Zen cotidiano. José Santos Nalda
amigo, por su valiosa ayuda para redactar el Capítulo VII, y por su acertado criterio en torno al Zen y a la vida cotidiana.
A Carolina Albiac y Guillermo Prat, siempre dispuestos a ayudarme.
A todos mis alumnos de Aikido con los que he compartido sesiones de Zazen.
A Pili, la secretaria del gimnasio Victoria por su ayuda.
Al Dojo del gimnasio Victoria de Zaragoza, y Gimnasio Almozara.
A todas las personas que de una manera u otra me han enseñado algo acerca del Zen.
A Paco Lagardera, por su confianza en mi modesta aportación al conocimiento del Zen
A los lectores que tengan la paciencia o la curiosidad de leer este libro.
¡Gracias!
PRESENTACIÓN Dr. Arturo Justes
Toda persona da como supuesta la unión entre el cuerpo y la mente. Sin embargo, no suele caer en la cuenta de que nuestro cuerpo exterioriza nuestro estado mental. Suele ignorar que nuestro desarrollo intelectual se realiza sobre una base física, de sensaciones corporales. Si fallan estas informaciones, perderemos la capacidad del desarrollo mental. Nuestro organismo ha desarrollado esta secuencia, y cuando nuestro estado mental está perturbado, precisa reorganizarse desde la base, desde la sensación corporal.
Todo el mundo puede percibir que estar nervioso o angustiado provoca una taquicardia, una sudoración, etc. Nuestro cuerpo se manifiesta para que podamos darnos cuenta. La solución no es tan sencilla como decir: «no debo estar nervioso, no debo estar angus-tiado». El primer paso es sentir, sentir a través de nuestro cuerpo. Nuestras necesidades en la sociedad han «intelectualizado» nuestras sensaciones, dejando nuestro cuerpo como un fardo que hay que soportar, o como soporte que es preciso cultivar para atraer la atención. El cuerpo ha ido perdiendo su papel. En el cuerpo hay una serie de automatismos primarios y reflejos que se pueden fundamentar en la postura y en la respiración.
El individuo tampoco siente su estado mental. La preocupación qué haré luego, cómo puedo conseguir… Ni siquiera vive su estado actual. De ahí la necesidad de comprender primero, y desarrollar después, la capacidad de concentración.
El Zen es un camino. Como tal no tiene en cuenta la raza, la religión, la edad, la cultura, etc. Sirve en cuanto unificador personal, armonizador; enseña a tomar consciencia del mundo. Aporta el no dejar atrás una vivencia necesaria para la vida. En consecuencia mejora la salud, entendida como una homeostasis (equilibrio) corporal y mental.
En mi consulta diaria se tratan numerosas dolencias que afectan al aparato locomotor. Son dolores de espalda, de hombro, una tensión en el cuello, no poder adoptar tal postura, levantarse dolorido, etc.
La tecnología diagnóstica visual es asombrosa; nos sirve para confirmar una hernia de disco, para diagnosticar un tumor, etc. El problema es que la mayor parte de las personas tienen un problema de funcionamiento, no tienen daño en su estructura, y ello no se puede diagnosticar con radiografías, escaner, resonancia, análisis, etc. Sin embargo, hay una clara relación entre la postura de una persona y sus padecimientos, en su bloqueo respiratorio con sus síntomas, en su tensión nerviosa y agotamiento-acortamiento muscular. Se puede actuar médicamente en estos desarreglos de funcionamiento, pero es fundamental combatir las causas que los mantienen. El Zen aporta un camino para vencer los factores que mantienen estos desarreglos funcionales. ésta es la vía que encontraremos y comprenderemos al leer esta obra.
He leído este libro.
Debo reflexionar.
Éste es el magnífico legado que mi buen amigo Santos Nalda ha plasmado para todas las personas abiertas al conocimiento, el que yo he sentido.
Una obra sencilla, amena, pero al mismo tiempo tremendamente profunda.
