Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
y a usar aquellos cuerpos que han quedado intactos, aunque ya no haya respiro vida en ellos.
No podríamos soportar el quedarnos sin nada’. Su marido le respondió: ‘¿Qué podemos hacer? Al tener los animales veneno en sus dientes, la carne de las ovejas está infectada de veneno mortal, su piel está corrompida, la lana está amazacotada’. Su mujer agregó: ‘Si todo se ha desperdiciado y todo se ha perdido, entonces ¿de qué vamos a vivir? El marido dijo: ‘Veo que hay algunas ovejas aún vivas en tres lugares. Algunas de ellas parecen muertas y no se atreven a respirar, por temor. Otras están enterradas en barro y no pueden levantarse. Aún otras están escondidas y no se atreven a salir. ¡Ven, esposa, vamos a levantar a las ovejas que están tratando de ponerse de pie pero no pueden sin ayuda, y vamos a usarlas!
Observa, Yo, el Señor, soy el campesino. Los hombres me ven como si fuera el trasero de un burro criado en un establo, según su naturaleza y hábitos. Mi nombre es la mente de la Santa Iglesia. Ella es considerada como despreciable en la medida en que los sacramentos de la Iglesia, bautismo, crisma, unción, penitencia y matrimonio, son, de alguna forma, recibidos con irrisión y administrados a algunos con codicia. Mis palabras se tienen por fatuas, pues las palabras de mi boca, pronunciadas en parábolas, han pasado de un entendimiento espiritual a ser convertidas en entretenimiento para los sentidos. Mi casa es vista como despreciable en cuanto que las cosas de la tierra son amadas más que las del Cielo.
El primer pastor que tuve simboliza a mis amigos, o sea, a los sacerdotes que acostumbraba a tener en la Santa Iglesia (por uno quiero decir muchos). A ellos les confié mi rebaño, es decir mi venerabilísimo cuerpo, para que lo consagraran, y las almas de mis elegidos para que las gobernaran y protegieran. También les di cinco cosas buenas, más preciosas que el oro, en concreto, una captación inteligente de todos los temas enigmáticos para que distinguieran entre el bien y el mal, entre la verdad y la falsedad. Segundo, les di penetración y sabiduría de temas espirituales. Esto se ha olvidado ahora y, en su lugar, se ama el conocimiento del mundo. Tercero, les di castidad; cuarto, templanza y abstinencia en todo para un autocontrol de su cuerpo; quinto, estabilidad en los buenos hábitos, palabras y obras.
Tras este primer pastor, o sea, después de estos amigos míos que solía haber en mi Iglesia en tiempos pasados, ahora han entrado otros pastores malvados. Ellos han comprado una esposa para sí mismos a cambio del oro, o sea, a cambio de su castidad, y, por esas cinco cosas buenas, tomaron para sí el cuerpo de una mujer, es decir, la incontinencia. Por ello mi Espíritu se ha apartado de ellos. Cuando tienen total voluntad de pecar y de satisfacer a su esposa, es decir, a su lujuria, según su sentido del placer, mi Espíritu está ausente de ellos, pues no se preocupan de la pérdida del ganado mientras puedan seguir su propia voluntad. Las ovejas que fueron completamente devoradas representan a aquellos cuyas almas están en el infierno y cuyos cuerpos están enterrados en tumbas a la espera de la resurrección del eterno castigo.
Las ovejas cuyos cuerpos están intactos, pero cuyo espíritu de vida ya no está en ellos, representan a las personas que ni me aman ni me temen, no sienten devoción alguna ni les importo. Mi Espíritu está lejos de ellos, pues los dientes envenenados de las bestias han contaminado su carne. En otras palabras, sus pensamientos y espíritu, como lo simbolizan la carne y entrañas de la oveja, son para mí tan repugnantes como lo es comer carne envenenada. Su piel, es decir, su cuerpo, está desprovisto de toda bondad y caridad y no vale para servir en mi Reino. Al contrario, será enviado al fuego sempiterno del infierno después del juicio. Su lana, o sea, sus obras, son tan inútiles que no hay nada en ellos que les haga merecer mi amor y mi gracia.
Entonces, buenos cristianos –es decir, esposa mía-- ¿qué podemos hacer? Veo que aún hay ovejas vivas en tres lugares. Algunas se parecen a la oveja muerta y no se atreven a respirar por miedo. Estos son los gentiles que de buena gana adoptarían la verdadera fe si la conocieran. Sin embargo, no se atreven a respirar, o sea, no se atreven a perder la fe que ya tienen y no se atreven a aceptar la verdadera fe. El segundo grupo de ovejas es el de aquellas que están escondidas y no se atreven a salir. Estas representan a los judíos que, por decirlo de alguna manera, están como detrás de un velo. Con gusto saldrían, si tuvieran certeza de que yo nací. Se esconden tras el velo en la medida en que su esperanza de salvación está en las figuras y signos que acostumbraban a simbolizarme en la antigua Ley, pero que fueron verdaderamente realizados en mí, cuando me encarné.
