Descubre la vacuna emocional. Christine Lebriez

Descubre la vacuna emocional - Christine Lebriez


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estas circunstancias, como individuos, caemos presos de nuestro razonamiento emocional (una de las principales trampas de la mente humana: «las cosas son como las siento», no hay más análisis) y, como grupo, perdemos nuestra racionalidad y autoconciencia individual para sucumbir y dejarnos arrastrar por la irracionalidad del comportamiento colectivo.

      Una persona bajo la influencia de un grupo puede tener un comportamiento totalmente diferente al que tendría si no estuviese en contacto con dicho grupo. Muchas personas reflexivas, y no especialmente ansiosas, han acaparado víveres y productos de todo tipo simplemente porque otros lo hacían, han comprado productos que no solían comprar simplemente al ver que otros lo hacían, han decidido arriesgarse a cambiar de residencia solo porque otros lo estaban haciendo, han empezado a preocuparse y a sentir ansiedad solo porque veían a otros nerviosos y descontrolados. Incluso siendo capaces de reconocer que probablemente este comportamiento no tenía sentido, han seguido el comportamiento del grupo.

      Por absurdo que parezca, el pensamiento individual se ve secuestrado con bastante frecuencia por el pensamiento o el comportamiento del grupo, tal y como ocurría en el famoso cuento El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen. Las conductas de acaparamiento masivo de alimentos, de medicinas y mascarillas, el uso de servicios médicos inapropiados o la salida masiva de las ciudades, por nombrar algunos comportamientos sociales propios de esta pandemia, muestran nuestra vulnerabilidad al conformismo social y el pensamiento poco racional que caracteriza al ser humano. Si bien es verdad que un individuo puede pensar, el grupo no piensa, y es importante saber que la presión de grupo puede atrapar nuestra voluntad individual. Voluntad que todavía será más vulnerable al secuestro del grupo si el miedo que se siente es muy intenso.

      Esta forma de actuación sigue un patrón de conducta universal y nada novedoso para las ciencias del comportamiento como la psicología social o la sociología. Aunque nos sorprenda, es el diseño de nuestra especie. Como seres sociales, estamos programados para poder ceder a la presión de una mayoría. Cuando la situación resulta confusa, compleja, novedosa o sin guías claras de actuación, aparece en la persona una tendencia excesiva a aceptar el comportamiento del grupo debido a que su criterio personal no es considerado competente, bien porque no está seguro de lo apropiado de su opinión o bien porque no pueda pensar debido al shock que experimenta. Se trata de una cuestión de economía, es decir, de minimización de riesgos en la toma de decisiones en situaciones de poca claridad o excesivo peligro, que por supuesto ha resultado muy adaptativa para nuestra especie a lo largo de su evolución.

      No hay duda acerca de que la crisis de la COVID-19 es una situación de poca claridad y de gran peligro, tanto por lo poco que aún se sabe del virus como por la volatilidad de la información sobre las medidas preventivas y los tratamientos médicos o por la peligrosidad que realmente está mostrando el virus. Sin embargo, aun cuando la cesión de nuestro criterio a favor del grupo haya tenido y aún pueda tener un valor adaptativo, en el momento actual ceder a la presión de grupo puede considerarse más una tendencia de riesgo que una actitud ventajosa.

      El caso de Antonio

      Crisis de pareja ante el confinamiento

      Antonio, de 65 años, está recién jubilado y vive en la ciudad de Madrid. Al día siguiente de la declaración del estado de alarma viajó hasta su apartamento en la costa. Convenció a su mujer de que debían hacerlo después de estar viendo por televisión las colas en las principales vías de salida de la capital. Antonio se puso en contacto con nosotras en los primeros días de la nueva fase, pues estaba teniendo muchos conflictos con su mujer, sentía ansiedad y no era capaz de pensar con claridad. Su relato fue el siguiente:

