Guardianes de Titán. Éride. Jordi Sánchez Sitjes
ya sea averías, mal funcionamiento, etc. Sé que ningún robot atacará a un humano si no está programado para ello, pero me gusta tener la supervisión humana de todo el trabajo que afecta a mi producción. ¡Llamadme anticuado o precavido! —exclamó en tono jocoso, mientras reía.
—Teniendo en cuenta que un robot tiene veinticinco veces la fuerza de un humano, poco se podría hacer frente a ellos en caso de revuelta. Afortunadamente, solo los robots de aplicación militar están programados para la batalla —le contó Hier a Elia—. Y estos están muy controlados.
Dentro de la finca se encontraron a Daven Eivor. Estaba intentando reparar un dispositivo.
—Os presento a Daven. El hijo de mi mujer. Es muy bueno trasteando aparatos. Lo que tiene entre manos es un indicador de cultivos. Este interesante dispositivo nos pasa datos completos sobre qué es más apropiado para cultivar en cada parcela, dependiendo de la tierra y las propiedades del suelo, clima, y otras variables. Así conseguimos un cien por cien de eficacia en nuestros campos —explicó Magnus.
—Hola —dijo el muchacho.
Se fijó tanto en Hier como en Elia. Él tenía pinta de antiguo maestro, ella le pareció preciosa. Por un momento dudó si se adaptarían a las condiciones de trabajo que imperaban allí, pero su presencia no le disgustó para nada. Al contrario, le pareció interesante. Caras nuevas siempre eran bienvenidas, y más si eran como la de Elia.
—Mi otro hijo, Lucas, no se encuentra aquí ahora. Creo que está en Havenlock City. Últimamente no para mucho por aquí. Y mi mujer estará… —no supo cómo acabar la frase. ——¿Dónde está tu madre, Daven?
—Creo que anda por las habitaciones de arriba —contestó él, mientras seguía intentando montar las piezas del localizador.
—¡Neisha! —exclamó—. Baja a conocer a Erik y Elia, por favor.
—¿Podemos ver los contratos? —replicó uno de los funcionarios. Habían estado todo el rato en silencio. Casi como si no estuvieran allí.
—¡Por supuesto! —replicó Magnus. Los tengo…—. Se quedó pensativo.
—En la mesa del despacho, Magnus —le replicó Daven sin apartar la vista de lo que estaba haciendo.
—¡Eso es! Suerte tengo de ellos —dijo Magnus orgulloso, referido a su familia—. Si no mi mala cabeza me hubiera jugado unas cuantas malas pasadas. Acompañadme al despacho, entonces.
Se dirigieron a una gran sala donde los Macer tenían instalado el despacho principal para trabajar. Ordenadores e info-esferas plagaban aquella habitación que acumulaba archivos y mobiliario de oficina. Era desorden dentro del orden, pensó Hier.
Magnus se dirigió a uno de los ordenadores, y empezó a teclear. Al instante, se abrió un documento virtual que apareció frente a los funcionarios.
—El contrato —les dijo.
Ellos se lo leyeron minuciosamente. Parecía que no había ningún problema. Era el turno de Hier y Elia, que debían finalmente aceptar o no las condiciones. En caso favorable, se quedarían ya allí. Por el contrario, si no estaban de acuerdo, volverían al campo de refugiados.
—Todo en regla. Las condiciones son justas dentro de lo que marca la ley —dijo Hier, también ejerciendo de portavoz de la chica.
—Pues con la firma, se habrá acabado todo el trámite y podremos irnos —replicó el funcionario.
Primero Hier, y luego Elia, posaron su mano en el documento, que las escaneó digitalmente y quedaron registradas en el documento.
—Ya está. Necesitamos la copia para nuestro archivo, Señor Macer —le indicó el otro funcionario local.
Con un “por supuesto”, Magnus se apresuró a entregarles la copia del contrato.
