Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
en cambiar por un caballo, si pudiera? Pero la gente sostiene que Yo soy peor que un perro. No me tomarían si para ello tuvieran que desprenderse del perro, y antes me rechazarían y me negarían que quedarse sin la caseta del perro. ¿Hay algo tan insignificante para la mente que no sea considerado de más valor o más deseado que yo? Si me tuvieran en mayor estima que a las demás criaturas me amarían más que los demás. Pero no poseen nada tan insignificante que no lo amen más que a mí.
Se apenan de cualquier cosa más que de mí. Se disgustan por sus propias pérdidas y por las de sus amigos. Se apenan por una sola palabra ofensiva. Se entristecen por ofender a personas de mayor rango que ellos, pero no les importa ofenderme a Mí, el Creador de todas las cosas. ¿Quién hay que sea tan despreciado que no sea escuchado cuando pide algo o que no sea compensado cuando ha dado algo? Yo soy rematadamente indigno y despreciable a sus ojos, tanto que no me consideran merecedor de ningún bien, pese a que Yo les he dado todo lo bueno.
Madre mía, tú has saboreado más de mi sabiduría que los demás y nada más que la verdad ha salido de tus labios. Tampoco de mis labios puede salir otra cosa más que la verdad. En presencia de todos los santos Yo me exculparé a mí mismo ante el primer hombre, el que dijo que Yo tenía un cuerpo indigno. Demostraré que, de hecho, poseo el cuerpo más noble, sin deformidad ni pecado, y ese hombre caerá en el eterno reproche para que todos lo vean. Al que dijo que mis palabras eran mentira y que no sabía si Yo era o no era Dios, le demostraré que Yo verdaderamente soy Dios y él se deslizará como el barro hasta el infierno. Y al tercero, al que sostuvo que Yo era indigno, lo condenaré al castigo eterno, de manera que nunca vea mi gloria ni mi gozo”.
Entonces, le dijo a la esposa: “¡Mantente firme a mi servicio! Tú has resultado verte rodeada por un muro, como si dijéramos, del cual no puedes escapar ni excavar sus fundamentos. ¡Asume voluntariamente esta pequeña tribulación, y llegarás a experimentar el eterno descanso en mis brazos! Tú conoces la voluntad del Padre, escuchas las palabras del Hijo y conoces mi Espíritu. Obtienes deleite y consuelo en conversación con mi Madre y mis santos. Por ello ¡mantente firme! De lo contrario, llegarás a conocer esa justicia mía por la cual te verás forzada a hacer lo que, ahora amablemente, Yo te estoy alentando a que hagas.
Palabras del Señor a la esposa sobre la adhesión a la Nueva Ley; sobre cómo esa misma Ley es ahora rechazada y desestimada por el mundo; sobre cómo los malos sacerdotes no son sacerdotes de Dios sino traidores de Dios, y acerca de su maldición y condena.
Capítulo 47
Yo soy el Dios que, en un tiempo, fui llamado el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Yo soy el Dios que di la Ley a Moisés. Esta Ley era como una vestidura. Igual que una madre embarazada prepara los vestidos para su niño, así Dios preparó la Ley, que era como la ropa, sombra y señal de los tiempos venideros. Yo me vestí y me envolví a mí mismo con las vestiduras de la nueva Ley. Cuando un niño crece, sus ropas son cambiadas por otras nuevas.
De igual manera, cuando las vestiduras de la Vieja Ley estaban a punto de ser abandonadas, Yo me vestí con la nueva ropa, o sea, con la Nueva Ley, y se la di a todos lo que quisieron tenerme a mí y a mi ropaje. Esta ropa no es ni muy apretada ni difícil de llevar sino que está bien proporcionada por todas partes. No obliga a las personas a ayunar o a trabajar demasiado, ni a matarse, ni a hacer nada que esté más allá de los límites de sus posibilidades, sino que es provechosa para el alma y conducente a la moderación y castigo del cuerpo.
Porque, cuando el cuerpo se adhiere demasiado al pecado, este pecado consume al cuerpo. Dos cosas pueden hallarse en la Nueva Ley. Primera, una prudente templanza y el recto uso de todos los bienes espirituales y físicos. Segunda, una gran facilidad para mantenerse en la Ley por el hecho de que, una persona que no puede mantenerse en un estado, puede quedarse en el otro. Aquí uno puede ver que una persona que no podía vivir celibato, todavía puede vivir en un matrimonio con honor, podía levantar otra vez y seguir. Pero, ahora Mi ley esta rechazada y despreciada.
