las maneras en las que el Martillo y él hacen de Ruina un lugar más seguro.
—Hum —dijo Tom agriamente—. Los comerciantes lo llaman el Bosque Hambriento. Creo que Charlie inventó el nombre. Muy dramático. Pero no es lo mismo que hacen los Hijos. Charlie junta zoms y los amarra a árboles, para que pueda encontrarlos más fácilmente cuando obtiene un trabajo de caza.
—Eso suena inteligente.
—Nunca dije que Charlie no fuese inteligente. Es muy astuto, pero también es retorcido y peligroso, y sus motivos no son exactamente admirables. También hace un montón de trabajo de gran escala, limpiando pequeños pueblos y cosas así para los comerciantes. Eso no hace feliz a la gente de los pueblos, porque el tema de la identificación se vuelve muy difícil cuando borras un pueblo entero de zoms, pero guardan silencio porque es más importante saquear objetos de los pueblos. Nos hemos convertido en una sociedad agrícola. Nadie ha hecho muchos esfuerzos por reanudar las industrias, y al parecer la gente cree que siempre podremos saquear todo lo que nos haga falta. Es como en los viejos tiempos, cuando la gente perforaba para extraer petróleo para coches y fábricas sin hacer mucho esfuerzo por encontrar fuentes renovables de energía. Es una mentalidad de pillaje y saqueo, y nos convierte en carroñeros. No es el mejor peldaño de la cadena alimenticia. Pero Charlie está contento con eso, porque un trabajo de limpieza paga bien —miró hacia atrás sobre su hombro, en la dirección por la que habían venido—. Por otro lado, los Hijos… Pueden estar un poco chiflados y tal vez en el fondo estén equivocados, pero hacen lo que creen correcto.
—¿Cómo reúnen zoms? ¿En especial, en un pueblo lleno de ellos?
—Llevan abrigos de alfombra y utilizan el sigilo; la cadaverina les ayuda a enmascarar su aroma. Algunas veces, uno u otro de los Hijos va al pueblo a reabastecerse, pero con más frecuencia tipos como yo les llevamos un poco de víveres.
—¿Nunca los atacan?
Tom asintió.
—Todo el tiempo, me apena decir. Sé de al menos cincuenta muertos en esta parte del país que eran Hijos. Yo los aquietaría, pero el Hermano David no me deja. E incluso he oído decir que algunos de los Hijos se entregan a los muertos.
Benny se quedó mirándolo:
—¿Por qué?
—El Hermano David dice que algunos de los Hijos creen que los muertos son los humildes que se supone que heredarán la Tierra, y que todas las cosas bajo el cielo están allí para sostenerlos. Piensan que permitir a los muertos que se alimenten de ellos es cumplir con la voluntad de Dios.
—Eso es estúpido —dijo Benny.
—Es lo que es. Pienso que muchos de los Hijos son gente que no sobrevivió a la Caída. Sí, claro, sus cuerpos sí, pero creo que una parte fundamental de ellos se quebró por lo que pasó. Yo estuve allí, puedo entenderlo.
—Tú no perdiste la cordura.
—Tengo mis momentos, niño, créeme.
Benny lo miró de modo extraño. Luego sonrió.
—Creo que a la pelirroja, la hermana Sarah, le gustas. Por asqueroso que sea esa idea.
Tom sacudió la cabeza.
—Demasiado joven para mí. Aunque… creo que ella se parecía un poco a Nix. ¿Qué piensas?
—Creo que deberías meterte eso por el…
Fue entonces cuando escucharon los disparos.
10
Cuando el primer estruendo reverberó en el aire, Benny se agachó, pero Tom se quedó erguido y miró a lo lejos hacia el noreste. Cuando Tom escuchó el segundo disparo, giró la cabeza ligeramente más hacia el norte.
—Pistolas —dijo—. Alto calibre. A cinco kilómetros.
Benny miró