—Damos fe que todo se ha cumplido como marca la ley. Procedemos a volver a Havenlock con los documentos. Cualquier incidencia no duden en comunicarla —uno de los funcionarios entregó unos chips de contacto tanto a Hier como a Elia. Con ellos podrían comunicarse directamente con el departamento de recursos sociales, encargado de procurar por los intereses de los refugiados y trabajadores con limitada movilidad.
La marcha de ambos funcionarios del gobierno, coincidió con la llegada de Neisha.
—¡Ah, mi querida esposa! —dijo con júbilo—. ¡Les presento a la encantadora Neisha! Ellos son Erik Hier, nuestro nuevo coordinador en el campo uno; y Elia Henningsen, la chica que dirigirá la casa. Como podéis ver, mi mujer está embarazada de cuatro meses. Dentro de poco no podrá hacerse cargo de todo, y la verdad es que la ayuda de Elia vendrá fenomenal.
—Encantado… —Hier le estrechó la mano delicadamente—. ¡Y felicidades!
—Lo mismo—. añadió Elia, más tímida, también ofreciendo su mano en forma de saludo.
—La verdad es que nos alegramos mucho de teneros aquí. Las referencias que nos ha dado Suzanne son inmejorables —les respondió Neisha, devolviendo el saludo a cada uno de ellos.
—Daven, ¿verdad que serás tan amable de enseñarles el resto de la granja a nuestros nuevos compañeros? —Magnus se dirigió al muchacho—. Luego Elia puede presentarse ante tu madre, y nuestro querido señor Hier quedarse en el campo asignado.
—Por supuesto —replicó Daven Eivor. Dejó a un lado la reparación del localizador, y los tres siguieron la ruta por lo que quedaba por ver de la granja.
La verdad es que no hay gran cosa por descubrir aquí. Todo es muy rutinario y monótono, me alegro que por fin haya caras nuevas —miró directamente a Elia, quien se ruborizó y por unos segundos agachó la mirada—. Magnus se lo mira mucho a la hora de coger gente nueva. De hecho, tiene más predilección por los robots.
—Bueno, siendo justos, la vida artificial produce muchos más beneficios que el trabajo humano… y en lugares donde se precisa un esfuerzo físico aun más —comentó Hier.
—Sí. Bueno. Pero eso puede traducirse más adelante en problemas. Venís del sector planetario Zoé, ¿verdad? Lamento lo que está sucediendo.
—¿Sabes lo que está ocurriendo en nuestro sector? —le interrumpió Hier. No era habitual encontrar jóvenes bien informados sobre las problemáticas que afectan a la galaxia.
—Sí, señor. Sé que los fundamentalistas religiosos que profesan el culto a RaShal llevan tiempo enfrentados al mundo científico. No puedo imaginar cómo debe de ser encontrase entre tanta gente que desprecia todo tipo de vida artificial y centenares de centros de desarrollo que disponen de una cantidad ingente de robots…
—Esos robots no solo hacen el trabajo más pesado, sino que realizan todo el trabajo. Los líderes fundamentalistas se aprovechan de eso, de la escasez laboral y de la pobreza, para confundir a la gente y favorecer sus intereses. ¿Qué estás estudiando, si puedo preguntar?
—Ciencias jurídicas. Quiero llegar a ser delegado en el magisterio, o quién sabe, incluso consejero de la galaxia.
—Y, ¿qué solución al problema actual plantearía un estudiante de ciencias jurídicas?
—Que la Unión Colonial ataque a Los Hijos de RaShal hasta reducirlos a cenizas. Esta sería mi solución —Elia interrumpió así la conversación, bastante enojada y turbada. Su rencor hacia los presuntos responsables de la muerte de su familia no había disminuido ni un ápice. Hier se quedó sin palabras. Comprendía todo lo que podía sentir aquella pobre muchacha.
—Pues no es una mala opción —replicó rápidamente Daven—. La inoperancia del propio gobierno sectorial para erradicar estos grupos terroristas debería ser contrarrestada sin ningún tipo de demora por parte de la Unión.
—La solución armada nunca es la mejor. Hay que mirar siempre hacia el pasado para comprenderlo.