Detente, ¿cómo va tu vida?. Érika Pavón
si quedaban dudas, esa niña era yo.
EL DÚO
AUTOESTIMA-AUTENTICIDAD
Lo primero que debemos saber sobre la autenticidad es que es una virtud que va siempre acompañada de la autoestima. Ya que la autenticidad se construye a partir de todas las características que te distinguen de otras personas, pero solo cuando te conoces y te amas tal cual eres puedes ser auténtico. Como ves, autoestima y autenticidad van de la mano.
Pero entonces, ¿qué es la autoestima? La autoestima es la percepción que tenemos acerca de nosotros mismos. Es de vital importancia para nuestro desarrollo personal y para la forma en que nos relacionamos con otros individuos de nuestra sociedad. Es importante porque la calidad de nuestra autoestima definirá en buena medida la calidad de nuestras relaciones personales.
¿Recuerdas alguna reunión en la que te sintieras inseguro o con baja autoestima? Apuesto a que difícilmente podías fluir siendo tú. Es probable que no te sintieras bien en ese momento contigo y, por lo tanto, ese malestar no te permitía creer en ti. Una situación de esta índole crea incongruencia con nuestra autenticidad, porque empezamos a dudar de nosotros mismos y buscamos respaldarnos con lo que está aprobado a nuestro alrededor.
Sin embargo, cuando logramos transformar esa inseguridad en aceptación y nos valoramos y apreciamos a nosotros mismos, también podemos comunicarlo de forma inteligente a las demás personas. El dúo autoestima-autenticidad nos permite disfrutarnos y vivir en paz con quienes somos y, en consecuencia, llevamos a otros a disfrutar de nuestra compañía. No importa que no seamos perfectos, porque nadie lo es. Vivimos mejor la vida cuando somos nosotros mismos, sin necesidad de solo aparentar algo que realmente no somos.
Una de las particularidades de la autoestima es que es sensible a las emociones y a lo que sentimos. Cuando acepto incondicionalmente lo que siento estoy cuidando de mí, estoy afirmándome, me estoy diferenciando, soy yo. Virginia Satir fue una terapeuta familiar con enfoque sistémico que puso de moda el término autoestima. Ella solía hacer dos preguntas a las personas con quienes trabajaba.
La primera era: “¿Cómo te sientes?”, pregunta que tenía por objetivo que el paciente contactara e identificara sus emociones o, por lo menos, que empezara a hacerlo. La segunda pregunta era: “¿Cómo te sientes sintiéndote así?”. La respuesta se asocia por completo con la autoestima.
Estas dos preguntas esenciales las uso en terapia constantemente, porque con ellas podemos crear el vestíbulo para una toma de conciencia de nuestra autoestima y nuestra autenticidad de forma más transparente.
Por el enfoque en terapia Gestalt en el que me he especializado, en mi trabajo suelo aplicar lo que Fritz Perls, creador de esta escuela psicoterapéutica, llamaba la Terapia de la Autenticidad. Lo que busca este tipo de terapia es conectarnos con nuestras emociones desde la comprensión, para que podamos aceptarlas y, de esa forma, fomentar una relación más íntima con nosotros mismos.
Así que ¿por qué no empezar a recuperar nuestra intimidad genuina? A continuación, veremos cómo hacerlo.
FORMAS DE RECONECTAR
CON EL INTERIOR
Conocerte y aceptarte a ti mismo no es tarea fácil. Lo primero y más importante que debes hacer es descubrir quién eres, es decir, darte cuenta de cada acción o actitud que te hace único e inigualable. Solo así puedes aceptar de forma propositiva esos dones que tienes y transformarlos en una confianza incomparable, ya que al conocerte y aceptarte te liberas de los prejuicios y las expectativas sociales. Vivir con libertad y amor propio significa vivir en paz y tranquilidad mental con tus decisiones y con la forma en la que llevas tu vida.
Para comenzar a conocerte es importante mirar hacia dentro. En Psicología se conocen dos tipos de introspección que nos ayudan a generar autoconciencia: la autorreflexión y la autorrumiación.
