Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural. James Earls
alternativos. Lo analizaremos con más detalle en la siguiente sección, pero primero debemos ver cómo tocamos y comenzar a elaborar un vocabulario que describa lo que hacemos. Existen muchas formas de tocar: para dirigir, para informar, para transmitir amor, para educar, para abusar, para curar, para tranquilizar, para tratar con condescendencia o para seducir. Seremos mejores terapeutas si desarrollamos nuestras capacidades para elegir entre un amplio abanico de capacidades de manipulación.
Montagu (1986), en su texto clásico, escribió sobre los efectos nutrientes del contacto, bien documentados en la literatura de investigación, así como bien resumidas por él, pero muy poco se ha escrito sobre los mecanismos de nuestro principal método de aportación terapéutica. Diferentes autores y maestros han resaltado los diversos aspectos de la manipulación en función de su propia experiencia. Chaitow (2006) habla sobre la fusión de los tejidos; Hungerford (1999) nos advierte de que “no dejemos caer el tejido conjuntivo”; Myers (1999) discurre sobre las tres ies: invitación, intención e información. Sin embargo, faltan un modelo adaptativo y un vocabulario para todos los elementos de una manipulación o una intervención completas.
Esperamos que, con un modelo dividido en fases, podamos comenzar a crear una lengua que facilite el debate. Con términos compartidos que expresen y expliquen los diferentes métodos empleados, podemos, como practicantes individuales o como profesionales, saber más sobre los tejidos y sus maravillosas variaciones, pero también ser más conscientes de las diferentes fases que atravesamos y los diferentes tipos de información que damos o recibimos en cada manipulación.
En las manos de un profesional cualificado, la técnica de la inducción miofascial (FRT) es una experiencia increíblemente relajante y placentera, aunque a veces es ardua para el cliente. Como muchas herramienta, cuando la utiliza un novato puede ser un poco incómoda. Con el fin de evitar someter a tus clientes a molestias innecesarias, te recomendamos que dediques algo de tiempo a trabajar y jugar con las cinco fases que aparecen a continuación. Muchos cometen el error de pensar que lo único que importa es “hacer el trabajo”, pero si lo que queremos es centrarnos en el cliente durante la terapia, nuestra responsabilidad es ser conscientes de que estamos trabajando en una persona, no en un conjunto de tejidos disfuncionales que nos suplican que los salvemos y los curemos, y que a veces nos piden ansiosamente que los toquemos.
El modelo de las cinco fases es:
DVEIF: Desarrollo, Valoración, Estrategia, Intervención, Final
Quizá parezca que el modelo de las cinco fases está dirigido al profesional novato. Esto es intencionado para que puedas ver dónde puede diferir tu estilo o qué se te está escapando y qué aspectos debes resaltar en tu manipulación en detrimento de otros. Creemos que hasta los profesionales más experimentados se beneficiarán del análisis que ofrece este modelo.
Este modelo de cinco fases se creó en un principio como modelo orientativo (Nelson-Jones, 1995); nosotros lo hemos adaptado para el trabajo corporal.
Fase 1. Desarrollo
Muchos enfoques del trabajo corporal hablan de “ablandamiento” en el interior del tejido y de “profundizar a través las capas”; el FRT no es diferente. Fíjate en las capas a medida que las vayas alcanzando y permite que el tejido te abra paso en lugar de penetrar como un tanque. Moldea tus manos, dedos, nudillos o cualquier herramienta que estés utilizando según la forma de la parte del cuerpo en la que trabajes. Emplea sólo la tensión y la presión suficientes para alcanzar la primera capa de resistencia con la lentitud adecuada para ser bienvenido.
En esta fase desarrollas tu “relación” con el tejido. Es el compromiso inicial, el viaje desde el campo energético del cliente a través de cada capa sucesiva de tejido hasta la estructura de destino. Pero es más que eso; el proceso es minucioso, delicado en su transferencia de energía (o en cualquiera y todas las formas a las que seas sensible) y debes sentir esa relación y esperar esa invitación (Myers, 2009) o la absorción de la esponja (una imagen empleada por Maupin [2005]).
