Las profecías y revelaciones de santa Brígida. Santa Brígida
mi enojo. Entonces, se lamentarán en cuerpo y alma. Se lamentarán de haber venido a vivir al mundo y de haber vivido en él. Se lamentarán de que el placer que experimentaron fue muy pequeño y ahora es nulo y, sin embargo, su tortura será para siempre. Entonces se darán cuenta de lo que ahora se niegan a creer, o sea, de que mis palabras eran palabras de amor. Entonces comprenderán que Yo les advertí como un padre, pero ellos no quisieron escucharme. En verdad, si no creen en las palabras de benevolencia, tendrán que creer en las obras que están por venir.
Palabras del Señor a la esposa sobre cómo Él es abominable y despreciable nutrición en las almas de los cristianos, mientras que el mundo es deleitable y amable para ellos, y sobre la terrible sentencia que recaerá en tales personas.
Capítulo 57
El Hijo dijo a la esposa: “Los cristianos me tratan ahora de la misma forma que me trataron los judíos. Los judíos me echaron del templo y estaban enteramente resueltos a matarme, pero como aún no había llegado mi hora, escapé de sus manos. Los cristianos me tratan así ahora. Me echan de su templo, es decir, de su alma, que debería ser mi templo, y si pudieran me matarían enseguida. En sus labios, Yo soy como carne podrida y apestosa, creen que estoy mintiendo y no se preocupan de mí en absoluto. Me vuelven sus espaldas, pero Yo apartaré mi rostro de ellos, pues no hay nada más que codicia en sus bocas y sólo lujuria bestial en su carne. Sólo la soberbia les complace, sólo los placeres mundanos deleitan su vista.
Mi pasión y mi amor les resultan odiosos, y mi vida una carga. Por consiguiente, actuaré como el animal que tiene muchas cuevas: cuando los cazadores lo acosan en una cueva, escapa a otra. Haré esto, porque estoy siendo perseguido por los cristianos, con sus malas obras, y arrojado de la cueva de sus corazones. Por ello, me iré a los paganos en cuyas bocas ahora soy amargo e insípido pero llegaré a serles más dulce que la miel. Sin embargo, aún soy tan misericordioso que con gusto abriré mis brazos a quien me pida perdón y diga: ‘Señor, sé que he pecado gravemente, y libremente quiero mejorar mi vida por tu gracia. ¡Ten piedad de mí, por tu amarga pasión!’
Pero a aquellos que persistan en el mal, les llegaré como un gigante con tres cualidades: terrible, muy fuerte y muy áspero. Llegaré inspirando tanto miedo a los cristianos que no se atreverán ni a levantar el dedo meñique contra mí. También vendré con tanta fuerza que serán como mosquitos ante mí. Tercero, vendré en tal aspereza que sentirán dolor en el presente y se lamentarán sin fin”.
Palabras de la Madre a la esposa; dulce diálogo de la Madre y el Hijo y sobre cómo Cristo es amargo, muy amargo, amarguísimo para los malvados, pero dulce, muy dulce, dulcísimo para los buenos.
Capítulo 58
La Madre dijo a la esposa: “Considera, esposa nueva, la pasión de mi Hijo. Su pasión sobrepasó en amargura a la pasión de todos los santos. Igual que una madre quedaría amargamente destrozada si tuviera que presenciar cómo cortan en pedazos a su propio hijo vivo, así fui yo destrozada en la pasión de mi Hijo, cuando vi la crueldad de todo aquello”. Entonces, le dijo a su Hijo: “Bendito seas, Hijo mío, pues eres santo, como dice la canción: ‘Santo, santo, santo es el Señor, Dios del Universo’. ¡Bendito seas, pues eres dulce, muy dulce y el más dulce! Eras santo antes de la encarnación, santo en mi vientre y santo después de la encarnación. Fuiste dulce antes de la creación del mundo, más dulce que los ángeles y el más dulce para mí en tu encarnación”.
El Hijo respondió: “¡Bendita seas, Madre, sobre todos los ángeles! Igual que Yo fui el más dulce para ti, como decías ahora, también soy amargo, muy amargo, el más amargo para los malvados. Soy amargo para aquellos que dicen que Yo creé muchas cosas sin razón, que blasfeman y dicen que creé a las personas para morir y no para vivir. ¡Qué idea tan miserable y sin sentido! ¿Acaso Yo, que soy el más justo y virtuoso, creé a los ángeles sin una razón? ¿Habría Yo dotado a la naturaleza humana de tantas bondades si la hubiera creado para condenarse? ¡De ninguna manera! Yo lo hice todo bien y, por amor, a la humanidad le di todo lo bueno. Sin embargo, la humanidad convierte todo lo bueno en malo para sí.
