Guardianes de Titán. Éride. Jordi Sánchez Sitjes
pasados.
—¿Son hospitalarios? Su gente quiero decir…
—Eso parece. O al menos no han tenido problemas en acoger a tanta gente de otro sector. Aunque los tiempos cambian, y mucho me temo que la gente también.
Elia volvió a la mirada perdida que tanto la había acompañado desde que subió al carguero y empezó el viaje.
—¿Estás preocupada?
—Un poco…
—No tienes por qué. Yo te ayudaré. No te dejaré sola ahí fuera.
Las palabras de Hier eran reconfortantes, pero ella sabía que estaba sola. Después de mucho tiempo, estaba completamente sola.
—¿Puedo preguntarte algo? —le inquirió con cierto apuro.
—Sí, por supuesto. ¡Dispara!
—¿A qué te dedicabas antes de subirte aquí?
Hier sonrió. Parecía tener ensayada la respuesta.
—Soy profesor. Historiador más concretamente. Impartía clases en la academia superior Mathis Norman en Cairn, justo al lado del centro de investigación. Una pena, tanta tragedia. Muchos de los alumnos del centro también murieron —compungió el rostro, mezcla de tristeza y dolor. En ese momento, Elia se sintió muy identificada con él—. Tras aquello decidí irme, no podía quedarme un minuto más allí. De hecho, como te comentaba antes, he estado en todos los rincones de la galaxia. Lamento irme así de Vanuat, ahora más que nunca se necesita la cultura y la enseñanza para combatir desde la integración tal barbarie. Pero no soy tan fuerte como creía.
—Yo quiero empezar una nueva vida, en un sitio diferente.
—Eres muy valiente para la edad que tienes. Comprendo lo que te empujó a subir al Andrómeda. Pero hacerlo sola y sin saber lo que te espera en Ladakh, lo tildaría incluso de temerario.
—No me importa. Solo quería huir de aquel sitio —dijo cabizbaja—, enVanuat no había futuro para mí.
—Perdona, no quería hacerte sentir mal —Hier se excusó y le pasó la mano por el hombro.
—Sí, perdonado… pero cuéntame algo de tus viajes. Lo que más te haya gustado. O impactado. Lo que sea…
Elia quería distraer su mente, y en cierta medida era lógico. Hier se había percatado de ello, así que estaba dispuesto a complacer a la muchacha.
—Pues… puedo contarte muchas cosas. Así que será mejor que tomes asiento y te pongas cómoda —dijo mientras le guiñaba un ojo—. He estado en muchos sitios interesantes. He visitado Juno, donde he contemplado la fortaleza de los augur en lo alto del monte rocoso, un verdadero espectáculo a la vista de cualquier mortal. Pero para belleza visual, las ciudades aéreas de Beled. Tendrías que haber estado en Gylgalhad [7] para saber exactamente de lo que te hablo. Sus océanos furiosos rugiendo y recordando al hombre que la naturaleza es la verdadera dueña del planeta y que nuestra especie solo está aquí de paso. ¡Es fantástico! Tienen además la flota de astronaves más importante de la galaxia, y los mejores deslizadores que puedas imaginar, ya que los aeromóviles no tienen sentido alguno allí. Y es el hogar de algunas de las leyendas más bonitas de toda la galaxia.
—¿Conoces alguna?
