Descubre la vacuna emocional. Christine Lebriez
tenía, sino para dar a luz a un mundo individual y colectivo mejor, más sabio y resiliente. No hay otra opción. Este momento es la oportunidad de cimentar nuestra sociedad sobre unos valores menos materialistas y superficiales, que nos permitan vivir a todos una vida más plena y valiosa. La pandemia ha abierto los ojos del mundo y miles de personas han comprendido que tienen delante la oportunidad de sacar ventaja al sufrimiento y de aprender a jugar mejor al gran juego de la vida. Este es el objetivo de la vacuna emocional.
Vencer a este coronavirus será una cuestión de medidas preventivas, competencia inmunológica y asistencia sanitaria, pero resistir el impacto psicológico y emocional de esta crisis, y ser capaces de gestionar mejor las que vengan en el futuro, requerirá sin duda de una vacuna emocional. Esperamos que las próximas páginas ayuden a nuestros lectores y lectoras a conseguir este fin. Es necesario preparase para el nuevo mundo en el que ya vivimos, pues ya nada volverá a ser como antes.
LA INCREDULIDAD, EL SHOCK Y LA ESTAMPIDA
La toma de contacto directo con la pandemia por COVID-19 está produciéndose de muy diferentes formas, y, en la mayor parte de los casos, de una manera dramática. No obstante, esta crisis está impactando con más fuerza en personas que están atrapadas por un estado de inconsciencia, viviendo en una especie de mundo virtual que al desmoronarse ocasiona un aterrizaje traumático sobre la realidad.
A continuación revisamos algunas de las reacciones individuales más llamativas y desconcertantes de la primera fase de la pandemia: la fase de impacto. También nos acercamos a cómo muchas personas están descubriendo la potente influencia del grupo social en el que viven, pues, sin darse cuenta, se han visto arrastradas por el pánico colectivo.
La realidad virtual
El ser humano vive atrapado dentro de su mente. No tenemos otra forma de acercarnos a la realidad que nos rodea sino mirando a través de ella. Pero el cerebro humano, órgano que da lugar a la mente, no está hecho para percibir fielmente la realidad, sino que construye una especie de modelo de la realidad. Aunque confiamos ciegamente en aquello que percibimos, lo cierto es que tendemos a crear una imagen de nuestro entorno que tiene mucho que ver con las creencias, las emociones, los sesgos, la historia que hemos vivido o simplemente nuestras preferencias.
La información que llega al cerebro es filtrada y modificada por las estructuras y proceso mentales, y, sin darnos cuenta, poco a poco vamos dando forma a la información sensorial que proporcionan los ojos, oídos, boca, nariz y piel. No tenemos forma de tener conexión directa con la realidad exterior, sin embargo, confundimos nuestros pensamientos, deseos, sensaciones y creencias con la realidad misma. En definitiva, no somos objetivos, pues no estamos diseñados para serlo.
Los impresionantes logros de la humanidad han llevado al ser humano a creer que tiene las cosas bajo control, pero no es cierto, solo podemos influir en algunas cosas, no en todas; en la mayoría no podemos intervenir nada.
No tenemos forma de tener conexión directa con la realidad exterior. El ser humano vive inmerso en una realidad virtual que confunde con la propia realidad.
Es inseparable de nuestra naturaleza el deseo de progreso y de control, pero esta aspiración nos confunde frecuentemente, generando un espejismo, una ilusión de control. Es como si el bienestar o la seguridad de que disfrutábamos antes de esta crisis estuviese garantizado solo por el hecho de pensar y sentir que siempre sería así. Esta es la condición humana: vivir frecuentemente atrapados por la mente en un escenario de control ficticio, caracterizado por la falta de reflexión y la influencia emocional. Sin embargo, este estado no suele ser duradero, siempre está expuesto al impacto de los hechos, y en la actualidad está siendo truncado por la COVID-19.
