El conflicto del agua. José Esteban Castro

El conflicto del agua - José Esteban Castro


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      Palerm, Ángel (1990). México prehispánico. Ensayos sobre evolución y ecología, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México.

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      Torregrosa, María (coord.) (1988-1997). Programa de Investigación Agua y Sociedad. Informes de investigaciones, México-Jiutepec, Morelos, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México/ Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.

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      2. Gobierno y lucha por el territorio político del agua en México

       Karina Beatriz Kloster

      Introducción

      La variedad de alternativas de gobierno del agua existentes en México muestran en general una doble tendencia, en primer lugar, una concentración histórica de las funciones y gestión del agua en el gobierno del Estado, como mecanismo de garantizar el poder federal sobre los diversos poderes locales actuantes, incluso en la actualidad. Pero por otro lado, y en paralelo, se observan los diversos mecanismos con que los pobladores buscan resolver el abasto del agua, que constituyen formas de lucha, que tienen otra historicidad e intentan imponer otro rumbo a las formas convencionales de gestión del agua.

      Tenemos entonces que durante la construcción histórica del Estado nación mexicano, se ha pasado de la apelación a la idea de identidad ciudadana homogénea cada vez más dependiente de las determinaciones “desde arriba”, la cual subsume su poder político a una estructura corporativo-sindical y a un modelo que, al reducir el Estado, lo desliga de las relaciones paternalistas y clientelares proponiendo para su remplazo una ciudadanía corresponsable. El problema de la corresponsabilidad ciudadana es que esta pasa no por la apelación a una identidad ciudadana construida históricamente y sustentada en instituciones fuertes, sino por la subordinación de la identidad ciudadana al mercado, mismo que instala en el consumo y la capacidad de pago el derecho a pertenecer. Ante estos modelos profundamente excluyentes, se producen formas de lucha que han ido variando en función de las distintas alternativas de relaciones Estado-sociedad propuestas.

      De este modo, esas alternativas pueden ser observadas como formas de lucha entre diferentes actores, tanto gubernamentales como sociales, federales o regionales, que se confrontan en torno a los diferentes proyectos de nación de corte populista o neoliberal, según el caso, que redundan en políticas diferenciales en cuanto a la gestión del agua.

      Lo que se intenta mostrar en este trabajo es que estas confrontaciones que se desarrollan en toda la geografía nacional en relación al agua, expresan relaciones de poder y, en consecuencia, construyen lo que hemos llamado el territorio político del agua, entendiendo por esto que el agua en tanto recurso para el sostén de la vida se está configurando como un territorio en donde se dirimen relaciones de poder y dominación.

      Para ello, analizaremos la evolución de las confrontaciones en relación con el agua a partir del registro hemerográfico de los años 1990, 2000 y 2010.1

      Las luchas por el agua como expresión de conflictos

      Al plantearnos el tema de las luchas sociales por el agua, entendemos que son manifestaciones de un conflicto; no existe lucha sin que medie un conflicto en el que se enfrentan los individuos desde posturas disímiles en relación a ese recurso: ¿cómo debe distribuirse?, ¿quién debe pagar?, ¿quién lo gobierna? y ¿quién toma las decisiones? Estas y otras preguntas son las disyuntivas que dividen opiniones y dan lugar a nuevas formas de relaciones entre los individuos y la naturaleza.

      En contraposición a otras posturas que moralizan el conflicto o lo observan como una amenaza al equilibrio social, aquí entendemos que él es inherente a la sociedad ya que es productor/generador de la sociedad, y, al igual que Simmel, consideramos que es parte del proceso de socialización de los individuos y por ende de la construcción de lo social (Simmel, 2010). Así, cuando se hace referencia al conflicto se está pensando al mismo tiempo en órdenes particulares-históricos, con tramas institucionales específicas y relaciones sociales que ese fenómeno “deconstruye” y “reconstruye”.2

      Y es aquí donde se instala la idea de que la sociedad tal cual la conocemos es productora de desequilibrios:3 sociales, o sea, entre los hombres; y con la naturaleza, esto es, entre el hombre y los recursos naturales que sostienen la vida. Por eso es que las luchas sociales serían las formas con las que los individuos intentan revertir lo que para ellos son desequilibrios creados en la construcción del orden social.

      Por otra parte, un conflicto no existe en abstracto, es decir, no puede estudiarse sin referencia a un orden histórico que está en disputa. Y un orden, en tanto ejercicio de la victoria, es resultado de una lucha que quedó definida y plasmada en las instituciones (Foucault, 1978, 1992, 1994). En


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