Muchas escuelas enseñan que se puede pedir al cliente que espire al presionar; a nosotros nos suele parecer un añadido útil en las zonas difíciles o peliagudas. Si se emplea demasiado, sin embargo, la insistencia en este elemento será más una distracción que una ayuda. Experimenta con tu propia espiración al profundizar con el peso de tu cuerpo en el tejido. Si mantienes tu centro de gravedad alto y la parte posterior de los talones elevada, podrás colocarte con precisión sobre la zona deseada. Si espiras (¡con suavidad!) y dejas caer el centro de gravedad (o profundizas en tu hara), será mucho más fácil para el cliente recibir que si haces fuerza contra él con brazos y manos. La tensión necesaria para presionar provocará la resistencia del tejido del cliente y desembocará en una guerra, aunque discreta, en la que sólo uno podrá ganar.
Si se mantiene un punto de contacto relajado, se evitará la tensión en las áreas trabajadas, ya que éstas intentarán oponer resistencia, pero tú también estarás más sensible a las variaciones de la fascia. Cuanto menos tono tengas en tus extremidades de trabajo, mejor sentirás los cambios en tus clientes.
Consíguelo sacando la fuerza de tus músculos lo más lejos posible del punto de contacto. Por ejemplo, si utilizas la yema de los dedos, éstos sólo han de contener la tensión necesaria para llegar a las capas. La fuerza inicial proviene del peso del cuerpo que emplees sobre esa zona. A medida que vayas necesitando profundizar, aumenta el peso del cuerpo alterando el ángulo de tu pie retrasado. Empuja con el antepié retrasado (recuerda mantener tu centro), estabiliza la cintura escapular y el brazo, y, suavemente, bloquea el codo y la muñeca. Sólo como última opción debes hacer presión con los dedos, ya que es más probable que te sientas “inútil” e incómodo.
Fase 2. Valoración
Ahora que ya has llegado a “un sitio”, tienes que comprobar dos cosas: primera, ¿es ahí adónde querías llegar? Si, por alguna razón, intentabas encontrar los músculos peroneos, ¿cómo sabes que los has encontrado de verdad? Segunda, si los has encontrado, ¿qué sientes? ¿Qué clase de trabajo necesitan y qué clase de herramienta debes usar? ¿Es mejor usar los dedos, los nudillos o el codo?
Ésta es la fase en la que se hacen preguntas y se obtiene información. Con movimientos tanto activos como pasivos, puedes obtener gran parte de la información que necesitas. Pedir a tu cliente que mueva el pie hacia dentro o hacia fuera mientras buscas los músculos peroneos puede ayudarte a diferenciarlos de los sóleos. Al sentir la calidad del movimiento, podrás valorar qué partes del músculo se abren demasiado o nada en absoluto. Puedes empezar a encontrar las zonas en las que necesitas centrarte, pero ¿cómo vas a hacerlo?
Pick (1999, citado en Chaitow y Fritz, 2006) diferencia tres niveles de tejidos: el nivel superficial, el nivel de trabajo y el nivel de rechazo; sigue cada uno de ellos subsiguientemente más profundo que el vecino. No son capas específicas del cuerpo, sino que dependen del nivel de disfunción o sensibilidad de una zona concreta. El nivel superficial suele encontrarse en la piel; en el nivel de trabajo se producen la mayoría de las intervenciones de trabajo corporal, y en el nivel de rechazo es en el que el profesional anula o ignora cualquier resistencia experimentada y se sufre dolor. El profesional debe decidir en cuál de estos niveles quiere o necesita trabajar. Si es en el nivel de rechazo, debería negociar con el cliente, preferiblemente habiendo tratado primero los tejidos más superficiales para ir preparando la zona. La ubicación de estos niveles puede variar de una zona a otra (en función de las condiciones del tejido), de un día a otro (en función de la dieta y el estrés) y de una persona a otra (el nivel superficial de una persona es el nivel de rechazo de otra). Sé delicado a la hora de hacer tus valoraciones para identificar y saber dónde te encuentras en relación con estos niveles.
Figura 2.1. A veces es necesario llegar a la capa de “rechazo”, pero los clientes no suelen estar dispuestos a aceptarlo, especialmente si los pilla por sorpresa.
Fase 3. Estrategia
Estás