El Dogok y las guerras Noxxis. Danilo Járlaz
Ben.
Voy a acompañarte aunque tengamos que llegar hasta el maldito corazón de la oscuridad.
Te lo prometo.
M. Z.
Capítulo 1
La Presencia Oscura
La muerte es tan solo una transformación.
El agua turbia y oscura tocó los labios de los Herederos de la Sangre.
Bebieron del torrente de la oscuridad, derramado en sus manos.
Y roto el pacto enorme, tenían que morir.
Al instante se deslizó la oscura figura desde el lúgubre pozo como un espectro nauseabundo, hacia el exterior.
La muerte deseó entonces poseer un cuerpo visible en el mundo perecible. Había acechado por el Este de Mádigan y encontró un cuerpo que codició. Susurró a su oído y supo que el miedo había invadido a su víctima. Esta gritó de pánico y, dejando caer un cántaro lleno de agua que cargaba, huyó.
“¡Papá! ¡Papá! ¿Dónde estás?”
Pero nadie escapa del poder de la Presencia Oscura.
Ingresó a la fuerza en sus carnes y luchó por acomodarse entre sus huesos y músculos, lo que costó trabajo, pues todo lo que conseguía, era que el cuerpo al que asediaba se sacudiera con brutales espasmos. No lograba poder controlar sus miembros.
Sube... sube... en su cabeza podrás controlarlo todo.
Y así lo hizo. Entonces los músculos por fin obedecieron a sus deseos, sintió los dedos, las manos, los pies, era diferente a ser un espectro, como acostumbraba. Ahora tenía que estar en un espacio específico y reducido, pero sus sensaciones habían aumentado. Era lo que quería.
Dejó de gritar por fin y notó que sus pensamientos ahora podían ser expresados de forma audible, abrió los ojos por primera vez y todo se percibió de forma diferente. No era lo que acostumbraba a sentir, pero le agradó.
Llegó hasta una aldea cercana en medio de un valle y se hizo una máscara con la que solo se podían ver sus ojos y su boca. Con esta cubrió su rostro. Entró en el campamento y les arrancó la vida a todos los que encontró.
Los últimos que quedaron le rogaban misericordia. Al ser testigos de cómo desataba sus terribles poderes sobre ellos, le rogaban como si le conocieran de antes ¿de antes? ¿Quién iba a conocer a la muerte desde antes si era la primera vez que se dejaba ver físicamente?
Sus poderes se habían incrementado, era lo que quería. Entonces desolló a los cadáveres que había ejecutado y hechizando sus huesos, los cubrió con rocanagra (el mineral precioso). Y por esta razón los nimrod lo llaman “la roca de la muerte”.
Vistió a sus súbditos con la hermosa piedra oscura y les otorgó los poderes de las tinieblas. Así nacieron los grandes gólems de rocanagra, con dos agujeros que emitían un rojo y siniestro resplandor en sus cabezas pétreas, medían más de dos metros cada uno. A estos les ordenó que le construyeran un palacio donde poder habitar. De esta manera fue construido el Palacio Siniestro.
Entonces los asesinatos que había realizado la Presencia Oscura en aquella aldea comenzaron a propagarse por los alrededores y hubo gran temor en toda la región.
Se esparció el rumor que quien llegara hasta el altar de la Presencia Oscura y se inclinara ante su trono heredaría poderes extraordinarios. Debido a esto, con el tiempo, muchos intentaron aventurarse para conocerle en persona y verla con sus propios ojos, pero sus gólems de rocanagra mataban a los osados forasteros que se acercaban y arrojaban sus cuerpos al abismo, como quien se deshace de desperdicios, aumentando el temor entre los viajeros.
Sin embargo ocho forasteros pudieron hacer frente a los gólems de rocanagra y engañándoles se abrieron paso hasta llegar al Palacio Siniestro, donde moraba la Presencia Oscura. Al llegar hasta su trono se inclinaron y le dijeron:
—Déjanos servirte y nuestra alma será tuya en vida y muerte. Danos tu poder y te entregaremos lo que deseas.
Entonces la Presencia Oscura no pudo evitar reír a sus anchas al escucharlos y preguntó a los ocho viajeros:
—¿Y qué creen que desea la Presencia Oscura?
Si osaban a responder una mentira, se bebería sus vidas ahí mismo.
—Deseas devorar las almas de Ádama. Eso anhela la Presencia Oscura
—respondieron los viajeros.
Y se sorprendió la Presencia Oscura en gran manera pues eso era realmente lo que anhelaba.
Vio el interior de los ocho que se inclinaban delante de su presencia y notó que sus corazones eran más corruptos que los mismos gólems de rocanagra. Esto le agradó aún más.
—Hábiles y dignos han demostrado ser al llegar hasta aquí, al desafiar a la muerte y saber incluso lo que deseo. No tomaré sus vidas si me traen un sustituto. Denme entonces lo que ya saben que anhelo, sustitúyanse por otro y jamás podré tocarlos.
Entonces los ocho aún inclinados le rogaron diciendo:
—Grandes poderes les han otorgado los saráfiels a sus hijos los sáfiels. Danos pues tu poder a nosotros y podremos servirte bien.
Y le pareció bien a la Presencia Oscura darles a cada uno de los ocho una esferas de rocanagra como colgante, las cuales hechizó con ocho poderes diferentes, y les dijo:
—Si invocan mi poder y me entregan sus vidas, el poder de las gemas de rocanagra será suyo —y los ocho que se habían inclinado, asintieron.
Una de las ocho gemas de rocanagra tenía dos aros de un material rojo y brillante rodeando su superficie, que el resto de las gemas no poseía, y la Presencia Oscura le dio esta gema diferente al que primero había hablado frente a su trono:
—Desde ahora nadie más te llamará Ahimot, sino que Ogtus será tu nombre —y la Presencia Oscura se quitó solo delante de él la máscara que siempre llevaba y le mostró su rostro a Ogtus. Y los ojos de Ogtus se abrieron de par en par, impresionado de lo que veía— ahora sabes mi secreto, pero a nadie lo digas, porque si lo haces me llevaré tu vida —le juró la muerte. Ogtus asintió con la cabeza y la reverenció—. Ahora ¡vayan! Y no olviden mi regalo, ustedes serán mis daraflames, mis ángeles de la muerte. Derramen la sangre que necesito y no me beberé la vuestra —dicho esto, se desvaneció frente a ellos en una bruma de tinieblas.
Nadie pudo verle el rostro a la Presencia Oscura, salvo Ogtus, quien guardó el secreto y no lo reveló a los otros siete, por esa misma razón, desde ese mismo día, Ogtus recibió una máscara igual a la que usaba la Presencia Oscura y cubrió su rostro con ella. Solo mostraba su rostro a personas en que confiaba, pero si alguien en quien no confiaba lograba verle, le daba la más horrenda de las muertes.
—¿No nos dirás tu nombre, Presencia Oscura? —se atrevió a preguntar uno de los ocho daraflames mientras la bruma de tinieblas aún flotaba en el aire.
—Ya les he dado uno —se escuchó en un siniestro susurro, antes de esfumarse por completo. Entonces todos miraron a Ogtus, quien no supo qué responder.
Salieron los ocho daraflames del Palacio Siniestro. Y los gólems de rocanagra los miraban con temor y desagrado, pues ahora que llevaban los colgantes de rocanagra, al parecer no podían dañarlos. A pesar de esto, los ocho daraflames no querían provocarlos y se alejaron del Palacio Siniestro lo más rápido que pudieron. Sin embargo, uno de los ocho, mientras huía, miraba hacia atrás y lloraba