No es que Yo haya hecho nada malo sino que son ellos quienes lo hacen, dirigiendo su voluntad a todo menos a lo que deberían de acuerdo a la ley divina. Eso es lo que es malo. Yo soy más amargo para aquellos que dicen que les di libre albedrío para pecar y no para hacer el bien, que dicen que soy injusto porque condeno a algunas personas mientras que a otras las justifico, que me culpan de su propia maldad porque aparto de ellos mi gracia. Yo soy muy amargo para aquellos que dicen que mi ley y mis mandamientos son demasiado difíciles y que nadie los puede cumplir, que dicen que mi pasión es indigna para ellos y que es por eso que no la tienen en cuenta.
Por tanto, juro sobre mi vida, como juré una vez por los profetas, que defenderé mi causa ante los ángeles y todos mis santos. Aquellos para quienes Yo soy amargo comprobarán por sí mismos que Yo creé todo racionalmente y bien, para utilidad e instrucción de la humanidad, y que ni el más pequeño de los gusanos existe sin razón. Aquellos que me encuentran más amargo comprobarán por sí mismos que Yo, sabiamente, le di al ser humano libre albedrío con respecto a lo bueno. Descubrirán también que Yo soy justo, dando el reino eterno a las buenas personas y castigando a los malvados.
No sería correcto que el demonio, a quien creé bueno pero quien cayó por su propia maldad, estuviera en compañía de los buenos. Los malvados también comprobarán que no es culpa mía que ellos sean perversos, sino suya. De hecho, si fuera posible, con gusto me sometería, por todos y cada uno de los seres humanos, al mismo castigo que acepté una vez en la cruz por todos, para restituirles su herencia prometida. Pero la humanidad está siempre oponiendo su voluntad a la mía. Les di libertad para que me sirvieran, si quisieran, y mereciesen así el premio eterno. Pero si ellos no quisieran, tendrían que compartir el castigo del demonio, por cuya maldad y sus consecuencias fue justamente creado el infierno.
Como estoy lleno de caridad, no quise que la humanidad me sirviera por miedo ni que fuese obligada a hacerlo como los animales irracionales, sino por amor a Dios, porque nadie que me sirva contra su voluntad o por temor de mi castigo podrá ver mi rostro. Aquellos para quienes soy muy amargo se darán cuenta en su conciencia de que mi ley era leve y mi yugo suave. Estarán inconsolablemente tristes de haber menospreciado mi Ley y de haber amado al mundo en su lugar, cuyo yugo es más pesado y mucho más difícil que el mío”.
Entonces, su Madre agregó: “¡Bendito seas, Hijo mío, mi Dios y Señor! Porque tú eras mi dulce delicia, ruego que los demás puedan hacerse partícipes de esta dulzura”. El hijo respondió: “¡Bendita eres tú, mi queridísima Madre! Tus palabras son dulces y llenas de amor. Por ello, buenamente acudiré a quien reciba tu dulzura en su boca y la conserve perfectamente. Pero quien la reciba y la rechace será castigado de la forma más amarga”. La Virgen respondió: “¡Bendito seas, Hijo mío, por todo tu amor!”.
Palabras de Cristo, en presencia de la esposa, conteniendo símiles en los que Cristo se compara con un labriego; los buenos sacerdotes con un buen pastor; los malos sacerdotes con un mal pastor y los buenos cristianos con una esposa. Estos símiles ayudan de muchas maneras.
Capítulo 59
Yo soy el que nunca ha pronunciado mentira alguna. El mundo me toma por un labriego cuyo mero nombre les resulta despreciable. Mis palabras se toman por fatuas y mi casa se considera un vil tugurio. Ahora bien, este labriego tenía una esposa que no quería más que lo que él quería, que poseía todo en común con su marido y lo aceptó como a su maestro, obedeciéndole en todo como a su maestro. Este campesino también tenía un montón de ovejas y contrató a un pastor para que las cuidara por cinco piezas de oro y por la provisión de sus necesidades diarias. Este era un buen pastor que hizo un buen uso del oro y del alimento, en la medida de sus necesidades.
A medida que pasó el tiempo, este pastor fue sucedido por otro pastor, uno inferior, quien empleó el oro para comprarse una esposa y darle su alimento, que descansaba con ella constantemente y no cuidaba de las pobres ovejas, que fueron acosadas y dispersadas por bestias feroces. Cuando el labriego vio su rebaño disperso, gritó diciendo: ‘Mi pastor no me es fiel. Mi rebaño se ha dispersado y algunas ovejas han sido devoradas indefensas, por bestias feroces, mientras que otras han muerto aunque sus