Biodiversidad y propiedad intelectual en disputa. Santiago Roca

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al respecto.

      Actualmente, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia, conjuntamente con el develamiento de la vigencia de los sistemas de conocimiento ancestral, están redefiniendo en forma progresiva el dogma de la evolución de la sociedad contemporánea, a la vez que introducen nuevos paradigmas sociales, económicos, jurídicos, culturales, éticos y ecológicos en la orientación/transición del pensamiento y práctica universal del presente siglo.

      Mientras tanto, la visión de la vida compartimentada parece eternizarse:

      … la biología reduccionista se caracteriza cada vez más por un reduccionismo de segundo orden —el genético— que restringe el comportamiento de los organismos biológicos, incluyendo los seres humanos, a genes. Pero el reduccionismo biológico supone además un reduccionismo cultural, en la medida [en] que devalúa otras formas de saber y otras éticas de la vida; tal es el caso de la agricultura y medicina no occidentales, incluyendo todas las disciplinas de la biología occidental que no se prestan al reduccionismo genético y molecular, pero que son necesarias para relacionarse de manera sostenible con el mundo vivo (Shiva, 2001, pp. 47-48).

      Se pretende, así, validar —como en otras etapas de la historia mundial— el proceso dialéctico de colonización del Norte «rico» respecto del Sur «pobre». Una vez más, la periferia poseedora de materias primas termina sosteniendo el desarrollo industrial-económico de los Estados centrales.

       1.2. Geopolítica y geoeconomía en el siglo XXI

      La valorización del espacio —considerando la existencia de los «bancos de genes»— implica la emergencia de un paradigma geoeconómico que rentabiliza las biorregiones del planeta en forma heterogénea. En las regiones terrestres, la biodiversidad se acumula en las zonas boscosas, principalmente en los bosques y selvas húmedo-tropicales, en las regiones de transición (biomas terrestres, marinos y manglares), en las praderas marinas y en los bancos o arrecifes de coral10.

      En consecuencia, la biodiversidad de la Tierra se concentra en América Latina, el centro de África, el Sudeste Asiático, Oceanía y el segmento de islas que forman Filipinas, Micronesia y Polinesia. Este verdadero cinturón emplazado alrededor del planeta concentra cerca del 80% de la biodiversidad, sobresaliendo América Latina como el epicentro de la biodiversidad mundial.

      La Amazonía es considerada la zona de mayor biodiversidad; sobre todo, sus selvas y bosques inundados. En el otro extremo del planeta, el sur de Asia (Indo-Pacífico), que abarca Nepal, Bangladesh, Myanmar (Birmania), Laos, Tailandia, Camboya, Vietnam, Filipinas, Malasia, Sumatra, Borneo, Java y las más de siete mil islas que componen la faja de Coral y Célebes, constituye no solo la segunda reserva terrestre —caracterizada por su alto grado de endemismos y su diversidad de especies—, sino, además, la primera reserva de biodiversidad marina del mundo.

      En medio de este escenario, la prospección de la biodiversidad o bioprospección —que consiste en analizar los recursos genéticos en busca de compuestos activos para uso farmacológico, alimenticio, industrial o de defensa— se intensifica en las referidas biorregiones, buscando, sobre todo, plantas medicinales y sustancias naturales con actividad biológica, por cuanto el diseño artificial de fármacos mediante la bioquímica y las computadoras ha resultado más complejo de lo previsto.

      Las nuevas herramientas biotecnológicas, diseñadas en los laboratorios y las universidades de los países que controlan la tecnología, han permitido a las empresas monitorear plantas, animales y microorganismos a una velocidad sin precedentes, para obtener de ellos información genética útil. Los genes potencialmente comerciales,en la actualidad pueden ser transferidos de un organismo a otro, igual o diferente, y hasta de diferente reino, a través de la ingeniería genética, que ha logrado resignificar la biodiversidad como un poderoso recurso económico11, empresarial y político, además de genético.

