Tóxicos invisibles. Ximo Guillem-Llobat
como director de la Estación de Patología Vegetal de Moncloa, en 1898, Navarro publicó su «Memoria relativa a las enfermedades de los olivos». Habiendo reunido los materiales para la preparación de dicha memoria, Navarro tuvo conocimiento de que el Ateneo y Sociedad de Excursionistas de Sevilla había abierto un Certamen, entre cuyos temas se encontraba aquel relativo a las enfermedades del olivo en Andalucía. Decidió presentar su trabajo en aquel Certamen y fue merecedor del primer premio. Navarro explicaría que aquella memoria no era más que un primer estado de la cuestión en el que se incluía la información hasta entonces dispersa en libros y folletos diversos y acabaría por calificar dicho trabajo de «índice para lo sucesivo». Es decir, que a partir de aquel primer trabajo iría profundizando en algunas de estas enfermedades y contribuyendo de formas diversas a su tratamiento.
Figura 3
Leandro Navarro (en el centro de la imagen) muestra a una comisión del Consejo Provincial de Fomento de Jaén la eficacia del tratamiento con cianhídrico. Documental Fumigación de los olivos por medio del gas cianhídrico (1914). Europeana. https://www.europeana.eu/es/item/08625/FILM00068074c_X
El olivo acabaría convirtiéndose en aquella época en un cultivo prioritario en las políticas agrarias estatales y esto favorecería la aprobación de importantes inversiones para su estudio; unas inversiones de las cuales también se benefició Navarro. Hay que destacar que, tal y como han mostrado Juan Francisco Zambrana Pineda y otros autores, entre 1858 y 1935, el cultivo del olivo pasó a ocupar más de un millón de nuevas hectáreas y que este aumento en extensión fue acompañado de un incremento de la producción. En aquel mismo período la producción olivarera llegó a triplicarse (Zambrana, 2003).
Los posteriores trabajos de Navarro en relación a las plagas del olivo estuvieron impulsados en más de una ocasión por requerimientos del Ministerio de Agricultura. Seguramente el lugar que ocupaba en la Estación de Patología Vegetal de Moncloa y la publicación de la memoria a la que nos referíamos, motivaron dichos requerimientos. Así, por ejemplo, el 13 de marzo de 1905 se aprobó una Real Orden en la que se le ordenaba la «organización de la enseñanza ambulante en el término municipal de Bailén (Jaén), que tuviera por fin, previo el estudio sobre el terreno de las causas de la crisis que venía sufriendo la riqueza olivarera en dicho término, el de combatir las criptógamas e insectos olivícolas con todos cuantos medios aconsejara la ciencia» (Navarro, 1911). En aquel estudio que desarrolló junto al ingeniero agrónomo de la provincia de Jaén, Cecilio Benítez, centraron muchos de los esfuerzos en el insecto Psylla olea (Fonsc.), también conocido como pulgón del olivo o cotonet. Unas semanas más tarde, el 7 de abril, la Dirección General de Agricultura le ordenó que una vez finalizados los estudios que se le habían encomendado el 13 de marzo, debería desplazarse hasta Murcia con el fin de estudiar la enfermedad existente en los olivos de dicha localidad. Y en esta ocasión el estudio estuvo centrado en Cycloconium oleaginum, comúnmente denominado repilo.
El 9 de diciembre de 1905, con la publicación de una nueva Real Orden, todavía se le encomendaba desde el Ministerio la ampliación de sus estudios sobre el pulgón del olivo y así Navarro se vería involucrado en toda una serie de experiencias adicionales. Pero su mayor éxito en el estudio y tratamiento de las plagas del olivo llegaría pocos años más tarde, cuando desarrolló sus estudios sobre el tratamiento de Phloeothrips oleae (Costa-Targioni) o arañuelo del olivo. Dichos trabajos merecen una especial atención si queremos entender cómo se representó, o dejó de representar, el riesgo en el documental de Navarro, ya que fue esta la plaga que motivó muchas de las aplicaciones de hcn sobre olivos.
