Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural. James Earls

Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural - James Earls


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del ángulo al profundizar más en el tejido pectoral.

      En la figura 2.13c puedes ver que el tejido se estira lateralmente mientras se abduce el brazo. Es lo que llamamos asistencia al estiramiento. El movimiento del tejido y la fuerza de la estimulación van en la misma dirección. Esto aislará el estiramiento del tejido entre tu contacto y la inserción proximal. Si hacemos esto en la manipulación y nos deslizamos lateralmente, se puede perder parte de la efectividad porque una cantidad cada vez mayor de tejido elástico absorbe la fuerza del estiramiento de la fascia cuando te alejas lateralmente desde la inserción.

      Si invertimos la estimulación, centrando la atención medialmente (figura 2.13d) y resistiendo el estiramiento activo del cliente, nos centraremos en la liberación del tejido entre nuestro contacto y las inserciones laterales del húmero.

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       Figuras 2.13a, b, c y d. Varios métodos para trabajar la fascia pectoral en un abanico de direcciones con diferentes herramientas.

      Con bastante frecuencia tendremos que diferenciar tejidos. Cada capa del cuerpo debe deslizarse sobre otra de forma independiente, pero esta capacidad puede perderse por muchas razones. Los traumatismos, el uso incorrecto o el sobreuso, por ejemplo, pueden provocar la formación de adherencias y limitar la naturaleza adaptativa del tejido areolar colindante. Cuando esto ocurre, el cuerpo puede sentir que la zona está “bloqueada”, y ésta es una de las razones para emplear en el cliente todo el movimiento posible en tu trabajo. En algunas zonas podemos expandir el tejido para reabrir los septos (ver expansión de los aductores, página 152), profundizar en el espacio existente entre las estructuras para estimular la relajación de las restricciones (ver separación de los músculos isquiotibiales, página 110) o centrarnos en una zona y mover el tejido subyacente del cliente para crear un efecto de “hilo dental” para aumentar la relación del tejido conjuntivo y recuperar una relación diferenciada y suave (ver limpieza del retináculo del tobillo, página 76).

      Como ya hemos comentado, nuestra manipulación cambiará en función de nuestra intención y la naturaleza del tejido con el que trabajemos. Nuestra forma de trabajar con el tejido regular denso del tendón de Aquiles será muy diferente a nuestra forma de profundizar en la naturaleza más dura y complicada del septo, y también será diferente entre los distintos septos de varias densidades.

      El terapeuta competente será capaz de interpretar no sólo la naturaleza del tejido, sino también el carácter del cliente y qué manipulación producirá la respuesta deseada. La atención constante y los ajustes instantáneos de la manipulación son elementos esenciales de una buena técnica de la inducción miofascial –firme cuando sea necesario, nutriente cuando sea posible.

      Una sesión debe tener un comienzo, una parte central y un fin. Una progresión natural del tratamiento ayuda a relajar al cliente y, como veremos, permite la preparación y la posterior integración del trabajo principal que contiene.

      Anteriormente en este capítulo hemos visto el modelo DVEIF con respecto a la práctica de una simple manipulación, pero también se puede emplear como plantilla para una sesión. El terapeuta en principio Desarrolla una relación y una comunicación (o vuelve a conectar con un cliente ya conocido), luego realiza cierta forma de Valoración haciendo una historia del caso, descubriendo lo que ha pasado desde la última sesión o, en el caso del trabajo de liberación fascial, realizando una valoración postural visual a través de la lectura corporal. Esta información se emplea entonces para desarrollar la Estrategia o el plan de tratamiento, cuyo objetivo es cumplir lo que desea el terapeuta para esa sesión. En la fase de Intervención experimentamos para ver si todo concuerda y si podemos conseguir algunos de los objetivos deseados antes de que la sesión llegue a su Final con algún tratamiento de asentamiento, como el trabajo en el cuello, la espalda o el sacro.

