El Dogok y las guerras Noxxis. Danilo Járlaz
mi nombre. Has sido escogido para que vuelva a reencarnar en el mundo visible, pero aún no puedo usar tu cuerpo —afirmó el espíritu.
—¿Por qué no? —quiso saber Oseres.
—Tu poder es limitado e inferior. Tus ideas infantiles de la existencia, el mundo, la vida y la muerte mortifican tu carne —contestó el espíritu.
—¿Qué puedo hacer yo para que puedas liberarme de estas cosas? —le dijo Oseres en un tono suplicante.
—Sé un verdadero hijo del fuego negro, mata a los draker de Polcura y con su sangre, ofréceme sacrificios en esta gruta que hemos preparado para beber la sangre, entonces el fuego negro se apoderará de ti y mi poder será completamente tuyo —dijo el espíritu, flotando alrededor de Oseres.
—¿Cómo he de darte la sangre de todos ellos? Pues poderosos son los drakers, aunque pacíficos, usan el poder del ixin. No podremos vencerles a todos —dijo Oseres.
—Ya te han sido otorgados algunos de mis poderes, Oseres. Úsalos y completarás tu poder y el triángulo de sangre —contestó el espíritu.
Entonces otro espíritu habló con Toter y le dijo:
—Yo soy el señor del conocimiento y la clarividencia oculta. Ayuda, pues, a Oseres a traer la sangre de los draker de Polcura y mi poder se completará en ti, porque también te fue otorgada una gema de rocanagra —dijo el espíritu.
Entonces Toter, que impresionado contemplaba a los espíritus moverse por todas partes dentro de la gruta, se arrodilló delante de ellos y dijo:
—Más al Oeste, mi señor, están las tribus libres de los sáfiels ¿es posible tomar la sangre de ellos en vez de los…?
Pero Toter no terminó lo que decía y el espíritu con el que hablaba le interrumpió diciendo:
—¡La sangre sáfiel no nos sirve! ¡Debe ser tomada de un draker o un entederi!
Oseres y Toter intercambiaron miradas preocupantes, ya que solo ellos conocían sus orígenes antes de conocer a la Presencia Oscura.
Y los espíritus les mostraron una cuenca en la se había secado un lago subterráneo; la flama negra, que les había guiado hasta allí, estaba en el interior, dibujando círculos.
—¡Sed! ¡Tenemos sed! Dennos de beber la sangre de los draker de Polcura y nosotros les daremos nuestro poder completo, el cual se perfeccionará en sus carnes —susurraron todos los espíritus, haciendo que la gruta temblara.
El fuego negro rodeó a los dos daraflames y un frío les entumeció hasta los huesos. Sus colgantes de rocanagra despedían rayos negros, como si fuesen a explotar desde su interior.
Regresaron a Polcura, avanzada ya la noche. Los ojos de Oseres y Toter destellaban un color rojo maligno, parecían absortos de sí mismos. El poder que anhelaban para convertirse en dioses los había consumido por completo.
Entonces uno de los agricultores draker se les acercó, extrañado de verlos a esas horas de la noche en pie, pero Toter no lo dejó siquiera hablar. Utilizando un cuchillo que le entregó uno de los espíritus de la caverna, le cortó la garganta de un rápido movimiento. El granjero cayó con la garganta abierta aferrándose a las piernas de Oseres, como si le pidiera ayuda, mientras se ahogaba en su propia sangre. Pero el daraflame se limitó a ver cómo moría lentamente, como si disfrutara de ello.
Oseres durmió a los centinelas de la guardia nocturna y Toter les cortó la garganta. Y comenzaron a avanzar sigilosamente por varias casas y Oseres los hacía entrar en un sueño de muerte y Toter los degollaba, liberando la sangre que anhelaban beber los espíritus de la caverna. Y ponía Toter debajo de donde se derramaba la sangre un portal dimensional muy diminuto que conectaba hacia la grieta donde los espíritus se les habían presentado y la sangre de los que mataban caía en los portales y era llevada hacia la gruta.
Entonces el sifu de los draker sintió que los suyos estaban siendo asesinados en sigilo. Él, junto a otros siete, se enfurecieron y se transformaron en enormes dragones, pero a diferencia de los drakers comunes que Oseres y Toter habían visto, estos no destruían todo a su paso, ni tampoco eran bestias torpes sin control, sino que sin destruir ningún edificio de la aldea, los dragones tomaron con sus garras a Toter y Oseres y los arrojaron a los campos exteriores, lejos del pueblo y allí, los rodearon.
