Ruina y putrefacción. Jonathan Maberry

Ruina y putrefacción - Jonathan Maberry


Скачать книгу
que había mutado por la radiación de una sonda espacial recobrada. Otras afirmaban que era un nuevo tipo de gripe proveniente de China. Chong creía que era algo que se había salido de un laboratorio en alguna parte. Lo único en lo que todos estaban de acuerdo era en que se trataba de una enfermedad.

      —Aquel tipo allá abajo era probablemente un granjero —dijo Tom—. La chica, una mesera. Estoy bastante seguro de que ninguno de los dos estaba involucrado en el programa espacial. Ni trabajó en algún laboratorio de investigación. Lo que les pasó fue un accidente, Benny. Enfermaron y murieron.

      Benny guardó otra vez silencio.

      —¿Cómo crees que mamá y papá murieron?

      No hubo respuesta.

      —¿Benny? ¿Cómo crees que fue?

      —Murieron en la Primera Noche —dijo Benny con irritación.

      —Así fue. Pero ¿cómo?

      Benny nada dijo.

      —¿Cómo?

      —¡Tú los dejaste morir! —dijo Benny en un murmullo salvaje. Papá enfermó y… y… y mamá trató de… y tú… ¡tú sólo te fuiste corriendo!

      Tom guardó silencio, pero la tristeza oscureció sus ojos, y sacudió despacio la cabeza.

      —Lo recuerdo —gruñó Benny—. Te recuerdo huyendo.

      —Tú eras un bebé.

      —¡Lo recuerdo!

      —Debiste haberme dicho, Benny.

      —¿Para qué? ¿Para que inventaras una mentira sobre por qué huiste y dejaste así a mi mamá?

      Las palabras mi mamá quedaron en el aire entre los dos. Tom hizo una mueca.

      —¿Tú piensas que sólo hui?

      —No lo pienso, Tom. Lo sé.

      —¿Recuerdas por qué corrí?

      —¡Sí, porque eres un maldito cobarde!

      —Dios —murmuró Tom. Ajustó la correa que mantenía la espada en su sitio y volvió a suspirar—. Benny, éste no es el lugar ni el momento, pero pronto vamos a tener que hablar en serio acerca de cómo eran las cosas y cómo son ahora.

      —Nada puedes decir que vaya a cambiar la verdad.

      —No. La verdad es la verdad. Lo que cambia es lo que sabemos acerca de ella y lo que estamos dispuestos a creer.

      —Sí, sí, como sea.

      —Si alguna vez quieres conocer mi versión de los hechos —dijo Tom—, te la diré. Hay mucho que ignoras, pero eras demasiado joven para contártelo entonces, y tal vez todavía lo eres ahora.

      El silencio se extendió entre los dos.

      —Por ahora, Benny, quiero que entiendas que cuando mamá y papá murieron fue por lo mismo que mató a aquellos dos allá abajo.

      Benny nada agregó.

      Tom cortó una hoja de hierba y la puso entre sus dientes.

      —Tú no conociste realmente a mamá y papá, pero déjame preguntarte esto: si alguien se orinara en ellos o abusara de ellos, incluso ahora, considerando en lo que debieron haberse convertido durante la Primera Noche, ¿estaría bien para ti?

      —Vete al carajo.

      —Dime.

      —No. No estaría bien con eso. ¿Estás contento?

      —¿Por qué no, Benny?

      —Porque no.

      —¿Por qué no? Sólo son zoms.

      Benny se levantó abruptamente y bajó por la colina, alejándose de la granja y de Tom. Se detuvo, mirando hacia el camino por el que habían venido, como si aún pudiera ver la línea de la cerca. Tom esperó largo tiempo antes de incorporarse e ir con él.

      —Sé que esto es duro, niño —dijo amablemente—, pero vivimos en un mundo bastante duro. Luchamos por vivir. Siempre estamos en guardia, y debemos endurecernos simplemente para sobrevivir cada día. Y cada noche.

      —Te odio.

      —Tal vez. Lo dudo, pero eso no importa ahora —hizo un gesto hacia el sendero que llevaba de vuelta a casa—. Todo el mundo al oeste de aquí ha perdido a alguien. Tal vez alguien cercano o un primo remoto. Pero todos han perdido a alguien.

      Benny guardó silencio.

      —No creo que tú le fueras a faltar al respeto a nadie en nuestro pueblo ni en el oeste entero. Y tampoco creo, no quiero creer, que le faltarías el respeto a las madres y padre, hijos e hijas, hermanos y hermanas que viven aquí en la gran Ruina y Putrefacción.

      Puso las manos en los hombros de Benny y lo hizo dar la vuelta. Benny se resistió, pero Tom Imura era fuerte.

      —Cada persona muerta aquí afuera merece respeto. Incluso en la muerte. Incluso si les tememos. Incluso si tenemos que matarla. No son “sólo zoms”, Benny. Ése es el resultado de una enfermedad, alguna clase de radiación o algo más que no entendemos. No soy científico, Benny. Sólo soy un hombre ordinario haciendo un trabajo.

      —¿Sí? Quieres sonar noble, pero igual los matas —Benny tenía lágrimas en los ojos.

      —Sí —dijo Tom suavemente—. Lo hago. He matado cientos de ellos. Si soy listo y cuidadoso, y si tengo suerte, mataré a cientos más.

      Benny lo empujó con ambas manos. Lo hizo retroceder solamente medio paso.

      —¡No entiendo!

      —No, no entiendes. Pero espero que llegues a hacerlo.

      —Hablas de respeto por los muertos e igual los matas.

      —Esto no se trata de matar. No se trata, ni se debe tratar nunca, de matar.

      —¿Entonces qué? —se burló Benny—. ¿El dinero?

      —¿Somos ricos?

      —No.

      —Entonces, obviamente, no se trata del dinero.

      —¿Entonces qué?

      —Se trata del por qué se mata. Se mata por los vivos… y por los muertos —dijo Tom—. Lo que se busca es un cierre.

      Benny sacudió la cabeza.

      —Ven conmigo, niño. Es hora de que entiendas cómo funciona el mundo. Es hora de que aprendas cuál es verdaderamente el negocio familiar.

      8

      Caminaron varios kilómetros bajo el sol abrasador. El gel de pimienta se diluía con el sudor y debía aplicarse cada hora. Benny estuvo en silencio durante la mayor parte del camino, pero a medida que sus pies empezaban a dolerle y su estómago empezaba a gruñir, su temperamento fue empeorando.

      —¿Ya vamos a llegar?

      —No.

      —¿Cuánto falta?

      —Un tanto.

      —Tengo hambre.

      —Pronto nos detendremos.

      —¿Qué hay de comer?

      —Frijoles y carne seca.

      —Odio la carne seca.

      —¿Trajiste alguna otra cosa? —preguntó Tom.

      —No.

      —Entonces será carne seca.

      Los senderos que Tom elegía eran estrechos y con frecuencia pasaban de asfalto a grava y a tierra.

      —No hemos visto un zom en un par de horas —dijo Benny—. ¿Cómo es posible?

      —A menos que escuchen


Скачать книгу