      Al respecto, un dato revelador en relación con la farmacología es que más del 60% de la población mundial depende en forma directa de las plantas para la elaboración de sus medicamentos. Los chinos, por ejemplo, utilizan con fines medicinales más de 5,000 de las 30,000 especies de plantas que, según se calcula, existen en su país.

      Además, la mayoría de los medicamentos occidentales deben su existencia a la investigación de los productos naturales, pero menos del 10% de las 250,000 especies floríferas que —se calcula— existen en el mundo han sido científicamente examinadas para detectar en ellas posibles propiedades medicinales. De manera paradójica, se estima que, hacia el año 2050, una de cada cuatro de las plantas más evolucionadas se habrá extinguido antes de haberse explorado en forma adecuada sus potencialidades.

      Los complejos moleculares biodiversos que produce la naturaleza no pueden replicarse a partir de invenciones científicas, pero cuando se descubre su principio activo natural pueden efectuarse modificaciones sintéticas para alterarlos. La bioprospección, con ayuda de la cibernética, permite ahora investigar estructuras de potencial interés para la elaboración de fármacos. La instrumentación de la biodiversidad para su uso en biotecnología permite alterar los sistemas alimentarios, la medicina, la industria, las armas, además del sistema jurídico internacional y el propio equilibrio ecológico.

      Todo esto convierte a la biodiversidad en una ventaja comparativa para los países que la poseen, aunque solo en la medida en que estos la sepan valorar, mantener y aprovechar mediante políticas y estrategias que garanticen un adecuado planeamiento para su utilización sostenible.

      Mientras que la economía clásica y neoclásica clasificó a los países en productores y consumidores, la economía del conocimiento12 los divide en países productores, consumidores y de reserva (de biodiversidad y otros recursos estratégicos, como petróleo, gas, agua dulce, minerales, madera, alimentos). En el grupo de países de reserva se ubicarían China, Estados Unidos, Brasil, Australia, la India, Congo, México, Indonesia, el Perú, Sudáfrica, Colombia, Venezuela, Madagascar, Nueva Guinea, Malasia, Filipinas y Ecuador, entre los más importantes. Por ello, una de las formas de analizar las relaciones entre los países del hemisferio sur y del hemisferio norte es mediante el estudio de la diversidad biológica y cultural.

      Así, los países del Sur se constituyen en verdaderos «inventarios de información» sobre la naturaleza y, por lo tanto, son reservorios biogenéticos con potencial de mercado, mientras que los países del Norte asumen el rol de extractores, procesadores y redistribuidores de los recursos biogenéticos mediante productos de consumo protegidos por el sistema internacional de patentes. Diversos investigadores y analistas consideran que tal situación configura una nueva forma de colonialismo: el recurso genético —la materia prima— se obtiene en el Sur, mientras que el valor agregado —el procesamiento— se incorpora en el Norte (incluyendo el registro de las patentes).

       2. Propiedad intelectual, biopolítica y geopolíticas del conocimiento

      A partir de los fundamentos expuestos en la primera parte de este trabajo, emerge un aspecto cuyo abordaje resulta sustancial para la comprensión cabal de lo que implican la biopolítica y las geopolíticas del conocimiento que subyacen a las estrategias de biopiratería que se despliegan en países que, como el Perú (y otros de América Latina), son megadiversos: el control (hegemónico) de los recursos biogenéticos por parte de los países centrales (en relación con los países de la periferia), dada su rentabilidad económica y su importancia en el contexto de la crisis de la biosfera.

       2.1. Control hegemónico y bioprospección

      El análisis sobre las geopolíticas del conocimiento asociadas al patrimonio biogenético y biocultural de los países de América Latina implica, necesariamente, la revisión de aquellos mecanismos que conducen a la apropiación privada de la naturaleza mediante derechos de propiedad intelectual, en medio de las tensiones por la afirmación del poder y la hegemonía mundiales.

      Precisamente, un estudio de caso que nos permite aproximarnos al modus operandi de la geopolítica de la biodiversidad es el proyecto International Cooperative Biodiversity Group (ICBG), por los alcances de sus objetivos de investigación y por la elocuencia con que nos permite mostrar tanto la lógica


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