Ruina y putrefacción. Jonathan Maberry

Ruina y putrefacción - Jonathan Maberry


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o diez años. Nix era realmente linda, y a él le gustaba mirarla, pero salir con ella hubiera sido como salir con Chong. Además, con una chica a la que conocía desde que los dos habían dejado de usar pañales, no había oportunidad alguna de que ella pensara que él era interesante. Sí, a ella ya le gustaba él, pero ¿qué pasaría si empezaban a salir y ella intentaba descubrir sus secretos, sólo para enterarse de que no tenía ni uno? O peor, ¿qué pasaría si él la invitaba a salir y resultaba que Nix realmente no tenía interés en él? Benny no se podía imaginar lidiando con el rechazo de alguien que sabía todo acerca de él y a quien vería a diario. Todo el asunto hacía que Benny quisiera golpear su cabeza contra una pared.

      —¿Cómo es eso? —preguntó Morgie. La pregunta devolvió a Benny a la conversación.

      —Es complicado —dijo Nix, mirando la luz del sol reflejada en el agua—. Y mamá no me quiere decir todo, pero creo que ella y Charlie tienen alguna clase de rencilla pasada o algo así. A ella realmente no le agrada. No tengo permiso de estar cerca a menos que Mamá lo esté. O el alcalde Kirsch o Tom.

      Ella empujó a Benny con el pie mientras hablaba.

      Benny fingió no darse cuenta.

      —¿Por qué Tom? —preguntó.

      —A mi mamá le gusta.

      —¿Le gusta? ¿Quieres decir que le agrada como le simpatiza Pirata, el perro de ustedes, o le gusta, le gusta?

      —Le gusta, le gusta —ella lo miró de reojo—. Tom es apuesto.

      —Eso está mal —dijo Benny.

      —Ustedes dos se parecen mucho, ¿sabes? —continuó Nix.

      —Ya mátenme, por favor —pidió Benny a los cielos.

      —¿Por qué no puedes estar cerca de Charlie sin tu mamá o Tom? —preguntó Morgie. Al contrario de Benny, Morgie estaba encaprichado con Nix. Y más que por su nueva figura. De hecho le gustaba. Morgie no había hecho un juramento de nunca salir con amigos, y Benny no podía comprender cómo era capaz de fijarse en Nix sin sentirse raro al respecto.

      —Ella dice que él a veces no trata como se debe a las chicas.

      —¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Benny, con voz más dura de lo que se había propuesto.

      Nix lo miró largamente.

      —A veces puedes ser muy ingenuo.

      —Repito, ¿qué se supone que significa eso?

      —Significa que tipos como Charlie parecen creer que cualquier cosa en la que ponen las manos les pertenece. Mi mamá tiene miedo de quedarse sola con cualquiera de ellos, y yo tampoco querría encontrármelos en un callejón oscuro.

      —Estás loca.

      —Tú no eres una chica —dijo Nix—. O déjame decírtelo de otro modo: eres un chico, así que probablemente eres incapaz de entenderlo.

      —Yo entiendo —dijo Morgie, pero Nix y Benny lo ignoraron.

      —¿Tu mamá sólo habla por hablar, o algo pasó en realidad? —preguntó Benny. Su voz estaba cargada de escepticismo, y Nix simplemente sacudió la cabeza y apartó la mirada. Se quedó viendo hacia la remota línea de la cerca.

      —Bueno, pues yo creo que Charlie y ellos son realmente geniales —dijo Benny.

      El momento se alargó mucho más de lo debido y ya no podía sostener la conversación, al menos no sobre aquel tema, así que lo dejaron ir y no dijeron más. Después llegó una brisa fresca, y los tres se tendieron de espaldas y cerraron los ojos. La brisa se llevó la tensión, como finos granos de arena.

      Sin mirar a Benny, Nix habló:

      —¿Ya encontraste trabajo?

      —No.

      Él le contó de todos los trabajos que había solicitado.

