Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural. James Earls

Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural - James Earls


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trabajo corporal. En general, cuando se realizan técnicas de masajes, el fisioterapeuta masajea por encima de la fascia, aplicando compresión al tejido con el fin de estimular el flujo de los fluidos y provocar algún cambio en la tensión neuromuscular (figura 2.3).

      Con el fin de estirar manualmente el tejido conjuntivo, el terapeuta tendrá que usar un estilo diferente de contacto. Esto se realiza aplicando primero una presión hacia abajo, profundizando hasta el primer nivel que ofrezca resistencia, y luego bajando el ángulo de contacto con el fin de crear una onda por delante del punto de contacto (figura 2.4). Esta onda se mantiene por delante mientras se realiza la manipulación. Ésta debe aplicarse lentamente y a una velocidad determinada por la interacción de la herramienta que se está empleando (pulgar, antebrazo, codo, etc.), la cantidad de lubricante de la superficie y el ritmo al que el tejido del cliente puede fundirse y abrirse mientras trabajas con él.

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       Figura 2.3. Masaje aplicando compresión.

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       Figura 2.4. Manipulación para la inducción miofascial.

      A veces nos lo imaginamos como un ascensor que baja hasta el piso (nivel tisular) en el que queremos estar. Al salir por la puerta, bajas el ángulo de contacto, te paras en la capa miofascial y luego continúas la conversación que ya estabas manteniendo con el tejido de tu cliente a través de la manipulación.

      Nosotros recomendamos experimentar con diferentes tipos de lubricantes, comenzando con sólo los hidratantes para nuestras manos. Aún con poco lubricante, tus manos se deslizarán por los tejidos y no podrás realizar la manipulación con suavidad. Si ocurre esto, humedécete las manos con un poco de agua. Sólo si esto fracasa, puedes intentar ponerte un poco de crema hidratante o lubricante a base de cera (ver Fuentes). Las lociones con demasiado lubricante, las lociones a base de aceite o los aceites en particular reducen la capacidad de agarrar los tejidos, lo cual dificulta la tarea de la FRT y la convierten en algo doloroso e ineficaz. Recuerda empezar siempre con poco, ya que es más fácil añadir un poco que quitar cuando se ha cogido demasiado.

       Capas de la fascia

      El cliente puede experimentar una sensación de tirantez y quemazón –esto es en parte lo que intentas conseguir cuando “fundes” la sustancia base de la fascia para que pase a un estado más líquido y estire la bolsa de los tejidos conjuntivos alrededor y dentro de las zonas tratadas.

      Si no estás familiarizado con la palpación de las capas miofasciales que recubren los músculos, intenta explorar las capas de tu antebrazo. Con los dedos de tu mano dominante, empieza primero prestando atención a la superficie de la piel. Siente la resistencia a tu presión, la tirantez de la piel que ofrece una sensación positiva como respuesta al ligero peso de las yemas de tus dedos. Intenta mover la piel por encima del tejido adiposo que tiene debajo. ¿Está separada de la capa inferior? ¿Se mueve la piel más fácilmente en una dirección que en otra?

      Ahora profundiza hasta la capa adiposa. Presta atención a la diferente calidad de las sensaciones de las yemas de tus dedos. ¿En qué se diferencia esta capa de la que está “en la piel”? Presiona con un poco más de firmeza y sentirás otra capa tensa por debajo de ésta, más tirante y firme que la piel. ¿Puedes mover la capa adiposa sobre esta segunda piel? Siente cómo la piel y la capa adiposa se mueven juntas fácilmente, deslizándose sobre esta primera capa de la fascia; la capa profunda. Manteniendo la presión con los dedos sobre el tejido adiposo, inclina la presión hacia tu codo, elevando cualquier flacidez y luego flexionando lentamente la muñeca. ¿Sientes el estiramiento de la piel? Con un agarre más firme y más movimiento, podrás sentir cómo este tipo de contacto empieza a ser incómodo. Es parecido a cuando te retuercen el brazo los niños malos del colegio y los hermanos mayores de todo el mundo.

