Miyamoto Musashi. Kenji Tokitsu
Puesto que nuestra lengua utiliza más expresiones en las que la persona figura como sujeto, a mi entender, la traducción que mejor se adapta a esas expresiones es: “manténgase decidido, tenso, tranquilo, etc.”; la idea expresada en japonés por kokoro está incluida, en la traducción, en la forma personal del sujeto. Cuando decimos “esté tranquilo”, la idea subyacente es que la mente debe estar tranquila, la primacía de la mente sobre el cuerpo se da por supuesta. En japonés, esta primacía no se sobreentiende de la misma manera. Musashi escribió: “El cuerpo no debe tirar de la mente, la mente no debe tirar del cuerpo”. La manera de establecer esta distinción obedece a un pensamiento y a una lengua en los que la tendencia dominante es a confundir ambos, sin jerarquía, y en los que el trabajo analítico pretende distinguirlos. Una interpretación superficial podría ver en tales palabras la afirmación de un pensamiento dualista, mientras que, por el contrario, se trata de un trabajo que pretende establecer distinciones que no son evidentes.
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La estrategia y la reflexión sobre el combate que forman el telón de fondo de la vida de Musashi confieren a éste varias dimensiones. Esta tensión hacia una escritura sobre su arte es lo que hace que la obra de Musashi sea particular.
En su juventud, alrededor de los veintidós años, Musashi ya escribió un Tratado titulado Escritos sobre el arte del sable de la Escuela Enmei (Enmei ryû kempô sho). Enmeiryû es el primer nombre utilizado por Musashi para designar su escuela, que significa círculo o perfección, mei, claridad. Esta imagen proviene de una de las posiciones técnicas de la escuela, en la que el adepto coge los dos sables de tal modo que recuerda la forma de un círculo. Esta obra contiene veintidós instrucciones que se refieren únicamente a las técnicas del sable. El Gorin-no-sho fue preparado por otras obras, cuyos esbozos pueden apreciarse en cierta medida. En 1641 Musashi escribe las Treinta y cinco instrucciones sobre estrategia (Hyôhô sanjû-go-kajô), obra dirigida a Hosokawa Tadatoshi, Señor de Kumamoto en Kyûshû, que había recibido a Musashi en el último período de su vida. Este Tratado, compuesto por instrucciones sobre el arte del sable, presenta gran similitud con el Gorin-no-sho. Yo he traducido las partes cuyo contenido difiere de lo que está escrito en el Gorin-no-sho. Por último, justo antes de su muerte, Musashi redacta un último texto, La vía que hay que seguir solo (Dokkôdô), en el que condensa sus últimos pensamientos.
La mayoría de las veces la reflexión que suscita la práctica profunda del arte marcial se sumerge en la propia práctica, y no se exterioriza, salvo por medio de breves aforismos. Personalmente, al practicar budo experimento esta dificultad de ponerlo por escrito, como si, después de sumergirme en el agua, pretendiera de inmediato volver las páginas de un libro sin mojarlas.
La obra de Musashi es tanto más relevante cuanto que son muy pocos los adeptos que han escrito sobre artes marciales, sobre todo en una época en que el sistema de transmisión era directo. Como prueba pondría el corto número de obras sobre arte del sable escritas en los dos siglos y medio del período Edo (1603 –1867), sobre todo teniendo en cuenta el número de adeptos.
Varias razones permiten explicar por qué se han escrito tan pocos textos sobre las artes del combate.
La dificultad de explicar la práctica técnica mediante palabras
Generalmente, los adeptos se han contentado con avanzar ellos mismos por la vía de la práctica sin escribir. Puesto que la práctica intensiva requiere que una persona se sumerja por completo en sus actos, resulta difícil escribir de forma objetiva, porque ello requiere distanciarse un poco de la práctica. Si echamos mano del lenguaje, la mayoría de las veces de forma puntual, es más para hacer surgir una intuición que para seguir una línea lógica.