      Nix y Morgie no cumplían aún los quince años. Odiaban la idea de buscar trabajo casi tanto como Benny odiaba el proceso de encontrar uno, pero al menos les quedaban un par de meses de vagancia.

      —¿Qué vas a hacer? —preguntó Nix, incorporándose apoyada en sus codos. La luz del sol en el agua se reflejaba como hebras de oro en sus ojos verdes, y cuando Benny se encontró pensando en eso, se obligó a apartar la mirada.

      —No sé.

      —¿Por qué no le pides trabajo a tu hermano?

      —Preferiría que me ataran encima de un hormiguero.

      —¿Qué se traen ustedes dos?

      —¿Por qué todo el mundo me pregunta eso? —estalló Benny—. Tom es un perdedor, ¿sí? Va por ahí como si fuera el Más Poderoso, pero yo sé qué es en realidad.

      —¿Qué? —preguntó Morgie.

      Benny casi lo dijo, casi llamó a su hermano un cobarde delante de sus amigos. Pero aquella era una línea que nunca había cruzado. En cierto sentido, pensaba que si llamaba cobarde a Tom podría hacer que la gente se preguntara si él lo era también. Sólo eran medio hermanos, pero igual tenían parentesco, y Benny no sabía si la cobardía era algo que se pudiera transmitir por la sangre.

      —Ya olvídalo —fue todo lo que dijo. Se puso en pie y comenzó a buscar por la ribera piedras que arrojar. Encontró algunas, pero ninguna era lo bastante plana para rebotar, así que las echó todas lejos, a la corriente. Morgie escuchó el ruido, se incorporó y se le unió.

      Nix abrió su libreta y escribió por un rato. Benny hizo grandes esfuerzos para no mirarla. En general tuvo éxito, pero le costó trabajo.

      —Bueno —dijo Nix algún tiempo más tarde—, ya casi se acaba el verano, y si no consigues un trabajo para cuando empiece la escuela, van a cortar…

      —Mis raciones —ladró él—. Ya sé, ya sé. Diablos.

      Nix se quedó callada. Morgie fingió patearle el pie, pero ella le devolvió la patada con fuerza y empezaron a discutir a gritos. Benny, enojado con ellos y con todo, se levantó y se marchó, con las manos en los bolsillos y los hombros encorvados bajo el calor de agosto.

      4

      Septiembre estaba a diez días de distancia, y Benny aún no encontraba trabajo. No era lo bastante bueno con un rifle para ser cuidador de cerca; no era lo bastante mayor para unirse a la guardia del pueblo; no era lo bastante paciente para ser granjero; y no era lo bastante fuerte para trabajar como golpeador o cortador… Y tampoco era tan atractivo para él aplastar cabezas de zombi con un mazo o cortarlos para lanzarlos a la cantera, a pesar de su odio tan fuerte hacia los monstruos. Sí, era matar, pero también parecía trabajo duro, y Benny no estaba muy interesado en algo que fuera descrito como “trabajo físico exigente”. ¿Se suponía que con eso atraían solicitantes?

      Así que, después de reflexionar toda una semana, durante la que Chong lo aleccionó interminablemente sobre separarse de las ideas preconcebidas y darse el permiso de convertirse en parte del proceso cocreativo del Universo (o algo parecido), Benny fue y le pidió a Tom que lo aceptara como aprendiz.

      Primero, Tom lo estudió con los ojos entrecerrados, desconfiado.

      Luego sus ojos se abrieron, consternados, al darse cuenta de que Benny no estaba bromeando.

      Cuando la realidad se abrió paso, Tom parecía sollozante. Trató de abrazar a Benny, pero eso no iba a suceder en esta vida, así que se dieron la mano.

      Benny dejó a un Tom sonriente y subió las escaleras para tomar una siesta antes de la cena. Se sentó y miró por la ventana, como si pudiera ver el día siguiente y el siguiente y el siguiente de ése y el siguiente. Sólo él y Tom.

      —Esto realmente va a apestar —dijo.

      5

      Esa noche, Tom y Benny se sentaron en las escaleras y miraron el sol ponerse sobre


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