Desde el punto de vista médico, puedo indicar que la incidencia de los problemas por dolores de espalda se han multiplicado en los últimos años. Las causas afectan fundamentalmente a la postura, influida por la respiración. La respiración depende en gran parte del estado de ánimo. El estado de ánimo depende del entorno y del propio estado de consciencia.
¿Qué relación puede tener esto con el Zazen?
La respuesta la encontrarán los lectores en las próximas páginas.
Si comprendemos la profundidad de las pequeñas cosas que vivimos, y encontramos unos minutos diarios para conseguir un estado de consciencia diferente, nuestra visión de la vida habrá mejorado, así como nuestra conducta.
Arturo Justes Doctor en Medicina. Especialista en rehabilitación Medicina Manual.
PRÓLOGO Dr. Paulino Maestro
El mundo moderno de hoy en día y su característica forma de vida competitiva y, en muchos casos deshumanizadora, nos arrastra con frecuencia al padecimiento y al sufrimiento de innumerables alteraciones tanto físicas como psíquicas o emocionales.
Debemos aprender a levantar el pie del acelerador de nuestra vida y de nuestra mente, si no queremos acabar siendo las víctimas de la velocidad que nosotros mismos imponemos a nuestras propias vidas; víctimas de nuestros propios desatinos existenciales.
Si no queremos concluir siendo los protagonistas de estos padecimientos físicos y mentales, y, aún peor, si no queremos terminar siendo deshumanizados como consecuencia del incesante aluvión de vivencias perturbadoras y negativas que, procedentes tanto de la moderna vida social como del trabajo así como de las llamadas distracciones tales como la televisión o la publicidad, trastornan y alteran la verdadera escala de valores que debe regir la vida de todo ser humano, y de las que continuamente somos objeto de nuestra vida diaria, es preciso aprender a parar esta maquinaria (el vehículo de nuestra vida y de nuestra mente) que nos provoca inquietud y ansiedad. Para ello, podemos hacer uso de uno de los métodos existentes cuyo objetivo es aquietar nuestra mente y apaciguar nuestro espíritu; un método que todo él en sí es simplicidad y naturalidad: el método Zen.
El Zen no es ni una religión (pues no tiene un Dios al que rendir cuenta ni adorar, ni admite alma alguna; aunque no niega la existencia de Dios), ni una filosofía propiamente dicha (lo que pretende el Zen es tener la mente libre de toda idea filosófica que no conduce a ningún lugar; el Zen no desperdicia el tiempo en discusiones filosóficas, ya que su aprendizaje, eminentemente práctico, está mucho más cerca de la técnica que de la filosofía, de la práctica que de la teoría, del sentimiento que de la mente), ni un método de relajación, y sin embargo abarca todo esto y mucho más.
El Zen es una forma de vivir la vida, una norma de conducta, llegando a conocer sin pretender conocer, llegando a comprender sin pretender comprender, llegando a aprehender sin pretenderlo. El Zen se puede vivir, pero si se piensa todo el Zen ser pierde. Cada uno ha de andar su propio camino, nadie puede caminar por nosotros, aunque sí indicarnos el camino más propicio. Esto al final nos llevará a ese estado extraordinario de aquietamiento de la mente, de apaciguamiento del espíritu, frenando la charla interna de la mente y aportando tranquilidad y quietud; esto nos permitirá llegar a alcanzar un estado de conciencia más acorde al que corresponde a nuestra propia naturaleza, la Naturaleza Humana, que está destinada a permanecer en sintonía con todo el Universo. ésta al final será la que nos hará comprender cuáles son los auténticos valores sobre los que debe apoyarse todo pensamiento y toda acción en nuestra vida como Seres Humanos, en contraposición con los falsos y espúreos valores que la moderna vida social pretende imponernos para beneficio de unos pocos.
La práctica del Zen no sólo nos ayuda en la meditación, sino también, y sobre todo, en nuestra vida cotidiana, en la realización de nuestras tareas habituales, dándoles un punto de vista distinto, humanizando más nuestra vida y haciéndonos comprender que somos una parte integrante e imprescindible de un Gran Todo, la Naturaleza, y del propio Universo.
Estamos demasiado acostumbrados a vivir la vida diaria en un mundo de continuas