El Dogok y las guerras Noxxis. Danilo Járlaz

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Nuestro poder podría perjudicarnos. Por lo tanto, tome cada uno un compañero y siga con él un camino diferente —y a todos les pareció una buena idea.

      Se cambiaron todos el nombre diciendo:

      —Para que no nos encuentren nuestras antiguas familias, cambiemos nuestra identidad, porque luego de haber estado frente a la muerte, ninguno de nosotros volverá a ser el mismo —y se pusieron los siguientes nombres:

      Kebos,

      Radabat,

      Kashimir,

      Oseres,

      Toter,

      Azuruma y

      Atizedrel.

      Y Ogtus dijo:

      —No soy digno de llevar este nuevo nombre, puesto que es el que nos ha dado la muerte cuando le hemos pedido el suyo. Conservaré Ahimot y si alguien me reconoce de nombre, lo entregaré a la muerte.

      Pero ninguno de los otros daraflame le permitió hacer esto, puesto que todos habían escuchado decir a la muerte que Ogtus era su nombre ahora.

      —Te mataremos si dejas el nombre —dijeron todos y Ogtus, no queriendo contrariarlos, conservó el nombre para sí.

      Entonces Ogtus dijo a Radabat:

      —Muéstrame qué poder te ha otorgado la muerte.

      Pero Radabat respondió:

      —Pronto sabrás de mi poder, Ogtus heredero de las sombras, pero no seré yo quien te lo diga —y dicho esto tomó de compañero a Kashimir y se alejó con él del lugar en el que estaban. Y Kashimir miraba con deseos lujuriosos a Azuruma que era una mujer muy hermosa, pero no puso resistencia alguna en seguir a Radabat. Y Azuruma vio con la mirada cómo se alejaba y también lo deseó.

      Entonces Ogtus dijo a Oseres:

      —Enséñame qué poder te ha otorgado la muerte.

      Y Oseres respondió:

      —No te apresures, Ogtus heredero de las sombras, pues aunque te lo diga, es mejor que tus ojos lo vean en su debido tiempo —y dicho esto tomó de compañero a Toter y se fueron juntos por un camino diferente al que habían tomado Radabat y Kashimir.

      Y quedando solo Azuruma, Atizedrel y Kebos, Ogtus les dijo:

      —Supongo que ustedes tampoco me dirán los poderes que han recibido de la Presencia Oscura.

      Entonces Azuruma, que era muy bella, se acercó hasta Ogtus y lo besó con pasión al mismo tiempo en que con su mano acariciaba con lascivia sus genitales. Y el joven daraflame se encendió en deseos lujuriosos y deseó hacer suya a Azuruma ahí mismo, pero ella retrocediendo luego de besarle, negó con la cabeza, lamiéndose los labios:

      —Si así lo quiere el destino, volverás a verme, Ogtus, heredero de las sombras. Pero ahora debo irme —respondió Azuruma, y tomando a Atizedrel, una mujer tan hermosa como ella, se alejó del lugar por un camino diferente al de los demás.

      Entonces Kebos, el único que había quedado, se arrodilló frente a Ogtus y le dijo:

      —Déjame acompañarte y mi poder será tuyo, pero si no deseas mi presencia, te ruego que me entregues a la muerte ahora mismo, porque no sé dónde ir con lo que se me ha otorgado —le suplicó con los puños en tierra. Ogtus lo miró un instante antes de responder, como si se compadeciera de lo que Kebos le decía:

      —No necesito tu poder y si lo necesitara, muerto o vivo, tomaría el tuyo sin tu consentimiento —respondió Ogtus.

      —Entonces tómalo y borra mi existencia, porque grande traición hemos cometido contra la sangre —dijo Kebos sin levantar el rostro.

      —Ninguna traición has cometido, Kebos, daraflame de la venganza. Has muerto y vuelto a nacer al recibir la gema de rocanagra. Ya nada queda de quién solías ser. Ponte de pie —ordenó Ogtus. Kebos así lo hizo y le juro lealtad.