Por su vana esperanza tienen miedo de salir a la verdadera fe. En tercer lugar, las ovejas que quedaron atrapadas en el barro son los cristianos en estado de pecado mortal. Por su miedo al castigo, están deseosos de levantarse de nuevo, pero no pueden debido a lo grave de sus pecados y porque les falta caridad. Por eso, esposa mía, o sea mis buenos cristianos, ¡ayudadme! Igual que la mujer y el hombre son considerados una sola carne y un solo miembro, así el cristiano es mi miembro y Yo soy de él, pues estoy en él y él está en mí. Así pues, esposa mía, mis buenos cristianos, ¡acudid conmigo a las ovejas que aún respiran un poco y vamos a levantarlas y revivirlas! ¡Sostened sus lomos mientras yo les sostengo la cabeza! Me regocija el llevarlas en mis brazos. Una vez las cargué todas sobre mi espalda, cuando ésta estaba toda herida y pegada a la cruz.
¡Oh, amigos míos! Amo tan tiernamente a estas ovejas que, si me fuese posible sufrir, por cualquiera de estas ovejas individualmente, la muerte que sufrí una vez en la cruz por todas ellas, antes que perderlas, así las redimiría. Por ello, con todo mi corazón, les ruego a mis amigos que no escatimen esfuerzos ni bienes por mí. Si Yo no escatimé reproches cuando estuve en el mundo, que no se achiquen ellos a la hora de decir la verdad sobre mí. Yo no me avergoncé de morir una muerte despreciable por ellos, sino que me mantuve ahí igual que cuando vine al mundo, desnudo ante los ojos de mis enemigos.
Fui golpeado en los dientes por sus puños; fui arrastrado por el pelo de sus dedos; fui azotado por sus azotes; fui clavado en la madera con sus herramientas, y colgado en la cruz junto a maleantes y ladrones. ¡Por tanto, amigos míos, no escatiméis esfuerzos por mí, que resistí todo esto por mi amor hacia vosotros! ¡Trabajad valientemente y ayudad a mi necesitado rebaño! Por mi naturaleza humana --que es el Padre porque el Padre está en mí-- y por mi naturaleza divina --que es mi Espíritu porque el Espíritu está en ella y porque el mismo Espíritu está en mí y en Él, siendo estos tres un solo Dios en tres Personas--, juro que acudiré a aquellos que se esfuercen en cargar mis ovejas conmigo, los ayudaré mientras caminan y les daré un precioso estipendio: Yo mismo, en su gozo sempiterno.
Palabras del Hijo a la esposa sobre tres tipos de cristianos, simbolizados por los judíos que vivían en Egipto, y sobre cómo éstas revelaciones fueron dadas a la esposa para que fueran transmitidas, publicadas y predicadas por los amigos de Dios.
Capítulo 60
El Hijo habló a la esposa, diciéndole: “Yo soy Dios de Israel, el que habló con Moisés. Cuando fue enviado a mi pueblo, Moisés pidió un signo, diciendo: ‘El pueblo no me creerá de otra manera’. Si el pueblo, al que Moisés fue enviado, pertenecía al Señor ¿por qué carecía de confianza? Has de saber que había tres tipos de personas entre los judíos. Algunos creían en Dios y en Moisés. Otros creían en Dios, pero carecían de confianza en Moisés, preguntándose si, tal vez, no estaría él diciendo y haciendo todo por propia invención y presunción. El tercer tipo eran aquellos que no creían ni en Dios ni en Moisés.
Igualmente, hay ahora tres tipos de personas entre los cristianos, como lo simbolizan los hebreos. Hay algunos que realmente creen en Dios y en mis palabras. Hay otros que creen en Dios, pero que carecen de confianza en mis palabras, porque no saben cómo distinguir entre un espíritu bueno y otro malo. Los terceros son los que no creen en mí ni en ti, esposa mía, a quien he hablado mis palabras. Pero, como dije, pese a que algunos de los hebreos carecían de confianza en Moisés, todos –sin embargo—cruzaron el Mar Rojo con él hacia el interior del desierto, donde los que no tenían confianza adoraron ídolos y provocaron el enfado de Dios, que es por lo que su fin fue una muerte miserable, aunque todo no lo hicieron sólo los que obraron de mala fe.
Por esta razón, como el espíritu humano es lento para creer, mi amigo debe transmitir mis palabras a aquellos que crean en él. Después, ellos las divulgarán a otros que no saben cómo distinguir a un espíritu bueno de otro malo. Si los oyentes le piden un signo,