El don de la ubicuidad. Gabriel Muro

El don de la ubicuidad - Gabriel Muro


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      I.

      Los cuatro biotipos

      En 1930 se desplomaron los precios internacionales de las exportaciones argentinas. La política pendular de Yrigoyen, a veces represiva y a veces obrerista, se volvía intolerable para la burguesía en su conjunto, que pretendía desligarse de todo compromiso con los trabajadores, compromisos que representaban un gasto excedentario intolerable ante el avance de la crisis. El “pronunciamiento” de 1930 sería la primera cifra de una serie que tenía como fin reajustar la política argentina contra la ampliación del espacio democrático. La serie continuaría en 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976.112 Al ser derrocado, Hipólito Yrigoyen fue llevado preso a Martín García, isla que durante la conquista del desierto había servido como campo de concentración de indígenas y luego reconvertida en cárcel de presidentes depuestos.

      El nacionalismo integral que despuntaba en la década del treinta hundía sus raíces en algunos movimientos de corte nacional-católico que, desde principios de siglo, se ofrecían como alternativa tanto al liberalismo positivista como al nacionalismo popular. La crisis del 29 había dejado expuesta la extrema fragilidad del modelo agroexportador, así como su enorme dependencia de los países industrializados. Para nacionalistas integrales como Lugones, Manuel Gálvez, Carlos Ibarguren o los hermanos Irazusta, la solución a la crisis argentina debía buscarse en el modelo nazi-fascista, es decir, en el desarrollo combinado de productivismo industrial orientado al mercado interno y cierto piso básico de justicia social, proceso liderado por un gobierno militarizado, organicista y autoritario. En el periódico Combate, principal órgano propagandístico de la Legión Cívica Argentina, se dejaba testimonio de la fórmula del Estado corporativo: “todo para el estado, nada fuera del estado y nadie contra el estado”.113 Sobre todo, esa totalidad estatal debía incorporar la actividad económica: “el estado moderno, debe crear trabajo, debe distribuir la producción y ser guardián de la salud física del obrero”,114 programa ensayado especialmente por el médico higienista y gobernador filo-fascista de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco.

      Desde la década del veinte se asiste a un desplazamiento en el concepto de higiene.115 Asomaba una estrategia asistencial activa que buscaba anticipar y prevenir los peligros pestíferos ya no solo por medio de la higiene urbanística, sino a través de grandes campañas de salud pública. Se dirigía a las clases populares, consideradas en riesgo por su mayor exposición al contagio de enfermedades, especialmente la sífilis, la tuberculosis y el alcoholismo. El nuevo discurso higiénico adquiría un tono marcadamente moralizante y eugenista. Pero es preciso distinguir dos tipos de estrategias eugenésicas: la anglosajona o negativa, y la latina o positiva. Por la influencia de la Iglesia católica, entre los países latinos primó un rechazo, en nombre de la indisponibilidad del cuerpo de los fieles, a toda intervención directa sobre la vida, incentivando la reproducción de “los mejores” en detrimento de “los peores” mediante técnicas coercitivas y campañas morales.116 La eugenesia anglosajona, en cambio, ha mostrado muchos menos reparos en exterminar o esterilizar a aquellos considerados no aptos para la supervivencia de la especie. No fue solo el caso del nazismo. En 1907 se produjo una esterilización masiva de enfermos mentales, criminales y vagabundos en el estado de Indiana, Estados Unidos.

      Durante la década del treinta, el reforzamiento de la “aduana biológica” cedió su lugar a la preocupación por las enfermedades que afectaban al acervo cualitativo de la población. Aunque la preocupación por la entrada al país de inmigrantes étnicamente indeseables seguía activa, ya no era la criminología la principal disciplina encargada de proteger contra la proliferación de elementos “disgénicos”, sino la medicina social que, con su acción, buscaba expandirse a través de todos los resquicios de la sociedad, atendiendo, sobre todo, al peligro de las enfermedades venéreas.