Por un lado, la autorreflexión es como la forma positiva de introspección. A través de ella significamos y le damos importancia a nuestros pensamientos y acciones, lo que nos ayuda a analizar, aceptar y aprender de nuestros errores y aciertos. Es una gran herramienta para aumentar el conocimiento que tenemos acerca de nosotros mismos.
Por otro lado, la autorrumiación es una forma negativa de introspección. A diferencia de la autorreflexión, este proceso consiste en la obsesión con nuestros defectos y errores, por lo que la desconfianza aumenta y creamos una idea distorsionada de quiénes somos. Esto nos lleva a dudar de nosotros todo el tiempo y, en consecuencia, afecta directamente nuestra autoestima.
¿Con cuál de los dos tipos de introspección te sientes identificado en este momento?
Vamos a hacer un ejercicio. Te invito a cerrar los ojos por unos segundos y respirar tres veces profundamente. Deja fluir tu mente, tu corazón y, sobre todo, las sensaciones en tu cuerpo.
Permite conectar contigo mismo y piensa en lo que has aportado a tu día y a tu vida: ¿qué cosas has hecho para mejorar y disfrutar? Piensa en la forma en la que te hablas en tu cabeza: ¿eres agresivo, amable, neutral o amoroso contigo mismo? Piensa en todas las cosas en tu vida por las que puedes agradecer: quizá es tu familia, tus amigos, tu trabajo, tu casa, tu pareja.
Permítete disfrutar contigo, con lo que ves y piensas sin tanta crítica o juicios hacia ti, olvida lo externo que te abruma y te genera ansiedad o angustia. No abundes mucho en las cosas negativas ni te obsesiones con ellas. En su lugar, piensa en los aprendizajes que te dejaron. De esa forma llegarás a la autorreflexión, el punto en el cual podrás comenzar a tomar conciencia de todas esas acciones y actitudes que te hacen ser tú mismo.
Para terminar, cierra con otras tres respiraciones profundas. Siente cómo todo tu cuerpo fluye y se integra al aquí y ahora.
LOS SUPERPODERES DEL
REDESCUBRIMIENTO
Una de las principales reacciones que el ejercicio anterior puede generar es que comiences a sentirte cómodo con tu soledad. Casi siempre nuestra atención se enfoca en lo exterior. Por eso, cuando pasamos mucho tiempo solos podemos llegar a sentirnos tristes o frustrados y es normal que nuestro primer impulso sea evadir esa situación enseguida y buscar la compañía de quien sea. Sin embargo, pregúntate: ¿pasas tiempo de calidad contigo mismo? ¿Qué pasaría si te das la oportunidad de tener una cita contigo para consentirte y quererte?
Siempre que hablo de este tema, recuerdo a tantas personas que me han hablado de cómo se les dificulta realizar actividades sin compañía. Por ejemplo, me acuerdo de un paciente que un día me dijo con mucha angustia, como si estuviera a punto de vivir otra vez esa catástrofe que se repite todo el tiempo: “Odio que sea viernes. No me gusta que lleguen los fines de semana porque nunca tengo con quién salir y me da pena ir solo a comer o al cine”.
Cuando hablo de liberarnos de prejuicios y expectativas sociales, me refiero a los miedos que se generan con las etiquetas que le ponemos a cada situación y que nos enseñan que, por ejemplo, debemos estar acompañados siempre que salimos a algún lugar público. Porque, por alguna razón, ir solos está mal visto.
Recuerdo que ese día le contesté a mi paciente: “¿Y qué pasaría si cambias tus palabras? ¿Y si en lugar de decir que no tienes a nadie con quien salir, dijeras que este fin de semana la pasarás contigo y, si alguien se incluye o no, igual será maravilloso?”. Poco a poco vi cómo sus hombros y su semblante se relajaban. Respiró profundo y, con una sonrisa, me dijo: “Me encanta esa idea”.
Imagínate qué tan mágicas son las palabras que tienen el poder de modificar nuestros pensamientos y emociones. Por eso es muy importante que en cada oportunidad que tengamos de estar a solas con nuestros pensamientos, nos dirijamos a nosotros con todo el cariño posible. De esa forma podremos también crear la atmósfera adecuada para que nuestro silencio no nos incomode y, al contrario, lo disfrutemos. En todo momento que trabajes con tu yo interior piensa que estás creando un espacio para ti mismo.
Así,