Oseres intentaba paralizarlos y dormirlos con sus brujerías, pero los drakers, transformados en dragones, eran inmunes a sus poderes. Entonces el sifu, con una voz escalofriante y monstruosa dijo:
—¿Qué mal domina sus mentes para que lleven a cabo esta atrocidad, extranjeros?
Oseres con sus ropas salpicadas en sangre de draker, respondió, aún con ese maligno fulgor rojo en sus ojos:
—Oseres, sustentador del equilibrio y creador de la existencia, demanda beber de vuestra sangre ¡Ríndanse ante él! —exclamó Oseres con seguridad.
—¿Y por qué no mejor derramas tu propia sangre para tu dios? ¡Te dimos asilo, comida y te enseñamos nuestra cultura! ¿Y así nos pagas? ¡Matándonos en el silencio de la noche! ¡Como un cobarde! ¡Nosotros no conocemos a tu dios sanguinario, no le servimos, ni le seguiremos! —respondió el sifu.
—¡Precisamente por eso debes morir! —respondió Toter.
Entonces los draker se enfurecieron y rugieron, abalanzándose contra ellos, e hirieron a Toter en las piernas, en el pecho y en la espalda; era tal el dolor de los zarpazos de los dragones, que Toter se revolcaba en la hierba, mientras gritaba desesperado, arrancándose él mismo el pelo de la cabeza y pedazos de carne de su cuerpo con las uñas.
Lo mismo quisieron hacer con Oseres, pero este, invocando los poderes oscuros aumentó su tamaño y forma, rodeándose de fuego negro, se transformó en un gigante con gruesos brazos y piernas de fuego negro, su rostro solo tenía dos ojos que ardían en un fulgor rojo.
Y los draker intentaban hacerle daño con sus garras y colas, hasta trataron de devorarlo con sus hocicos, pero todo fue en vano. Comenzaron a escupir contra él fuego de sus vientres, pero ¿qué fuego podría hacer daño al fulgor oscuro?
Oseres avanzó hacia ellos, haciendo retumbar sus pasos en el campo abierto, la tierra se partía por donde pisaba. Tomó uno de los dragones que le acechaban y resistiéndolo con las manos, le arrancó la cabeza provocando un sonido desgarrador.
Los otros dragones, al ver lo que había hecho, se enfurecieron aún más y se lanzaron contra él, pero el poder del daraflame era tal que pudo resistirlos a todos, estirando sus cuellos hasta arrancárselos del cuerpo.
Entonces Oseres vio a Toter herido y de su mano le lanzó una descarga de fuego negro. El cuerpo de Toter comenzó a convulsionar y la misma transformación que había sufrido Oseres previamente, ahora le estaba ocurriendo a Toter. Se puso de pie, convertido en un gigante de fuego negro, idéntico al que ahora era Oseres. Los dragones volvieron a atacarle, mas él tomándoles, les arrancaba las alas, la cabeza, les metía las manos en el vientre y les arrancaba las vísceras sin piedad alguna.
Todos los dragones cayeron ante el terrible poder de ambos daraflame. Antes de acabar con el derrotado sifu, al cual Oseres le había arrancado las alas, dejando los huesos y los cartílagos al aire, le tomó del cuello, levantándole, quemando sus escamas con el fuego negro de sus manos. El sifu de Polcura gritó de dolor al sentir el frío y doloroso fulgor y con un hilo de voz le dijo a Oseres:
—¿Qué te hicimos, forastero, para merecer este mal que nos has hecho? —quiso saber el sifu sabiendo que su destino final estaba cerca.
Oseres le miró con desprecio durante un momento, antes de responder. Podía ver cómo bajo la herida carne del dragón, sus pulmones hacían los últimos esfuerzos por respirar:
—Existir. Eso es lo que has hecho —contestó Oseres con una voz titánica. Pero el sifu no entendió lo que dijo, pues Oseres le había hablado en lengua tenebrae. Dicho esto, le arrancó la cabeza en ese mismo momento y tiró el cuerpo muerto sobre la hierba como si fuese basura.
Sin