La gente dice que la Ley es demasiado estrecha, pesada y nada atractiva. La llaman estrecha porque nos obliga a contentarnos con lo que es necesario y a abandonar lo que es superfluo. Pero ellos quieren tener de todo más allá de la razón y más de lo que el cuerpo puede acarrear, como si fueran reses. Es por esto que les parece muy apretada o estricta. En segundo lugar, dicen que es pesada porque la Ley dice que uno debe ser indulgente con los deseos de placer ateniéndose a la razón y en momentos determinados. Pero ellos quieren ser indulgentes con el placer más de lo que les conviene y más allá de lo delimitado. Tercero, dicen que no es atractiva porque la Ley les ordena que amen la humildad y que atribuyan a Dios todo lo bueno. Quieren ser orgullosos y ensalzarse a sí mismos por los buenos regalos que Dios les ha dado, y es por esto que la Ley no es atractiva para ellos.
¡Mira cómo desprecian ellos las vestiduras que Yo les di! Yo terminé con las formas antiguas e introduje las nuevas para que duraran hasta el día en que Yo volviera para el Juicio, porque los viejos caminos eran demasiado difíciles. Pero ellos, afrentosamente, han descartado las ropas con las que Yo cubrí el alma, es decir, una fe ortodoxa. Encima de todo eso, añaden pecado a pecado porque también quieren traicionarme. ¿No dice David en el Salmo ‘Aquel que comió de mi pan planeó la traición contra mí’? Yo quiero que anotes dos cosas en estas palabras. Primero, él no dice “planea” sino “planeó”, como si fuera algo ya pasado.
Segundo, él apunta sólo a un hombre como el traidor. Sin embargo, Yo digo que son todos aquellos que en el presente me traicionan, no los que han sido ni los que serán, sino aquellos que aún están vivos. Digo también que no es sólo una persona sino mucha gente. Pero tú me puedes preguntar: ‘¿No hay dos tipos de pan, uno invisible y espiritual en el que viven los ángeles y los santos y otro que pertenece a la tierra, mediante el cual se alimentan los hombres? ¿Pero, si ángeles y santos no desean nada que no esté de acuerdo con tu voluntad, y los hombres no pueden hacer nada que tú no aceptes, cómo pueden traicionarte?’
En presencia de mi Corte Celestial, que sabe y ve todo en mí, respondo por tu bien, de forma que puedas comprender: Hay, de hecho, dos tipos de pan. Uno que es de los ángeles, que comen mi pan en mi Reino y están colmados de mi gloria indescriptible. Ellos no me traicionan porque no quieren nada más que lo que yo quiero. Pero aquellos que toman mi pan en el altar me traicionan. Yo soy verdaderamente ese pan. Tres cosas se pueden percibir en ese pan: la forma, el sabor y la redondez. Yo soy, de hecho, ese pan y –al igual que el pan—tengo tres cosas en mí: sabor, forma y redondez. Sabor, porque todo es insípido, insustancial y carente de sentido sin mí, lo mismo que una comida sin pan no tiene sabor y no es nutritiva. Yo también tengo la forma del pan, en cuanto que Yo soy de la tierra.
Soy de la Madre Virgen, mi Madre es la de Adán, Adán es de la tierra. También tengo redondez en cuanto que no existe principio ni fin, porque yo no tengo ni principio ni fin. Nadie puede encontrarle un fin o un principio a mi sabiduría, a mi poder o caridad. Yo estoy en todas las cosas, sobre todas las cosas y más allá de todas las cosas. Aún si alguien volara perpetuamente como una flecha, sin parar, nunca encontraría un final o un límite a mi poder y a mi fuerza. A través de esas cosas, sabor, forma y redondez, Yo soy el pan que parece y sabe a pan en el altar, pero que se transforma en mi cuerpo que fue crucificado. Igual que cualquier materia fácilmente inflamable es rápidamente consumida cuando se coloca en el fuego, y no queda nada de la forma de la madera sino que todo se convierte en fuego, así también sucede cuando se dicen estas palabras:
‘Éste es mi Cuerpo’, lo que antes era pan se convierte inmediatamente en mi cuerpo. Se hace una llama, no mediante el fuego como con la madera sino mediante mi divinidad. Por ello, aquellos que comen mi pan me traicionan ¿Qué clase de asesinato puede ser más aborrecible que cuando alguien se mata a sí mismo? ¿O qué traición podría ser peor que cuando, entre dos personas unidas por un vínculo indisoluble, como una pareja de casados, una traiciona a la otra? ¿Qué hace uno de los esposos para traicionar al otro? Él le dice a ella, a modo de engaño: ‘¡Vamos a tal y tal sitio, de forma que yo pueda hacer mi porvenir contigo!’
Ella va con él en toda la simplicidad, preparada para satisfacer cualquier deseo de su marido. Pero, cuando él encuentra la oportunidad y el lugar, arroja contra ella tres armas traicioneras. O bien emplea algo lo suficientemente