      Cuando te recuperes del pequeño abuso al que acabas de someterte (y que esperamos que no te suponga muchos recuerdos traumáticos), deja que tus dedos desciendan a través de las capas de nuevo, esta vez superando la resistencia ofrecida por la capa profunda de la fascia. Sentirás que ahora empujas el vientre, empleando el tono de los músculos cómo guía para valorar en qué nivel estás; el centro es la “piel” del primer músculo con el que te encuentres. Puedes investigar para ver si estás en la capa adecuada flexionando la muñeca de nuevo. ¿Sientes que los músculos se estiran por debajo de tu punto de contacto igual que en el primer intento o sientes que el tejido que rodea las yemas de tus dedos tira de ellas hacia la muñeca?

      Si estás en la capa adecuada, ya puedes empezar a aplicar la FRT en los extensores de la muñeca “enganchando” el tejido, empujando hacia el codo mientras lentamente flexionas la muñeca de nuevo. Presta atención a las diferentes sensaciones de los tejidos que hay entre los dos niveles distintos de conexión. Si lo haces bien, ahora sentirás una especie de quemazón profunda, pero más agradable. A veces los clientes la describen como un “dolor bueno”, como si el tejido casi pidiera a gritos la liberación, la estimulación y el estiramiento que le estás ofreciendo.

      En el contexto del modelo DVEIF (página 26), has profundizado en los tejidos (Desarrollo), has sentido la capa adecuada (Valoración), has decidido qué dirección seguir y qué movimiento hacer (Estrategia), has realizado el trabajo (Intervención) y finalmente te has fundido con el tejido para acabar (Final).

      En cada una de las técnicas de este manual deberías seguir el mismo proceso; todas son conscientes, nutritivas y auditivas. Con cada intervención, debes trabajar en el nivel apropiado y tener la misma conversación, escuchar la retroalimentación y ajustarte en función de todo eso. Experimenta contigo mismo para sentir esa agradable provocación en tu nivel superficial (demasiado superficial para ser efectivo), tu nivel de rechazo (¡fuera!) y tu nivel de trabajo (justo ahí). Por favor, aunque no lo repitamos en cada descripción, nunca olvides que estás en constante relación, no sólo con el cliente, sino más directamente con su tejido, y que ambos merecen que los escuches. Cada movimiento debe realizarse con el mismo cuidado y atención que pone un escultor con su cincel sobre un mármol irreparable.

      Ahora puedes explorar todos los músculos del antebrazo. Siente las diferencias del tono, no sólo en el músculo, sino también en la piel de la fascia, el epimisio. Compara el compartimento flexor con el extensor. Realiza movimientos para encontrar el perimisio entre los músculos. Realiza movimientos para identificar exactamente dónde estás jugando con la flexión y la extensión en combinación con la desviación radial y ulnar. ¿Qué diferencia hay en la tensión producida bajo tu mano de trabajo? ¿Sientes que ciertas direcciones del movimiento suponen un mayor desafío para el tejido? A medida que vayas adquiriendo experiencia con esta técnica con la práctica regular, todo esto te informará sobre la zona en la que estés trabajando, sus condiciones y dónde tendrás que centrar tu atención. Serás capaz de alterar sutilmente los ángulos de movimiento para que tu trabajo sea más efectivo.

      Como hemos visto antes, existen muchos tipos diferentes de fascia: el tejido conjuntivo denso, regular e irregular, el adiposo y el areolar. Trabajaremos con ellos en sus diferentes manifestaciones dentro del cuerpo. Como cada uno tiene diferentes cualidades y capacidades de cambio, responderán al estrés de formas únicas, creando diversos síntomas en los tejidos y en el resto del cuerpo. Debería ser obvio, por tanto, que no todas las fascias se han de tratar del mismo modo. Tenemos que cambiar el tipo y el estilo de contacto para ajustarnos a la naturaleza del tejido en el que trabajemos y para conseguir resultados diferentes.

      Por ejemplo, podemos subir o bajar planos de la fascia (densa irregular) como si estuviéramos recubriendo el tejido miofascial por encima del esqueleto; podemos separar el septo que se ha pegado (por el tejido areolar intermedio), y podemos liberar los nudos y nódulos (tejido denso regular adherido en la miofascia) –todos los signos ubicuos de las pruebas y las tribulaciones de la vida. Cada uno de ellos requerirá una variación de la técnica básica, cambiando el ángulo o la cantidad de contacto de superficie o la naturaleza de la presión empleada.

      Existen


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