Aventuras y desventuras de un viejo soldado II. Juan Saavedra Rojas

Aventuras y desventuras de un viejo soldado II - Juan Saavedra Rojas


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conforme a las leyes y reglamentos vigentes,

       obedecer con prontitud y puntualidad

       las órdenes de mis superiores,

       y poner todo empeño en ser

       un soldado valiente, honrado y amante de mi patria.

      Edgard Terrazas Borja, era uno de ellos, con entusiasmo y un futuro promisorio como cualquier joven de su edad, comprometido con su patria se encontraba realizando su Servicio Militar Obligatorio, en una unidad militar enclavada en el norte del país.

      Los superiores jerárquicos, ante el compromiso y el esfuerzo realizado durante las preparaciones, deciden otorgarles permiso o salida francos, con la finalidad de que salgan a realizar invitaciones a sus familiares y amigos para que asistan a tan importante ceremonia y los acompañen, realzando con su presencia tan significativo acto como es el juramento a la bandera, celebrado cada año por el Ejército de Chile, en recuerdo de los 77 héroes de La Concepción.

      Edgar se dirigió a su unidad fundamental, se vistió de civil, cuidadosamente fue guardando uno a uno los elementos de su cargo militar, dejándolos muy ordenados dentro de su casillero personal, y se integró a la columna de sus camaradas que se alistaban para dirigirse a la guardia de la unidad, en donde el comandante de guardia, realiza la última fiscalización y control, consultando si tienen algún problema o circunstancias que dificulten su acceso a su permiso franco.

      Junto a dos de sus compañeros de servicio militar, Edgar emprendió el camino sin mayores dificultades hacia su domicilio. Todo marchaba sin problemas hasta que en un momento, a la altura de una plazoleta ubicada en el sector, no alejada del regimiento, Edgar empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza repentino y muy intenso, inexplicable, visión borrosa y pérdida del conocimiento. Sus compañeros, muy alarmados y preocupados, intentan llevarlo hacia la enfermería de la unidad; sin embargo, un militar de más alto rango pasaba por el lugar y al ver tan delicada situación, optó por trasladar a Edgar de inmediato y a la brevedad posible al hospital para que lo atendiera algún especialista o profesional de la salud. Dispuso que uno de los soldados acompañantes avisara a los familiares e informó personalmente a la unidad de la situación de emergencia del soldado conscripto.

      Los padres de Edgar concurrieron al hospital a visitar a su hijo. Muy tarde ya, logran verlo. Edgar reaccionó por un momento y les dijo que le dolía mucho la cabeza. Fue lo último que escucharon de los labios de su querido hijo. El médico de turno les informó que Edgar había sufrido un derrame cerebral y solamente había que esperar lo que los exámenes arrojaran.

       Aneurisma cerebral

      Su familia no comprendía qué le había sucedido a Edgar, por lo que procedieron a investigar y consultar sobre el diagnóstico entregado por el médico de turno del hospital. Indagando, lograron informarse sobre lo que había acometido a su apreciado hijo.

      Un aneurisma cerebral es una protuberancia o dilatación en un vaso sanguíneo en el cerebro. En ocasiones, tiene el aspecto de una cereza que cuelga de un tallo.

      Un aneurisma cerebral puede presentar una pérdida o una rotura, y causar sangrado en el cerebro (accidente cerebrovascular hemorrágico). A menudo, la rotura de un aneurisma cerebral se produce en la zona entre el cerebro y los tejidos delgados que recubren el cerebro. Este tipo de accidente cerebrovascular hemorrágico se denomina «hemorragia subaracnoidea».

      La rotura de un aneurisma se convierte en una amenaza para la vida rápidamente y requiere el tratamiento médico inmediato.

      Sin embargo, la mayoría de los aneurismas cerebrales no presentan roturas, no crean problemas de salud y no causan síntomas. A menudo, dichos aneurismas se detectan durante pruebas que se realizan para otras afecciones.

