El Dogok y las guerras Noxxis. Danilo Járlaz

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Dragón conocía el nombre que tenía antes de conocer a la Presencia Oscura.

      —¿Cómo sabes mi nombre, Saráfiel Dragón?

      —Muchas cosas conozco de ti, que ni siquiera tú mismo conoces —respondió Apol, levantando por fin la mirada— ¿Quieres la Espada? Adelante, daraflame. Tómala. Es tuya.

      Ogtus temió a tal nivel al escuchar todo esto, que comenzó a temblar. Envainó la Espada de la Muerte tras su espalda y montó en Abun-Huza, emprendiendo el vuelo de regreso a Askal, lo más rápido que pudo.

      Mientras se alejaba del Mundo de las Sombras, pudo oír como Apol carcajeaba de éxtasis en lo profundo de la oscuridad..

      —¡Volveré por tu trono, Ahimot! ¡Volveré por lo que me pertenece! —decía Apol en lengua tenebrae, mientras reía.

      Ogtus deseó devolver la Espada de la Muerte en ese momento, pero sabía que ya no podía regresar. Todo lo que quedaba era salir del Mundo de las Sombras y volver a Askal con lo que había robado. Al salir, sintió que los mismos temores que sintió haber perdido, ahora volvían como si se hubiesen hecho siete veces más poderosos.

      Ogtus tuvo pesadillas con la risa del Saráfiel Dragón por el resto de su vida.

      Pasados algunos años, Askal se volvió una ciudad cada vez más grande y poderosa. Ogtus la gobernaba siendo considerado un ser divino y sagrado, junto con Kebos, su compañero y guardián. Ambos se habían hecho ostentosos templos en la Acrópolis Nimrod y eran adorados por los nimrod.

      Y tomaron los dos daraflames muchas concubinas vírgenes y las embarazaban para multiplicar a los nimrod de Askal. Y los padres de familia se sentían complacidos de mezclar su sangre con la de los dioses.

      Terribles poderes de las sombras otorgó Ogtus a sus brujos, los cuales llamó chemarines, estos invocaban el poder de las tinieblas para someter a sus enemigos y proteger de intrusos la sagrada ciudad de Askal.

      Kebos por su parte, se complacía en entrenar guerreros en el combate. Forjaba espadas de rocanagra y ordenaba a los nimrod extraer, buscar y comercializar este mineral para forjar más armas, las hechizaba con diferentes maldiciones y conjuros para herir a sus oponentes. Este fue el origen de los necroknight, caballeros espectrales de los nimrod.

      Kebos era tan temible en batalla que incluso sus pupilos temblaban ante su presencia.

      Ogtus decidió comenzar a escribir sus conocimientos y vivencias en un libro secreto. En sus páginas derramó todas sus conclusiones personales e incluso las invocaciones que lograba realizar. Sin embargo, lo dividió en varias partes para que nadie obtuviera sus secretos de una sola vez. Los escondió en diferentes papiros antiguos, nunca nadie supo en cuántos pergaminos diferentes ocultó sus poderes.

      La Espada de la Muerte fue puesta en una recámara en lo más profundo del Templo de Ogtus, en la Acrópolis Nimrod. El daraflame le aterró la idea de volver a blandir su poder y hasta deseó en secreto jamás haber descendido a buscarla al Mundo de las Sombras, pero lo que ya había hecho, hecho estaba.

      Ogtus le pidió a Kebos que le forjara una nueva espada de rocanagra y acadio que pudiese utilizar. Fue así como Kebos forjó la Espectra, la temible espada nimrod del dios de la muerte, poderosa y letal. Pero Ogtus jamás volvió a usar la Espada de la Muerte que había robado del Mundo de las Sombras. En su corazón la consideraba como una maldición que ya no podía sacarse de encima, un yugo maldito que llevaría sobre sí por el resto de la eternidad. Con el pasar de los años la recámara donde yacía la Espada de la Muerte se perdió en el Templo del dios de la muerte y ya nadie sabe dónde está.

      La muerte estaba siendo complacida.

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      Capítulo 4

      Oseres y Toter

      Oseres es el dios del fuego negro. Para los nimrod es el sostenedor del equilibrio y creador de la existencia.

