Zen cotidiano. José Santos Nalda
a conocerse en Japón hacia el año 1191 después de Cristo (época Kamakura), de la mano del monje japonés Eisai (1141-1215), que había viajado a China para conocer mejor el budismo. A él se debe la existencia de la rama Lin-Chi (Rinzai).
En el país del Sol Naciente la práctica de esta meditación recibió el nombre de Zen.
El año 1244, el maestro Doghen (1200-1252), abandonó la rama Rinzai-Zen, y se decantó con preferencia por la rama Soto-Zen, que constituye la raíz y el origen del tipo de Zazen que ha llegado hasta nosotros, desprovisto de cualquier tinte político o religioso.
Aunque algunos viajeros y estudiosos pudieron descubrirlo mucho antes, se estima que fue en la década de los años 40, cuando la existencia del Zen empezó a conocerse en Europa, a través de libros divulgativos, escritos por autores tan conocidos como: Robert Linssen, D.T. Suzuki, Taisen Deshimaru, Enomiya Lasalle, Eugen Herrigel, Alan W. Wats, Nancy Wilson Ros, Philippe Kapleau o Paul Arnold.
A finales de los años 60 comenzó a llegar esporádicamente algún maestro Zen japonés, para dar a conocer la práctica de este modo de vida.
En la actualidad, esta vía ha alcanzado una notable difusión en la mayoría de los países, y pueden encontrarse grupos de personas que practican Zazen en casi todas las ciudades.
Sin bien el requisito fundamental del Zen nos recuerda que la práctica ha de realizarse sin ánimo de obtener nada, la ley de causa-efecto a la que nadie escapa produce cambios psicosomáticos beneficiosos en aquellos que lo practican, por lo que no cabe duda que día a día crecerá el número de personas que le harán un sitio en sus vidas.
Capítulo 3 ¿QUÉ ES EL ZEN?
«Antes de conocer el Zen, lasmontañas son montañas parala persona y los ríos son ríos;cuando ha penetrado en elámbito del Zen, las montañasdejan de ser montañas, y losríos no se ven como ríos; perocuando esa persona alcanza eldespertar, las montañas vuelvena ser montañas, y los ríosvuelven a ser ríos.»
Ching Yuan
LA VÍA DE LAS PARADOJAS
Me atrevería a decir que el título de este capítulo se identifica plenamente con la natural curiosidad del lector por conocer el camino que se le propone seguir.
Estamos acostumbrados a preguntar: ¿Qué es tal cosa? y ¿tal otra?, esperando recibir una respuesta verbal que más o menos aclare nuestras dudas. Pues bien, en este sendero tal respuesta no existe, aunque paradójicamente se han escrito muchos libros para explicar qué es y qué no es el Zen.
Los maestros más afamados dicen que la naturaleza de esta Vía no puede explicarse con palabras, y para reforzar tal afirmación añaden: «los que hablan no saben, y los que saben no hablan…».
¿Cómo atreverse a escribir algo en este sentido, después de conocer semejante advertencia? ¿Cómo dar una respuesta satisfactoria al inquieto lector sin salirse del cauce establecido por la experiencia y la tradición Zen?
En nuestros días se da tal preponderancia al conocimiento intelectual, que hemos llegado a convencernos de que cualquier materia o área del saber y del hacer sólo puede ser comprendida a través del raciocinio de la mente.
Pero el Zen constituye una experiencia tan vital, que su conocimiento sólo es posible mediante la práctica de la meditación Zazen, por la misma razón que sólo puede conocerse el sabor de una almendra amarga después de haberla masticado.
Ante la insistencia lógica de todas las personas que se acercan a esta Vía, deseando saber qué es los expertos acceden a decir lo que el Zen no es:
– Una religión (ni budista, ni hindú, ni cristiana, etc.).
– Un dogma o una doctrina mística, o exótica.
– Una moral perteneciente a una religión.
– Una Vía propia de los monjes budistas, cargada de sentencias y ritos orientales.
– Un método original para realizarse.
– Una psicoterapia o un remedio para todo.
Entonces, ¿qué es el Zen? La respuesta de los maestros nos advierte una vez más: «Si afirmáis que el Zen es esto o aquello os equivocáis, pero si negáis, el Zen no es esto ni lo otros, igualmente habréis errado…».
¿Cómo salir de este laberinto? ¿Cómo describir lo que no se puede explicar en palabras?
La palabra japonesa Zen es una abreviatura de Zenna, que proviene del vocablo chino Ch’an y éste a su vez del palí Jhana y del sánscrito Dhyana, y todas ellas se refieren a la acción de: concentrarse profundamente y meditar sobre una verdad filosófica o religiosa hasta comprenderla.
Zen significa también: «a solas con la noticia, libre de todo apego, idea o deseo…» aunque en este tipo de meditación no se reflexiona sobre nada en concreto.
Ya es algo, ¿no, amigo lector?, pero seguro que no te basta, que quieres saber más… Para complacerte vamos a tener que entrar en el terreno de la paradoja, y explicar lo que no puede ser expresado con palabras.
En la antigüedad un discípulo le pidió al maestro Tchao-Tchu:
– Maestro, por favor, explíqueme con claridad, qué es el Zen. – ¿Has desayunado ya? –preguntó a su vez el maestro.
– Sí.
– Pues anda y lava tu escudilla.
La interpretación dada por los expertos respecto al significado de este encuentro entre maestro y discípulo resulta del todo orienta-dora, al revelarnos que:
– El Zen se encuentra en todos los actos cotidianos de nuestra vida.
– Necesitamos dejar de buscar conceptos con la pretensión de explicar la realidad mediante ideas o palabras.
– Esta vía resulta asequible a todas las personas de cualquier cultura, sexo, religión o ideología.
– Las actitudes Zen presiden todos los instantes de la vida ordinaria, de modo que «tu vida se convierta en la Vía, y la Vía no es otra cosa que la vida normal», tal como llega día a día, e instante a instante, y ello significa: reír, llorar, comer dormir, trabajar, fatigarse, descansar, amar, alegrarse, enfermar, etc.
Sí, pero… ¿qué es el Zen? Tienes razón en insistir, amigo lector, porque después de tanto rodeo, aún no hemos encontrado una respuesta clara. Veamos qué dicen los maestros al respecto:
«Aprender Zen es conocernos a nosotros mismos.Conocernos es olvidarnos, olvidarnos es desvelar lanaturaleza de Buda, nuestra naturaleza original.»
Maestro Dogen
«El secreto del Zen consiste en sentarse simplementesin ningún fin, ni espíritu de provecho, adoptando unapostura de gran concentración.»
Maestro T. Deshimaru