      —Hasta la muerte te serviré, Ogtus heredero de las sombras —juró Kebos con vehemencia.

      —¡Necio! —respondió Ogtus— Nosotros no moriremos. La muerte no puede morir —afirmó Ogtus con seguridad.

      Entonces Kebos levantó la mirada y se llenó de horror y miedo al ver los ojos de Ogtus tras la máscara que le había dado la Presencia Oscura.

      Eran sin duda los ojos de la misma muerte.

      Porque la muerte había sido complacida en él.

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      Capítulo 2

      Ogtus y Kebos

      En la cultura nimrod Ogtus es el dios de la muerte. Reconocido como el más poderoso de los ocho daraflames.

      Kebos es el dios de la venganza y el poder.

      Aconteció que Kebos tomó mineral de acadio y se forjó con las manos una maza que era casi de su mismo tamaño. Mientras la forjaba, Ogtus lo miraba trabajar sentado arriba de una roca, entonces un susurro siniestro le habló diciendo:

      Ogtus, heredero de las sombras, destruye las cumbres que te rodean y ve hacia el Oeste de Mádigan, porque allí están las vidas que me entregarás.

      Aún no terminaba de hablarle aquella voz, cuando Kebos se volteó hacia él con su maza de acadio terminada:

      —¿Qué es lo que demandan las tinieblas? —preguntó Kebos, poniendo la maza sobre su hombro. Ogtus se sorprendió al escucharle.

      —¿Acaso tú también los has escuchado? —quiso saber Ogtus. Kebos negó con la cabeza.

      —No. Pero sé cuando te hablan —respondió Kebos.

      —Destruye todas las cumbres que nos rodean. Deja el paso inaccesible al Palacio Siniestro. Muele todo lo que nos rodea con tu maza de acadio y vámonos de aquí.

      —¿A dónde iremos? —preguntó Kebos.

      —A buscar lo que me pertenece —respondió Ogtus fulminante.

      —Así se hará —dijo Kebos sin más reparos.

      El daraflame blandió su nueva maza de acadio por primera vez y un terrible y devastador poder tenebroso emergió desde él. Aumentando cien veces su tamaño corporal, molió las colinas y desintegró los roqueríos, pronto todo se redujo a planicies llanas y desérticas. Todo fue reducido a arena.

      Y mientras Kebos destruía todo, escuchaba la risa de la muerte en sus oídos. El daraflame no se detuvo, pero escuchar esa risa para él era una tortura.

      Entonces Ogtus llamó a ese lugar la “Prisión de Similot” ya que la muerte le había dicho: “Aquí haré prisioneros a todos los que me entregues.”

      Este también fue el nacimiento del Desierto de los Muertos al Este de Mádigan.

      Al acabar la destrucción de las colinas, nunca más nadie pudo volver a encontrar el Palacio Siniestro ni nadie más supo de los gólems de rocanagra ni de la Prisión de Similot. Sin embargo, viajeros que han sobrevivido al Desierto de los Muertos, afirman haber escuchado a lo lejos entre las llanuras, una risa siniestra. Cuando alguno de sus compañeros ha muerto en el desierto, se cree que es la misma risa que atormentó a Kebos cuando destruía las colinas. Todos los que la escuchan terminan enloqueciendo.

      Kebos volvió a su tamaño original. Se sentó exhausto con la maza de acadio entre las piernas, temblaba. Notó que su arma ahora se había reducido a una barra muy afilada, con la forma más de una espada que de una maza.

      Y estaba Kebos desnudo, pues al agigantarse de tal forma, sus ropas se habían desintegrado al liberar su poder tenebroso. Y pensó Kebos en forjarse una espada, pero Ogtus lo detuvo.

      —Déjalo así. Necesitas descansar. —dijo Ogtus, quitándose


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