      Pocos meses después del golpe de 1930, llegó de visita al país un médico endocrinólogo italiano llamado Nicola Pende, invitado por la cátedra de Clínica Médica de la Universidad de Buenos Aires. Este discípulo de Lombroso había desarrollado una teoría criminológica según la cual era posible rastrear tendencias a la criminalidad depositadas en el sistema endócrino. Para Pende, el delito era algo innato, una secreción hormonal, un destino biológico que podía ser detectado y categorizado a través de la confección de lo que llamaba “biotipos”. Había creado una ciencia, la biotipología, y una disciplina derivada, la ortogénesis, destinada a corregir a los delincuentes. También había fundado una serie de instituciones médico-fascistas: el Instituto Biotipologico Ortogénetico de Génova y el Instituto de Bonificación Humana y Ortogénesis (la palabra bonifica, en italiano, significa saneamiento), destinadas a planificar la selección artificial de la población.

      Pende definía a la biotipología como “ciencia de los biotipos humanos somáticos y psíquicos”.117 Cuatro siglos después de Vesalio, otro médico proponía pensar al cuerpo humano como una fábrica, esta vez de caracteres y personalidades, a los que Pende clasificaba en cuatro biotipos fundamentales. De este modo, la constitución psíquica y corporal de los individuos vendría dada menos por la influencia del medio ambiente que por la herencia génica. Por eso, los criminales y anormales podían ser pensados menos como productos histórico-sociales que como anomalías hormonales manifiestas en determinados rasgos físicos, a la manera de Lombroso, pero también de toda una tradición fisiognómica de larga data.

      Dos médicos argentinos, Arturo Rossi y Octavio López, viajaron a Italia financiados por Uriburu para entrar en conocimiento de las instituciones creadas por Nicola Pende e importar sus técnicas y principios. En 1932 se crea la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, una entidad privada subvencionada por el Estado, así como la revista Anales de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, cuyo lema era: “Por la superación de la vida humana”. En 1933 se creó la primera Escuela Politécnica Biotipológica. El mismo año, la entidad organizó el primer Congreso de Sociología y Medicina del Trabajo.

      La biotipología se presentaba como una ciencia inmunológica capaz de sanear a la sociedad de toda clase de peligros, como la inmigración malsana, los adolescentes problemáticos, el comunismo, la vida sexual disoluta y la insatisfacción de los obreros, previniendo la decadencia nacional. Mostraba un especial interés por la auscultación de las familias, las fábricas, las escuelas, los hospitales y los cuarteles, mediante el sondeo permanente de sus miembros. Para ello, combinaba exámenes clínicos, pruebas antropométricas y tests psicológicos. En un artículo de la revista Anales de Biotipología, titulado Conceptos e ideales eugénicos, se lee:

      “Comprende pues la Eugenesia toda una nueva y científica legislación social: el examen médico prenupcial; el seguro contra las enfermedades; la institución del peculio de la educación; la protección médico social ampliada a la maternidad; la dignificación y protección a la madre soltera; la selección social; el registro individual y genealógico de la familia; el problema eugénico de la emigración; la lucha contra las enfermedades venéreas y mentales; la estadística de los tarados; señala el valor económico de la salud y encausa la educación para formar la conciencia higiénica del pueblo y la elevación intelectual y moral de la sociedad”.118

      En 1933, la Dirección General de Escuelas lanzó dos pruebas piloto: en la número 66 de La Plata y en la 1 de San Isidro, donde los profesores debían colaborar con los médicos biotipólogos en el fichaje biológico de cada alumno. Entre los ítems a evaluar se encontraban su filiación, su estatus social, si eran hijos legítimos o ilegítimos, su religión y su desempeño psico-motor,119 todo lo cual tenía como objetivo separar la paja del trigo, seleccionar a los más aptos y apartar a los más débiles, determinando de antemano las aptitudes de los alumnos para entrar a la universidad o si debían ser asignados a oficios poco calificados. Así se conseguiría un reparto equilibrado de las fuerzas y las debilidades.

      En cuanto a la medicina del trabajo, la biotipología, influida por el taylorismo norteamericano, se proponía gestionar científicamente la fisiología de los obreros para ajustarlos, con el mayor provecho posible, a las necesidades de rendimiento del capital. Los tests psicotécnicos y las mediciones biológicas tenían como fin asignar a cada cuerpo el lugar que le correspondía dentro de la estructura orgánica de la sociedad, evitando el crecimiento de una “masa amorfa


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