      Toter es el señor del conocimiento y la clarividencia oculta.

      Oseres y Toter cruzaron el río Hidekel y se establecieron al otro lado de lo que los topógrafos llaman “El Ombligo”. Había allí un pueblo llamado Polcura, donde vivían draker pacíficos. Era gente que labraba la tierra y cuidaban de los animales y las bestias del campo. A diferencia de los draker que habían atacado a Ogtus y a Kebos en Askal, los draker de Polcura acostumbraban ser muy amigables con los forasteros extranjeros, les gustaba la comunión con el entorno natural y la meditación. Por ende recibieron y acogieron a Oseres y a Toter sin mayores reparos.

      Oseres y Toter, a diferencia de Ogtus y Kebos, no eran violentos, pero compartían su ambición por el poder y por la diligencia de agradar a sus dioses.

      Ambos daraflame estuvieron muchos días en Polcura y aprendieron el poder ixin, el cual profesaban e investigaban los draker de Polcura que servía tanto para el combate como para sanar, pero Oseres se sentía insatisfecho con este poder y transcribía sus frustraciones en un libro. Toter lo contenía diciéndole que pronto encontrarían la razón por la cual habían llegado hasta los draker de Polcura, porque sabían que la Presencia Oscura les había enviado ahí por una razón.

      Aprendieron mucho del poder ixin, pero ambos preferían usar el poder del fuego negro para entrenarse, que era un fulgor frío de las tinieblas. Pero el sifu de Polcura, un líder de la aldea, les rogó que por favor no ocuparan ese poder tenebroso cuando estuvieran presentes otros drakers, puesto que perturbaba la paz de la aldea. Los drakers, aunque eran muy respetuosos de otras creencias, no querían conocer este poder oscuro. Oseres, no queriendo contrariarlos, obedeció.

      Sin embargo, la inquietud respecto a lo que vivía parecía devorarle el alma cada vez más al daraflame. Entonces, una noche, Oseres despertó debido a que el colgante de rocanagra que le había dado Presencia Oscura parecía tirarle del cuello, levitando, como si quisiera llevarle hacia algún lugar específico. Se levantó de la cama, se vistió y se alejó de Polcura. Toter, viendo que su compañero se había levantado en mitad de la noche, también se levantó y comenzó a seguirle.

      Toter usaba el colgante encima de un brazalete de cuero de mozono (oso muy violento que habita en las Montañas Tenebrosas) en el antebrazo derecho, muy cerca de su hombro. Entonces Oseres le dijo al verle:

      —Pon tus dedos sobre el colgante de rocanagra.

      Y Toter así lo hizo. Al instante una flama fría se posó en la palma de su mano abierta. Era fuego negro. Toter lanzó la flama hacia adelante. Esta dio dos vueltas en el aire, alrededor de ellos, dibujando círculos y luego salió disparada hacia los roqueríos.

      —¡Sigámosle! —dijo Oseres.

      El fuego negro los guió hasta quedar frente a una gruta. La flama negra ingresó a la caverna primero, luego los dos daraflame. El fuego los hacía introducirse cada vez más en la oscuridad, llevándolos a un punto donde ya no podían ver nada, pero entonces sus ojos se encendieron en un rojo ardiente y lograban ver en la oscuridad como si estuvieran a plena luz del día.

      Entonces la llama de fuego se detuvo en una gruta cavernosa. Era un lugar abierto, que desde arriba formaba un gran triángulo. Al momento, una figura sombría se apareció ante Oseres, junto con seis espíritus más y le hablaron diciendo:

      —Nosotros, espíritus de antaño, creamos el mundo y tu existencia

      —afirmó uno de los espíritus —tu corazón no entrará en el reposo, hasta que comprendas tu génesis.

      —¿Quién eres tú? —preguntó Oseres.

      —Yo soy Oseres, sostenedor del equilibrio y creador de la existencia.

      Oseres se perturbó en sobremanera al escucharle:

      —No… no es posible, ese nombre lo he inventado yo, luego de que la muerte me diera el…

      —¿El colgante de rocanagra? —le interrumpió el espíritu.

      —¿Cómo


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