—Bueno, déjame pensar… —Hier se tomó algo de tiempo. Quería una buena historia con la que entretener a la chica—. ¿Conoces la leyenda de Aylú? Yo tuve conocimiento de ella cuando vivía en Rawgnar, ya hace mucho tiempo —Elia negó con la cabeza—. En los tiempos de la colonización del sector Forctis, dos clanes controlaban el planeta Rawgnar y pugnaban entre ellos. Se trata de uno de los planetas más pequeños de toda la galaxia, ¿sabías eso? Básicamente eran agricultores y terraformadores, pero en el interior todavía hoy existe una importante zona minera, que importa tyr a otros planetas. Por si no lo sabes, el tyr es un mineral que se utiliza para formar productos siderúrgicos, muy resistente, diría que es el recurso minero más resistente que hay actualmente, y se emplea básicamente en los componentes estructurales de los edificios. Pues allí vivía Aylú, una mujer de belleza colosal, y posiblemente la mejor guerrera de todos los tiempos. Era rubia de cabello largo y liso, con ojos tan azules que te congelaban al instante. Aylú era la mujer de Isbaal, uno de los comandantes más notorios del clan Yorick. Controlaban un tercio del planeta, pero aspiraban a gobernarlo. Sabedores de su poder, y de la debilidad de sus rivales, planearon atacar la capital, Algot, y hacerse con el poder. Sería un duro golpe para el clan Norell y la oportunidad que esperaban para sorprender a sus enemigos. Isbaal fue nombrado comandante para el asalto a Algot, durante la conjura de Torolf. Allí, sus primos, le cedieron el honor de encabezar el ataque, con la promesa de que desistiera de liderar el clan Yorick. Así, Isbaal partió hacia la capital, con Aylú, su mujer, como su capitana. Él no confiaba en otro guerrero que no fuera ella. Y aunque eso despertaba envidias, y se la despreciaba solo por el hecho de ser la esposa del comandante, la verdad es que Aylú era una gran guerrera capaz de ganar en combate individual a cualquiera. La toma de Algot fue todo un éxito, y Aylú tuvo un papel muy destacado. Allí se acabó de forjar su famoso dominio de la espada de fuego. Mientras tomaban Algot, los primos de Isbaal, Rolf y Ryden, atacaban la fortaleza de Signa, obligando al mismísimo líder del clan Norell a retirarse hacia los territorios periféricos. Pero, cuando la victoria del clan Yorick parecía toda una realidad, sucedió algo inesperado.
—¿Qué pasó? —preguntó Elia, mientras se le escapaba un pequeño bostezo, intentando que el sueño no se apoderara de ella, al menos hasta el final de la historia.
—Isbaal, crecido por su imponente victoria, y poseído por el ego que siempre le acompañaba, decidió romper la promesa que había realizado a sus primos, y reclamó el liderazgo del clan Yorick. El ejército de Rolf, abandonó la campaña contra el clan Norell, y se dirigió hacia Algot. Isbaal se hizo fuerte en la capital, y tenía el convencimiento de que derrotaría a su primo. Pero, en su ambición desmedida, no se percató de la traición de sus propios capitanes, que dejaron entrar a las tropas de Rolf en la ciudad. Aylú y sus hombres más leales pudieron contener las primeras escaramuzas, esperando que Isbaal pudiera retroceder y retirarse hasta un lugar seguro. Pero el comandante, embriagado por la arrogancia, parecía no darse cuenta de que la muerte le estaba acechando. Aylú logró sacarlo de la ciudad, luchando calle por calle, derrotando a los enemigos por decenas, hasta adentrarse en los bosques de Gundrum. Allí los emboscaron un grupo de soldados de élite del ejército de Rolf, y perecieron todos sus hombres, a excepción de Aylú y el propio Isbaal. El comandante ordenó a Aylú que se fuera y se pusiera a salvo, obligándole a cumplir el código de los guerreros, y dejar que él encontrara una muerte digna. Aunque le imploró quedarse con él, estaba obligada por juramento a obedecer a su comandante, así que entre lágrimas, no le quedó más remedio que irse. Una vez solo, los hombres de Rolf se echaron encima como una manada de lobos, y lo mataron. Este cortó la cabeza de Isbaal, para llevársela como regalo a su primo. Pero Aylú, en el último instante, decidió volver y vengar la muerte de su marido. Para ello, sorprendió por la retaguardia a la escolta de Rolf, y lo retó a un duelo. El cabecilla, creyéndose superior a una mujer, y no tomándose en serio el desafío, aceptó luchar a muerte. Ella sacó su legendaria espada de fuego. Tras un duro combate, todo indicaba que Rolf se alzaría con la victoria: era más fuerte y tenía más experiencia en enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Pero Aylú, en el último momento, y cuando él estaba más confiado, consiguió asestarle el golpe mortal. Rolf cayó muerto, paradójicamente, a los pies de Aylú. Ella había obtenido la victoria final. Algunos dicen que los hombres de Rolf mataron a Aylú después, y que esta no opuso resistencia con el fin de reunirse con su esposo. Otros cuentan que Aylú se marchó de allí por su propio pie, y que ninguno de los soldados de Rolf tuvo los arrestos suficientes para enfrentarse a ella, dejándola marchar. Cuentan, que continuó con su vida alejada de toda la civilización, en unión con la naturaleza, y con el recuerdo siempre presente de Isbaal. El clan Yorick finalmente derrotó al clan Norell, y Ryden se proclamó como el primer gobernante de Rawgnar. Aquellos que sostienen que Aylú sobrevivió, cuentan que se refugió en los frondosos bosques de Odryne, a los