      Puede haber muchas razones para que un cliente venga a vernos, y las técnicas que aparecen en este libro no son siempre útiles para trabajar con tejidos gravemente lesionados. La razón que se oculta tras nuestro paradigma al trabajar hacia el equilibrio estructural es que cuando facilitamos una mejor alineación en todo el cuerpo, el tejido tiene menos probabilidades de lesionarse. El trabajo es ideal para quienes sufren dolores musculoesqueléticos crónicos. Algunos clientes comprenden fácilmente la lógica de este trabajo, especialmente si utilizas un espejo durante la lectura corporal como se explica más adelante, pero otros quizá necesiten más persuasión para comprender por qué se trabajan zonas completamente diferentes a las que experimentan el dolor.

      Al comienzo, la aclaración de los objetivos del cliente puede ser una ayuda, ya que puedes negociar lo que cabe conseguir y lo que se espera de los tratamientos. Preguntar al cliente cuáles son sus problemas estructurales y cómo se experimentan, y buscar un objetivo perceptible y alcanzable para que ambos podáis trabajar, pueden ayudarte a centrarte en la sesión. Recuerda que puedes pedir al cliente que suba o baje de la camilla en cualquier momento (y es de esperar que más de una vez) de la sesión para que pueda experimentar el trabajo y sentir las diferencias, y para que tú puedas valorar de nuevo el progreso conseguido.

       El arco de una sesión

      La sesión suele describir una progresión en arco: desde un comienzo sensitivo, va aumentando en intensidad, la manipulación va valorando capas más profundas o zonas menos receptivas antes de relajarlas o suavizarlas, y se integra el trabajo al final. El primer contacto con los músculos psoas o pectíneo puede ser horrible para el cliente. Comienza por zonas o estructuras más superficiales y menos íntimas. Prepara las zonas que necesitan ayuda. Prepara al cliente psicológicamente empezando por las zonas más accesibles y abiertas al tacto –para la mayoría de la gente son las extremidades o la espalda. Sabrás ya que tienes que trabajar con el pectoral menor o los rotadores laterales profundos y seguramente los conoces bien, pero es probable que el cliente no esté preparado para que trates esas zonas. Respeta el arco, incluso con los clientes conocidos; empieza suave y superficialmente, y ve avanzando hacia la parte central y más intensa de la sesión.

       Final del juego

      Intenta siempre asegurarte de que te sobra tiempo en la sesión tras la parte más intensa para que tu cliente pueda asentar el cuerpo e integrar algunos de los cambios que han tenido lugar. Como hemos comentado, este “final del juego” normalmente consta de un trabajo en el cuello y/o la espalda, la elevación de la pelvis, unos toques en la espalda y la liberación occipital en particular. La elevación pélvica y la liberación occipital son relajantes y de asentamiento (y en general parasimpáticamente estimulantes) y pueden, por supuesto, ser usadas en conjunción con los objetivos estructurales de la sesión; son algo más que una manipulación agradable. El trabajo que se realiza con el cliente sentado y con la espalda apoyada es algo más estimulante simpáticamente, ya que aquél tiene que apoyarse e involucrarse de manera más activa. La elección de qué manipulación emplear y en qué orden la determina el efecto que desees o necesites obtener para tu cliente. Si su sistema está excitado y precisa calma, concentra el trabajo en cuello y pelvis; si parece algo adormilado y ha de conducir después de la sesión, haz que se recupere realizando el trabajo con el cliente sentado con la espalda apoyada, por ejemplo.

      Es importante que el cliente se sienta completo al final de la sesión, y puedes contribuir a ello con tu modo de proceder en la sesión, así como escogiendo la manipulación final. Cada sesión debe diseñarse con dos o tres objetivos: no trates un problema estructural en una sesión; no saltes por el cuerpo de una extremidad a otra, de la parte superior del cuerpo a la inferior, y vuelta a empezar. Tu trabajo debe seguir una línea coherente. Trabaja con una capa o una zona y luego pide al cliente que se levante y sienta el trabajo. Luego podrás profundizar o equilibrar tu trabajo con la otra extremidad y repetir el proceso. No tengas miedo de hablar con el cliente y pedirle que se mueva y se levante de la camilla. Nuestro objetivo consiste en ayudarle a volver a conectar con su cuerpo, no a que se desvincule de él.

      Tras la sesión, haz que el cliente camine o realice movimientos


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