      La verdad es que no sé qué me ocurrió, yo estaba un poco preocupado por el coronavirus, aunque no excesivamente. Aquel viernes me pasé la mañana y la tarde viendo las noticias en distintas cadenas, veía la cantidad de gente que quería salir de Madrid y reconozco que me asusté. A primera hora de la tarde fui con mi mujer al supermercado y me impactó ver los carros de la gente a rebosar y las estanterías vacías. Era un caos. Me puse muy nervioso y empecé a pensar en que debíamos irnos de Madrid. Tuve una discusión con mi mujer; me dijo que me estaba volviendo loco. Me dio igual, seguí insistiendo y logré convencerla. Pensaba que serían dos o tres semanas y que estaríamos mejor aquí, pero realmente no reflexioné sobre si realmente nos convenía. Claramente me equivoqué. Ella está enfadada continuamente. Desde que me jubilé hace cinco meses la relación no es buena, pero ahora es inaguantable. No me encuentro bien, estoy nervioso continuamente y no puedo dormir. Mis hijos también me dicen que me equivoqué. No lo pensé. Me dejé llevar por lo que hacían los demás.

      El caso de Antonio es el caso de muchas personas que estuvieron atrapadas en lugares donde la situación de confinamiento resultó aún más difícil de manejar. Salieron corriendo de las grandes ciudades pensando que huir rápidamente sería la mejor opción para evitar el contagio. Pero no pensaron reflexivamente en las ventajas e inconvenientes de sus decisiones. Más bien se dejaron llevar por la influencia del comportamiento de un grupo que parecía mayoritario, pero no lo era.

      Antonio entendió y aceptó que no podía revertir la decisión que tomó, y que era inútil seguir dando vueltas al pasado. Pensar en el pasado solo le llevaba a empeorar su ansiedad y los problemas con su esposa. La mejor opción en aquellos momentos era prestar atención al presente y explorar qué podía hacer para mejorar la relación con su mujer en los días que les quedaban de confinamiento. Además, no tenía sentido seguir culpándose por haber tomado la decisión de irse de su ciudad, pues él no sabía que las personas somos muy vulnerables a la influencia del grupo. Si en vez de dedicar tanto tiempo a lamentarse por la decisión tomada, hubiera empezado a dedicar ese tiempo y esfuerzo a intentar mejorar, habría sido difícil no conseguir algún resultado positivo, y, de hecho, lo consiguió.

      Antonio entiende ahora que para el futuro debe imponerse un análisis más sereno y racional de los pros y los contras de cualquier decisión que vaya a tomar, sobre todo cuando hay muchas personas que están apostando por una opción. Es importante tener en consideración lo que hagan los demás, pues es una fuente de información, pero siendo crítico y metódico en el análisis de la conducta de los demás.

      El protagonista de este caso se ha quejado repetidamente de la irresponsabilidad de los medios de comunicación y de las autoridades públicas por no impedir la llegada de ciertas noticias e imágenes que puedan generar pánico colectivo, y realmente podemos culpar por no controlar la información que llega a la población y podemos pedir una gestión más responsable. Todos estamos de acuerdo en esto. Sin embargo, resulta más ventajoso no depender de la gestión de otros para prevenir impactos semejantes en el futuro. Independientemente de lo que los medios de comunicación o las autoridades puedan hacer, está en nuestra mano elaborar una vacuna emocional que nos inocule sensatez contra el comportamiento caótico e irreflexivo del grupo. Eso es lo que está haciendo ahora Antonio y lo que pretende este libro.

      Consejos para Antonio:

      • En una situación de confusión somos más vulnerables a la influencia de los demás. Reflexiona con serenidad sobre si lo que está haciendo el grupo tiene sentido para ti. Pregúntate:

      o ¿Es lógico lo que plantean o hacen?

      o ¿He evaluado los pros y los contras de lo que hace el grupo?

      o ¿Realmente es la mejor opción para mí?

      o Las personas que me dicen que no están de acuerdo conmigo ¿podrían tener razones que debo tener en cuenta?

      • Si estás muy nervioso, no te plantees ninguna reflexión. Espera a estar un poco más tranquilo para plantearte las preguntas anteriores.

      • Utiliza alguna estrategia de relajación sencilla para reducir tus nervios y así pensar con más claridad.

      • Ten conciencia de los límites que tiene la mente humana. Aunque seas una persona inteligente, también puedes ser influido, sin darte cuenta, por el comportamiento y las opiniones de un grupo.

      • Intenta no pensar demasiado y distraerte. Cuando no nos sentimos bien, no estamos en las


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