Guardianes de Titán. Éride. Jordi Sánchez Sitjes
propias para ejecutar poderes futuros. El Magisterio es casi totalmente igual al consejo en poder. Sin embargo, como en el caso de la Cámara Alta, también tiene competencias exclusivas. El Magisterio puede aprobar o rechazar a las personas designadas para puestos en el Consejo Federal. También puede ratificar tratados de distinta índole y las leyes únicamente se deben elaborar en esta cámara al ser más representativa que el Consejo.
Dan Bilson se había ganado un viaje en primera clase hacia Akron, destino a Ciudad Centinela. Allí ya había pasado tres años bien buenos de su vida, mientras trabajaba para los representantes de Valkuum. Sabía cómo moverse bien. Su primera actuación sería precisamente hablar con ellos. Encuadrado dentro del sector Ananké y siendo un exponente más de la política democrática y abierta que encabezaba Tanneris, Dan auguraba que Valkuum habría sido uno de los promulgadores de la ley para la intervención de la Unión ante los ataques terroristas perpetrados por una
organización radical con tintes religiosos. En su agenda tenía previsto verse con diversos comisionados, entre ellos los de Tanneris, Vanuat como principal afectado, Cival, y otros tradicionales aliados del linaje de Johr.
Llegó a primera hora, y se dirigió al Akron Palace, uno de los mejores hoteles de toda la ciudad. Trabajar para alguien tan importante como el consejero Johr tenía estas cosas. Ya se acabó eso de hospedarse en hoteles de dos estrellas o moteles de mala muerte. Ahora estaba “jugando en primera división”. Aun así, no tenía tiempo de relajarse ni de disfrutar de las vistas que le proporcionaba el tener una habitación con el balcón encarado a la metrópolis. Le esperaba un día muy movido en el Magisterio. Había muchas cosas que hacer y muchas personas a las que ver.
Lo primero que se encontraba anotado en su agenda era encontrarse con los dos representantes de Vanuat, los comisionados Jonas Weidmann y Arly Jones. Había quedado con ellos a las nueve y media de la mañana en uno de los centenares de despachos del Magisterio. Para los primerizos, aquello era como un laberinto. Él mismo más de una vez había pagado la novatada, y llegado tarde a una sesión de trabajo, hecho que le había costado serías reprimendas por parte de sus jefes. Al menos ahora su situación había mejorado y era el asesor principal, y no rendía cuentas más que ante el propio consejero Johr.
Cogió un deslizador espacial [11] para dirigirse al Magisterio. El fastuoso edificio estaba situado en la parte noble de la ciudad. Solo verlo era todo un placer para los ojos. La fachada ovalada y recubierta de oro brillante, reflejo de la opulencia que imperaba durante la época que fue construida, y de un talante muy modernista para el año de su creación, 2877 ET. Tanto es así, que hoy en día cuesta encontrar edificios con esa construcción y acabado. Custodiando la entrada, dos gigantescas estatuas conmemorativas del poder ejecutivo y legislativo. La primera de ellas es la representación de la Justicia, heredera de la diosa griega Diece, de la mitología terrestre contada y transmitida de generación en generación durante el éxodo y exportada por toda la galaxia en la era de la expansión. Sostiene en una de sus manos una balanza y en la otra la espada. La otra estatua corresponde a la libertad, en representación del dios Eleuterio (también asociado a Zeus), por su condición de libertador o portador de la libertad. Eleuterio era otro de los mitos importados de la tierra durante el éxodo y difundido por los exploradores [12] por toda la galaxia adoptando a veces varios nombres y modificando en cierta medida la historia o leyenda asociada a él. A la estatua se la conoce como Eleuterio Colosal.
Tras las puertas, se econtraba el salón principal Freud, nombrado así en honor del primer líder de la Unión Colonial. Dotado de la más alta tecnología, funcionarios y soldados controlan el acceso al edificio. Para acceder a las demás plantas, es necesario entrar en los tubulares [13] . A Dan Bilson se le hacía eterno el trámite de entrada al recinto. Primero debía mostrar la acreditación. Luego le esperaba un escáner de identidad, y finalmente otro ocular. Todo aquello se alargaba por más de media hora. Pero con mucha paciencia y parsimonia, acabó completando todos los requerimientos oficiales y al final subió hacía la sala Océano a la hora convenida. Allí tenía la reunión con los representantes de Vanuat.