El Real decreto de 25 de octubre de 1907 ordenaba el estudio de la «enfermedad existente en los olivos del pueblo de Mora, de la provincia de Toledo». Durante los próximos meses, e incluso años, Navarro dedicó esfuerzos importantes para resolver esta cuestión. Ya en 1908 publicó una memoria en la que se incluían toda una serie de procedimientos que habían resultado exitosos en las experiencias que había desarrollado en dicha población. Estos procedimientos se comunicaron a públicos muy diversos con la elaboración de hojas informativas, la impartición de conferencias y la preparación de proyecciones visuales de utilidad tanto en la divulgación como en la docencia. En esta intensa labor comunicativa, que también comportó reuniones con las autoridades locales, se involucró Navarro plenamente y según se informaba años más tarde tendría un impacto considerable en las prácticas agrícolas de aquella región.
Sin embargo, lejos de dar por cerrado el tema, Navarro siguió sus trabajos dedicados al control de la plaga del arañuelo y en 1912 presentó una nueva memoria que planteaba los beneficios de la fumigación cianhídrica en el control de la plaga (la memoria a la que nos referíamos antes y que incluía una sección con las pautas para aplicar las fumigaciones de manera segura). En este caso, nuevamente, el protagonismo de Navarro fue muy evidente. Navarro ya fue convocado dos años antes a una reunión en la que participaron el jefe del Servicio de Entomología de los Estados Unidos de América, Leslie O. Howard (1893-1943) (con el que mantuvo en años sucesivos una estrecha relación profesional) y el principal introductor de la fumigación cianhídrica en la península ibérica, Enrique Trenor Montesinos (1861-1936), conocido como el Conde de Montornés. En aquella reunión se acordó la visita de un experto norteamericano para asesorar en la introducción de la fumigación cianhídrica en la lucha contra las plagas de los cítricos en el Estado español. Se aseguró, por otro lado, el apoyo de la administración a un buen número de iniciativas que serían esenciales para que se materializase dicha práctica agrícola. Aquella reunión, puede así entenderse como un episodio clave en la apropiación ibérica de aquella práctica plaguicida que tanta aceptación tuvo durante décadas en el tratamiento de cultivos fundamentales en la agricultura de exportación como eran los de cítricos y olivos (Guillem-Llobat, 2019).6
Navarro estuvo presente en aquel proceso de apropiación de la fumigación cianhídrica prácticamente desde su inicio. Aunque en un primer momento este método se percibió como una solución a diversas plagas de cochinilla que afectaban a los cítricos, y en consecuencia el peso de la investigación recayó sobre los agrónomos valencianos, Navarro estuvo siempre próximo en la consecución de todos estos estudios iniciales. Por eso no es de extrañar que también acabara por valorar de manera original la utilidad que podría tener este tratamiento para hacer frente a una de las plagas que más tiempo le había ocupado en los últimos años.
En la aplicación de estas fumigaciones al control del arañuelo del olivo, Navarro introdujo un buen número de novedades. Cambió el uso de lonas blancas por lonas oscuras y con ello permitió que la fumigación se pudiera desarrollar de día y no de noche como se hacía habitualmente en el caso de los cítricos. Este último cambio también fue posible debido a que pudo constatar que las dosis necesarias para hacer frente a la plaga del arañuelo podían ser muy inferiores a aquellas que se estaban aplicando en cítricos. La adaptación de aquella fumigación cianhídrica aplicada en cítricos a las necesidades del control del arañuelo sería percibida como muy exitosa y en años sucesivos dicho procedimiento fue aplicado en localidades muy diversas no solo del Estado español sino también de Francia e Italia. Podemos así descartar que Navarro fuera poco conocedor de aquel tipo de fumigaciones que mostró en su documental.
En relación a su actividad investigadora, cabe destacar por último que sus trabajos no se limitaron a aquellos dedicados a las plagas del olivo. Estudió muchas otras plagas y contribuyó al desarrollo de tratamientos efectivos para ellas. Así sucedió por ejemplo en relación a plagas como las de la mosca de los garbanzales, la oruga del almendro, la cochinilla del naranjo y muchas otras plagas (Anónimo, 1959). Fue por tanto un activo investigador cuya actividad le llevaría a un conocimiento privilegiado para poder estimar la gravedad relativa de las plagas, y la diversidad de métodos de control existente. Pero sobre todo, para lo que aquí nos interesa, le llevaría a conocer con detalle la plaga del arañuelo del olivo y la fumigación cianhídrica; conocimientos básicos para poder gestionar correctamente un riesgo bien conocido (en aquel momento, como comentábamos, ya no era necesario estudio toxicológico alguno para establecer la peligrosidad del ácido cianhídrico).