      El tratamiento de un aneurisma sin rotura puede ser adecuado en algunos casos y puede evitar una rotura en el futuro.

       Síntomas rotura de un aneurisma

      Un dolor de cabeza repentino e intenso es el síntoma clave de la rotura de un aneurisma. Este dolor de cabeza suele describirse como «el peor dolor de cabeza que puedas sentir».

      Los signos y síntomas frecuentes de la rotura de un aneurisma son:

       Dolor de cabeza repentino y muy intenso

       Náuseas y vómitos

       Rigidez en el cuello

       Visión borrosa o doble

       Sensibilidad a la luz

       Convulsiones

       Caída del párpado

       Pérdida del conocimiento

       Confusión

      La inquietud y desasosiego, ante tal aciago panorama, dejó a la familia sumida en la tristeza y la aflicción, al comprender que un integrante de la familia se encontraba en tan crítica y delicada situación de salud.

      Aproximadamente a las tres de la madrugada, se presenta un vecino enfermero que trabajaba en el hospital. Golpea la puerta del domicilio, abre su hermana junto a los padres y les comunica: «No hubo nada que hacer, Edgar se fue…».

       Con el diablo en el cuerpo

      «Soldado Almendra», lo llamaba a viva voz, cuando lo divisaba a lo lejos y con paso raudo se aproximaba hacia mi persona, procedía a saludar militarmente, mientras no estaba bebido y sumido en el alcohol. Efectivamente, Luis Almendra, en mi tiempo de instructor, había sido un soldado conscripto perteneciente a mi unidad básica de combate, siempre atento, ágil y astuto, de pequeña estatura, un poco bonachón y dispuesto a cumplir las órdenes de sus superiores jerárquicos. Este joven adolescente, conforme a aquellos años, le correspondió como todo muchacho de su edad el Servicio Militar Obligatorio (SMO).

      «La Ley de Reclutamiento Nº11.170, del año 1953, señaló para el Servicio Militar Obligatorio, una duración de un año en el Ejército».

      El Decreto Ley Nº 2.306 sobre Reclutamiento y Movilización de las Fuerzas Armadas. Asimismo, la Constitución Política de la República, elaborada en 1980, señala taxativamente en su artículo 22, que «los chilenos tienen el deber fundamental de honrar a la Patria, de defender su soberanía y de contribuir a preservar la seguridad nacional y los valores esenciales de la tradición chilena.

      El servicio militar y demás cargas personales que imponga la ley son obligatorios en los términos y formas que esta determine. Los chilenos en estado de cargar armas deberán hallarse inscritos en los Registros Militares, si no están legalmente exceptuados». La normativa legal señala que «todos los chilenos de ambos sexos, de 18 a 45 años, están obligados a cumplir el deber militar, y que este solo puede cumplirse en el Ejército, Armada o Fuerza Aérea».

      Desgraciadamente, el soldado Almendra, después de haber cumplido su servicio militar y ser licenciado, había tenido problemas con su familia, incluso separándose de su señora esposa debido al alcoholismo, agravándose esta situación con el fallecimiento de su madre. Todos estos lamentables hechos lo afectaron profundamente y el infortunio hizo presa de él, hundiéndolo día a día en la depresión y el abatimiento, convirtiéndolo en un ser indigente, llegando a vivir de la caridad humana.

      En los momentos de lucidez, se acercaba para entablar algún tema o asunto con cierta armonización. Incluso en algunas ocasiones con su mente despojada de alcohol, realizaba paso regular o de parada, seguramente recordándose de su juventud y de mi persona como su instructor en el regimiento de la zona.

      Lo que ciertamente le duraba algunos instantes, hasta que se acercaba a la botillería de la cercanía y se ahogaba en licor. De regreso y ya completamente emborrachado, le volvía a gritar para llamar su atención: «Soldado, Almendra». Él, ya con el diablo en el cuerpo, con la voz ininteligible, la mente confusa por tanto alcohol, desde lejos abroncaba, me insultaba


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