Le esperaban dentro los dos comisionados. Jonas Weidmann, un hombre ya entrado en los sesenta, reputado y respetado parlamentario de Vanuat. Se diplomó en ingeniería, y se sacó el doctorado en robótica, pero pronto empezó a interesarse por la política. Formó parte del gobierno ciudadano de Cairn, para posteriormente pasar al parlamento del planeta. De carácter tranquilo y sosegado, sus dotes de conciliador y su habilidad en conflictos le llevaron a ser nombrado representante en el Magisterio para Vanuat. Había sido reelegido por tercera vez y era uno de los más veteranos en la cámara. Por el contrario, su compañera, Arly Jones, era la primera vez que actuaba de representante. Tenía escasamente los cuarenta años, había sido una activista política casi toda la vida. Rubia de ojos azules y curvas sinuosas, se empleaba con gran convicción en la defensa de los ideales. Por ello se había granjeado mucha simpatía en los círculos políticos donde se movía. Así, Dan se encontraba frente a dos firmes políticos, uno veterano y dialogante; y la otra idealista y decidida. Creía poder llevarlos a su terreno.
La conversación empezó fluida, tocando superficialmente temas personales, para más tarde empezar a entrar en la raíz del conflicto.
—Ha sido una sorpresa ingrata que el Consejo Federal desestimara al final una ley por la que con tanto ahínco peleamos por conseguir. Que se rechace la intervención de la Unión en el sector Zoé, es un fiel reflejo de cómo se manejan los asuntos en la galaxia—reflexionó Jonas.
—El Consejo Federal decidió que el sector Zoé estaba capacitado para resolver el conflicto sin la necesidad de enviar un contingente armado a la zona—contestó Dan.
—No puede ser más desacertado. Señor Bilson, usted sabrá que desde hace años Los Hijos de RaShal está creciendo imparablemente por todo nuestro sector colonial. Sus seguidores están presentes en la mayoría de planetas. Empezaron en las comunas, pero su influencia ya llega hasta la burguesía más acomodada. Dalian, la capital, está dominada por ellos. Pero es que su credo está muy extendido, ya no solo en el sector Zoé. Tiene presencia hasta en Tellus. Muchos intereses por la galaxia. Más que un movimiento religioso, ya se les podría considerar como una mega empresa espacial—replicó Arly con un fervor inusual, pero propio de una activista política reconocida como era ella.
—Oh, esto es una reunión informal señorita Jones. No hace falta que me dispense un tratamiento de usted—Dan esbozó una sonrisa. Arly se sonrojó un poco.
—Lo que quiero decir —prosiguió ella— es que la facción más radical de Los Hijos de RaShal campa a sus anchas por el sector Zoé, atentando y destruyendo instalaciones científicas, saboteando avances tecnológicos, con la salvaguardia de saberse protegidos por sus mil tentáculos que tienen distribuidos por la galaxia, con una impunidad realmente execrable. Nuestra fuerza como planeta que ejercemos con pasión aquí, se ve diluida al ser Dalian el representante máximo ante el Consejo Federal. Nos sentimos atados de pies y manos.
—Y ahora, además, han cruzado el límite —apuntó su compañero—. Han sesgado vidas humanas. Ya no son robots. Ya no son ciborgs. Ya han matado personas. ¿Qué hace el Consejo Federal? ¿Por qué se niega a ver eso y sigue escuchando a Dalian?
—Por lo que yo sé, han enviado a los augur como garantes… —trató de explicar Dan, pero inmediatamente fue interrumpido por Arly.
—¿Garantes de qué?
—Bueno, su misión únicamente consiste en ser observadores. Y hacen de vigilantes en el proceso de refugiados que se está llevando a cabo con el traslado de centenares de miles de personas hacia el sector Astra.
—¿Tú los has visto actuar? Porque yo no —exclamó algo indignada.
—Los augur están sometidos al poder del consejo, señor Bilson. Además…
—¿Además qué?
—Además existen ciertos rumores algo inquietantes.
—No he oído nada, creo —replicó Dan.
—Bueno, creo que los pasillos del Consejo Federal no son el lugar más apropiado para enterarte de las