Nadie escarmienta en cabeza ajena
Nunca este refrán fue más cierto. Desde que comenzara el brote de COVID-19 en Wuhan, provincia de Hubei, en China hemos presenciado su imparable expansión hacia occidente. Pero, metidos en nuestra realidad virtual, teníamos sensación de control, y tuvimos que esperar a tener el problema delante de nuestros ojos, invadiendo nuestras casas y nuestros hospitales, para salir de nuestro engaño.
El caso de Mauricio
El sentimiento de culpa por infectar a los cercanos
Mauricio (35 años) es comercial del sector textil y en febrero estuvo en una feria en Milán. Sus padres y su mujer le pidieron que no fuese, pero no se planteó que se pudiese contagiar. Era joven, fuerte y deportista, había dejado de fumar hacia cuatro años y no tenía problemas de salud previos. Después de estar tres días en Milán, volvió a España. Mauricio se puso en contacto con nosotras a finales de marzo y nos cuenta su situación:
No sé si me lo voy a poder perdonar algún día. Fui a celebrar el cumpleaños de mi suegro al venir de Milán, y estoy seguro de que le contagié. Diez días después de mi regreso le ingresaron y ahora está muerto. Mi mujer está rota del dolor. Ella no me culpa, pero yo sí. Solo pensé en mí, no se me pasó por la cabeza contagiar a nadie; sí escuchaba de la necesidad de mantener distancia con las personas mayores, pero me pareció una exageración. Siempre decía que yo era de experimentar, no de observar. Ojalá pudiese devolverme en el tiempo.
Mauricio está afectado por la culpa, se siente responsable de la muerte de su suegro. Ha sido una víctima de la ilusión de control, y el aprendizaje le está saliendo caro. Mauricio no creía que pudiese pasar nada y confundió esa creencia, ese deseo, con la realidad. Ahora se plantea que deberá aprender a ser más crítico consigo mismo, no tener tanta confianza en sus opiniones y escuchar más.
El caso de Mauricio es frecuente. En todas las personas el aprendizaje se produce a través de la combinación de tres mecanismos: viendo lo que los demás hacen (aprendizaje por modelos), escuchando cómo hay que hacer las cosas (aprendizaje por instrucciones) y por las consecuencias directas que producen nuestros actos (aprendizaje por consecuencias). La combinación de estas tres formas de aprendizaje es necesaria para conseguir los mejores resultados en la vida.
Mauricio es una persona que a lo largo de su historia ha observado y escuchado poco. No lo ha elegido conscientemente, simplemente se ha producido así. Es algo complejo cómo las personas llegamos a ser de la manera que somos. Pero ahora sí es consciente de lo que ha ocurrido y el porqué. Con este cambio no conseguirá evitar todos los problemas, pero sí podrá anticipar y preparase un poco mejor para enfrentarlos y así vacunarse emocionalmente contra ellos.
Consejos para Mauricio:
• Escuchar y observar lo que otras personas opinan y hacen para enfrentar un problema es muy útil para aprender a gestionar mejores situaciones similares y prevenir consecuencias indeseadas.
• Tu punto de vista y tus creencias no son la realidad. Intenta siempre conseguir información de otras personas que ven la situación desde otras perspectivas y analízala. Una visión 360° siempre es un poco más objetiva.
• Piensa antes de actuar. Aprender de las consecuencias de nuestros actos da lugar a un aprendizaje muy sólido (no se suele olvidar lo que se ha experimentado), pero a veces no hay una segunda oportunidad para practicar lo aprendido. Este es el caso de la COVID-19: muchas personas han muerto o morirán sin tener una segunda oportunidad.
En estado de shock
Cuando ocurre algo inesperado, que lo trastoca todo y pone nuestro mundo del revés, la respuesta normal es sentirse vulnerable y que aparezcan reacciones muy diversas, molestas, impactantes y desconocidas. Estas reacciones asustan y hacen pensar que algo está funcionando mal dentro de nosotros. No poder controlar nuestro pensamiento, estar constantemente preocupados, no poder concentrarnos, sentirnos extraños con nosotros mismos o con lo que nos rodea, tener ataques de pánico, ansiedad permanente, insomnio, pesadillas, desconfiar de todos y todo… son algunas de las respuestas