Guardianes de Titán. Éride. Jordi Sánchez Sitjes

Guardianes de Titán. Éride - Jordi Sánchez Sitjes


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del hogar… —la mujer hizo una pausa en su locución—. Joder… Maldita sea, ¿realmente es necesario?

      —Lo es, Suzanne. Y sabes el porqué.

      —Por los tiempos futuros, eh —dijo ella con una sonrisa nerviosa—. Eres un buen amigo, sabes que te tengo mucho aprecio. Pero deberías dejarlo para otros, te estás haciendo mayor para estas cosas… Te piden demasiado, cuando ya has hecho tanto por todos nosotros.

      —Nunca podré dejarlo del todo, querida. Es mi forma de vida, y toda una responsabilidad que no puedo esquivar. Pero gracias por llamarme viejo de manera tan sutil.

      —¡Deberías estar en un despacho y no aquí! Un retiro dorado. Te lo has ganado, y no soy la única que piensa eso. Pero es imposible hacer cambiar de idea a alguien tan testarudo como tú. Estaré aquí, alojada en Havenlock, para darte soporte cuando llegue el momento.

      —Seguro… Gracias por todo, Suzanne —Hier volvió a abrazar a la mujer, en una despedida emotiva.

      —Un placer, viejo amigo —dijo ella. Mientras se separaban, le cogió la mano cariñosamente.

      Sus ojos brillaban, y sin decir nada, se intuía un “cuídate” en ellos.

      Al salir de la tienda Elia no pudo reprimir más su curiosidad. Aquellos gestos de cariño y proximidad, a la par que de preocupación delataban una relación especial entre ambos.

      —¿De qué la conoces?

      —Es una antigua compañera. Durante un tiempo trabajamos codo con codo, viajando por la galaxia, buscando e indagando en los rincones más remotos. Mi vanidad me llevaba a afirmar que protegíamos las constelaciones. Solo con el tiempo te das cuenta de que, a pesar de todas las buenas intenciones, siempre sirves a un propósito que no puedes controlar. Claro que, de aquella época, ya hace demasiado… Ahora me he convertido más en una rata de escritorio que otra cosa —contestó él, mientras se acariciaba el mentón con su mano. Alzó la mirada hacia el cielo como si estuviera rememorando los viejos tiempos.

      —Pero, ¿no eras historiador? ¿Un profesor?

      —¿Siempre eres tan curiosa? —replicó con otra pregunta, mientras soltaba una sonora carcajada—. Sí, en cierta manera lo soy. El saber, la historia, la cultura, son mis herramientas de trabajo desde hace muchos años… la investigación de campo… He tenido la mejor escuela de todas, y trato de enseñar todos mis conocimientos.

      Elia no había acabado satisfecha del todo con las explicaciones de Hier, estaba segura de que él le había contado que era profesor, pero decidió dejar sus preguntas ahí. Ahora mismo, había cosas más importantes en que pensar. Y deseaba abandonar ese campo de refugiados lo más pronto posible.

      —Cuando lleguemos al punto de control, sobre todo trata de hablar lo menos posible… deja que sea yo quien responda a funcionarios y agentes si hay que dar explicaciones adicionales. Cíñete al guion —Elia asintió con la cabeza—. Todo va a salir bien —quiso transmitir una cierta tranquilidad—. No hay ningún motivo por el que debas preocuparte, niña. Es una mera formalidad que superaremos sin dificultad alguna.

      A medida que llegaban al punto de control de la zona noroeste, se percibía un aumento en la seguridad. Patrullas de la milicia local y agentes de las fuerzas del orden se encontraban apostados por todo el acceso al exterior, haciendo de una misión kamikaze el intentar abandonar el campo sin autorización. Además, las torres de vigilancia que se alzaban en los laterales, habitadas las veinticuatro horas por dos soldados a cargo de un láser de repetición, eran también muy disuasorias. Por si fuera poco, Elia se percató de la presencia de uno de los augur que anteriormente había visto, era aquel más delgado y bajito. Estaba allí, charlando de forma amistosa con otros soldados, llevaba el láser enfundado mientras jugueteaba con el bastón Lituo. Su presencia seguía siendo muy imponente para ella.

      —Vamos a ir hacia aquella mesa —le dijo Hier, señalando el puesto donde había un par de funcionarios.

      Mientras esperaban su turno formando cola ordenadamente, el augur reparó en su presencia. Más que en Elia, se quedó mirando a Hier. Ella lo notó, y se sorprendió ante la reacción, no solo la del augur por mostrar un súbito interés en su compañero, sino también en la de él, pues parecía hacer lo posible por no encontrar su mirada y pasar totalmente desapercibido. No es que Hier lograra su objetivo, ya que el augur cada vez parecía más interesado en él. Se avanzaba tan lentamente, que el augur quiso aprovechar esa situación para acercarse un poco, como intentando cerciorarse de algo. En ese preciso momento sonó una alarma, y algunos soldados pasaron corriendo a pocos metros de ellos. Uno de los soldados se acercó a la mesa, y tras una pequeña conversación en voz baja, el responsable de los funcionarios paró el proceso de revisión y aprobación de salidas, y se dirigió a los allí presentes.

      —Un momento por favor. Permanezcan en la cola, en calma—. Un murmullo que contenía extrañeza y confusión se extendió entre todos los que esperaban allí.

      A lo lejos se podía divisar algo de humo, quizá un incendio, un alboroto… La sensación es que había ocurrido algo anormal, y un grupo de soldados se desplazaban hacía allí con presteza. Lo surrealista para Elia, era que, a pesar de todo, el augur seguía avanzando en dirección a ellos, mientras Hier seguía con el rictus serio, distraído, y con la cabeza agachada y vista al suelo.

      —¡Erik! —le intentó susurrar ella ante la presencia próxima del augur. No lograba entender si es que realmente no lo veía venir, o es que se hacía el despistado a propósito.

      Cuando ya se encontraba cerca, a poca distancia de Elia, uno de los soldados llegó a la altura del augur. Le hizo el protocolario saludo militar. “Señor, se requiere su presencia en la zona C-15 del campo”, creyó oír ella. Aquellas palabras parecieron tener efecto en el augur. Este les miró de nuevo, centrándose en Hier, y luego volvió a posar sus ojos en el soldado. Repitió la misma acción una segunda vez.

      —Está bien —dijo finalmente. Ambos emprendieron la marcha hacía el foco del incidente. Mientras se iban alejando, Elia los observó detenidamente. El soldado parecía informarle sobre el suceso ocurrido, mientras el augur seguía jugueteando tranquilamente con el Lituo.

      Hier no dijo nada en todo ese rato. Al cabo de unos quince o veinte minutos, que se hicieron eternos para Elia, otro soldado se acercó hasta los funcionarios de la mesa. Uno de ellos hizo gestos con la mano a todos los que esperaban en la cola. “Proseguimos. ¡Siguiente!”.

      [14] T-Láser v3 es un fusil láser de asalto diseñado por Rickler&Hoch. Es el arma reglamentaria de las fuerzas de tierra de la Unión Colonial desde 2994.

      [15] Moneda única utilizada en la galaxia. Conocida coloquialmente como la “U”, los sardes de la unión se empezaron a fabricar a partir del año 2878 como medida impulsada por el economista Jonathan Sardes para disponer de una moneda hegemónica en la galaxia que hiciera frente al Dricma de Tanneris o a la Korona de Tellus. Actualmente los sardes han sido adoptados por la mayor parte de los sectores planetarios, siendo considerada como la moneda oficial de la Unión Colonial.

      [16] Planta que crece y se cultiva en Dalmoon, sector Pax;


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