El Dogok y las guerras Noxxis. Danilo Járlaz

El Dogok y las guerras Noxxis - Danilo Járlaz


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Oseres el daraflame, luego del genocidio draker en Polcura, vistiendo una túnica de muchos triángulos rojos y negros, que se precipitaban entre sí, apareció en la ciudad con un cetro que en la punta llevaba el ojo intimidante de un draker. Era del sifu que había matado en Polcura.

      Y le recibieron Azuruma y Atizedrel en el Burdel Supremo, y los sacerdotes de Azuruma le reconocieron como un daraflame del Fuego Negro.

      Azuruma y Atizedrel reverenciaron a Oseres al estar frente a él y le ofrecieron un gran banquete y concubinas para que yaciera con ellas, pero él no quiso aceptar nada.

      En cambio, les contó lo sucedido en Polcura y como los espíritus antiguos de los daraflames habían perfeccionado su poder en él y en Toter. Notaron entonces Atizedrel y Azuruma, que Oseres, si bien ahora era más adulto comparado a la última vez que lo habían visto, ya no envejecía más. Esta era una preocupación de las diosas daraflame, pues si bien era cierto, su belleza no tenía igual en Punón, su piel comenzaba a menguar poco a poco. Aunque envejecían más lento que el resto de las mujeres en Punón, estaban envejeciendo después de todo.

      Y le tomaron las túnicas a Oseres y arrodillándose ante él le suplicaban con llantos diciendo:

      —¡Dinos! ¿Cómo es que lo has hecho para no envejecer más?

      Y Oseres sabiendo lo que ocurría con los bebes en Punón, conociendo el origen del pueblo, les dijo:

      —Construyan dos estatuas hechas de rognian y yawfen, sus minerales más valiosos. Una con la imagen de Azuruma y otra con la imagen de Atizedrel y que estén ambas estatuas con los brazos extendidos hacia adelante, con las manos abiertas. Luego poned brasas bajo las estatuas y dejar hervir el metal por seis días, después reúnan a todo el pueblo e invoquen con sus colgantes de rocanagra a los espíritus antiguos de Atizedrel y Azuruma, pues ustedes son semblante de ellos. Y cuando los espíritus daraflame se manifiesten, se iluminarán los ojos de las estatuas, entonces pongan ahí a los recién nacidos que les sobren y arranquen del vientre de las mujeres los fetos que no desean, y pónganlos en sangre en las manos ardientes de las estatuas y ofrézcanlos como sacrificio a los dioses, pues los espíritus daraflame necesitan sangre, y al hacer como les he dicho, su poder se perfeccionará en ustedes y como recompensa ya no envejecerán más —dijo Oseres con mucha convicción.

      Entonces Atizedrel y Azuruma mandaron a construir las estatuas ese mismo día, tal y como les había indicado Oseres y reunieron a todo el pueblo anunciándoles que la solución a la sobrepoblación había llegado de parte de los dioses, junto con su divino mensajero, Oseres.

      Y sacrificaron a los recién nacidos no deseados, dejándolos hervir sobre las manos metálicas ardientes y gritaban los bebes de dolor al sentir la piel quemada, mas nadie se compadecía de ellos. En vez de eso, Azuruma ordenó hacer danzas y fiesta alrededor de los sacrificados y de las estatuas ardientes, mientras más orgías se llevaban a cabo. Y los sacerdotes de Azuruma, ofrecían a los fetos no deseados junto con los recién nacidos. E incluso niños ya nacidos, que nadie deseaba, eran sacrificados igual que los bebes.

      Y Atizedrel y Azuruma efectivamente no envejecieron más debido al rito.

      Y la muerte era complacida en estos ritos.

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      Capítulo 6

      Radabat y Kashimir

      Radabat es el dios de la fuerza, la sobrevivencia y la astucia.

      Kashimir es el dios de las bestias tenebrosas y las maldiciones.

      Los ojos de Radabat veían de lejos la destrucción que provocaba la gran fuerza de Kebos con su Maza de Acadio, mientras con la boca arrancaba a mordiscos un pedazo de carne de mozono, el terrible oso que habita en las Montañas Tenebrosas.