Además, profundizar en la práctica del arte del combate no siempre es compatible con la escritura sobre dicho arte, si uno la practica a fondo, puesto que ir hasta el fondo en la práctica del arte del combate significa adquirir una capacidad de reacción sensoriomotriz que supera nuestra actividad reflexiva. Los movimientos espontáneos y la comprensión intuitiva se refuerzan y la separación entre percepción y reacción no debe ser aumentada por los escollos de una especulación intelectual. La reflexión forma parte del budo, pero se trata de un retorno reflexivo e introspectivo, que no debe intervenir en el instante del combate, donde se requiere la espontaneidad de los gestos. Pero, como escribía Musashi, el combate no está circunscrito al momento de su desarrollo.
En su época, en la que los enfrentamientos eran directos, a la mayoría de los adeptos les bastaba con sumergirse profundamente en su práctica y utilizar pocas palabras; en lugar de palabras utilizaban sobrentendidos inteligibles para sus alumnos. En la transmisión del arte de una escuela se formaba a veces un lenguaje ininteligible para los de fuera, que jugaba con un registro intuitivo muy amplio y que raramente iba en el sentido del encadenamiento lógico. Desde ese punto de vista, debido a su construcción, la obra de Musashi ocupa un lugar excepcional. Sin embargo, vista desde la actualidad, su lógica no siempre parece coherente y el sentido de las palabras no siempre es preciso. Si sus palabras fueran recibidas directamente, sable en mano, esas inexactitudes y ambigüedades verbales no tendrían importancia, puesto que el cuerpo y los sables de Musashi habrían disipado de sobra cualquier ambigüedad. Sin embargo, tres siglos y medio nos separan de aquello.
Quien practica profundamente un arte marcial y se entrena todos los días hasta el agotamiento tiene tendencia a mantener una relación prosaica o puntual con las palabras, al mismo tiempo que refuerza su aspecto intuitivo, pero se aleja de la reflexión objetiva de larga duración. Desarrolla una intuición que adquiere su sentido profundo o múltiple en una sola indicación o un solo ideograma. La sensación de plenitud que proporcionan los ejercicios físicos intensos reduce la amplitud de los encadenamientos lógicos. Sólo si atravesamos el umbral de otra dimensión, donde la sensación de plenitud acontece a lo largo de una marcha estable en la vía, las palabras se tornarán más tangibles. Por lo tanto no es de sorprender que Musashi escribiera su obra mayor justo antes de su muerte, aunque intentara escribir desde su juventud.
La importancia mayor del arte del combate para los guerreros japoneses
En la época de Musashi, la tradición del período de guerra se reflejaba directamente en la forma de practicar el sable. Luego, con la estabilización social, el aspecto simbólico del arte del combate fue cobrando importancia y el nexo con la moral de los guerreros se hizo más estrecho. Al mismo tiempo, las escuelas, menos comprometidas en los combates, pasaron a ser más dependientes de los señores. Éstos, para valorizar sus señoríos, reforzaron el carácter secreto de esta enseñanza, que la producción de escritos habría podido poner en entredicho.
La relación entre la palabra y el acto en los guerreros japoneses
El proverbio: “La palabra es de plata, el silencio es de oro” es común a Occidente y a Japón, pero se interpreta y se vive de formas muy distintas en uno y otro. Los japoneses interpretan esta frase como una valoración absoluta del silencio y un desprecio de la elocuencia, lo que no significa el desprecio por la palabra, sino, al contrario, la importancia dada a cada palabra. Un guerrero honorable hablaba poco, porque conocía la importancia de las palabras. La palabra era concebida con su relieve en el encadenamiento de posibles causas y efectos, aunque éstos siguieran siendo virtuales. Al igual que un sable, la palabra puede herir o matar, pero, mientras no se toque la hoja, el sable no es otra cosa que un metal liso. Quien conoce la naturaleza de un sable no juega con él, quien conoce la naturaleza de las palabras no juega con ellas. Los guerreros acordaban un determinado poder y eficacia a las palabras, sobre todo al nombre. Por eso el nombre de una técnica era un secreto importante para el que buscaba el espíritu de ésta. No existía transmisión anónima del arte, al menos para los guerreros. Para ellos, el simple saber hacer era un saber cojo. El nombre contenía la transmisión última. Por eso, la transmisión última de una escuela solía residir en la comunicación de los nombres de todas las técnicas que el adepto ya dominaba. La técnica de una escuela sólo se adquiría plenamente cuando era nombrada.
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Miyamoto Musashi (1584–1642), coetáneo de René Descartes (1596–1650), vivió