      —Por eso ese hijo de perra quería saber de nuestros poderes —dijo Kashimir, observando la hecatombe lejana que ocurría a lo lejos, estando a poca distancia de donde se encontraba su compañero, Radabat. Ambos comían la carne del mozono con la mano.

      —No son nuestros estos poderes, Kashimir, sino de los saráfiels oscuros del pasado —respondió Radabat, tragando un pedazo de carne.

      —¿Por qué están destruyendo las montañas? —preguntó Kashimir.

      —Mandato de la Presencia Oscura deben estar cumpliendo —respondió Radabat, tirando el hueso que mordía ya sin carne. Se puso de pie y se volteó camino montaña abajo. Kashimir vio cómo se alejaba.

      Se encontraban en lo alto de un desfiladero, desde donde se podía ver a lo lejos una modesta aldea.

      —¿Te vas, Radabat? Aún no hemos comido toda la carne de mozono—dijo Kashimir.

      —Deja comida para las aves de rapiña, donde vamos no te faltará carne qué comer —respondió Radabat. Kashimir dejó entonces lo que comía y le siguió. Al instante, las carnaurias, buitres negros de tres ojos bajaron sobre la carne que Kashimir había dejado sin comer.

      La lluvia se desató sobre las Montañas Tenebrosas, mientras caminaban a la aldea que habían divisado. Dos días estuvieron avanzando hacia dicha aldea, sin probar bocado alguno. No durmieron para para no retrasar su viaje. Por esto, Kashimir estaba de muy mal humor, a diferencia de Radabat que era más paciente y no hablaba palabra alguna para salvaguardar fuerzas.

      Y encontraron de camino a varios aldeanos que buscaban extraer los minerales nimrod para comerciar y vender. Desataron sobre ellos sus poderes y les dieron muerte a todos. Kashimir al hacerlo, sintió que su humor mejoró. Sin embargo, Radabat a pesar de haber matado sin misericordia, tenía un peso en el alma cada vez mayor.

      Se refugiaron de la lluvia en una cueva gigantesca. Radabat tomó dos rocas enormes e impactándolas entre sí, formó una fogata y alimentó su fulgor con una sustancia negra y volátil que salía de la palma de su mano: un poder que le había otorgado el colgante de rocanagra dado por la Presencia Oscura. Rápidamente el fuego se tornó oscuro y no desprendía calor, sino que un frío insaciable parecía devorar toda la poca calidez que había dentro de la cueva.

      —¿Qué es lo que haces?—dijo Kashimir molesto.

      —¡Shhh! —le ordenó callar Radabat, poniendo el dedo índice de su mano sobre la boca, sin sacar los ojos del fuego.

      Radabat…

      Comenzó a decir una voz siniestra desde el fuego, Kashimir se asustó de inmediato y se precipitó, pero Radabat le contuvo:

      —No te muevas —dijo a su compañero, mirándole muy serio.

      Radabat…

      Volvió a llamar la voz espectral. Kashimir sintió miedo.

      —Te… te están llamando a ti… —dijo Kashimir con un hilo de voz, como si él no tuviera nada que ver con el asunto, entonces Radabat negó con la cabeza muy despacio, al instante, desde la flama oscura se escuchó la misma voz, pero esta vez diciendo:

      Kashimir… Kashimir…

      Insistía la tenebrosa llamada, Kashimir sacó la vista de los ojos de Radabat y miró durante un instante la fogata de fuego negro, luego volvió a mirar a Radabat, pero en sus ojos ya no estaban sus pupilas, sino que la misma flama negra ahora estaba dentro de los ojos de su compañero.

      Kashimir retrocedió asustado y vio caer a Radabat en un éxtasis y convulsionar en el suelo.

      —¿Qué demonios sucede? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué es lo que quieren? ¡Qué es lo que quieren! —gritaba Kashimir, mientras Radabat se retorcía en el suelo, hablando cosas ininteligibles en lengua tenebrae, con la mirada perdida, los ojos negros y tirando espuma por la boca. Entonces la flama negra se agitó con violencia y metiéndose dentro de Kashimir por los ojos y la boca, lo hizo caer al suelo en el mismo estado que Radabat.

      Radabat y Kashimir vieron lenguas de fuego negro a su alrededor y salieron de la dimensión en la que estaban. Todo daba


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