Rodolfo Walsh en Cuba. Enrique Arrosagaray

Rodolfo Walsh en Cuba - Enrique Arrosagaray


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Ediciones Homo Sapiens, 2003. Nuestro entrevistado Carlos Barés fue uno de los inquilinos du­rante algunos meses.

      15 La revista se llamaba “Zona de la poesía Americana” y el poeta peruano era Javier Heraud.

      16 En alguna de las charlas con Poupée Blanchard, nos contó que Walsh se enojaba mu­cho cuando ella “tomaba el micrófono” de una reunión. Lo mencionamos más adelante.

      17 Rogelio García Lupo nos dice lo siguiente sobre este matutino: “El diario El Nacional fue editado para acompañar la presidencia de Arturo Frondizi. Marcos Merchensky era el director político del diario. Yo participé de ese grupo hasta que me fui a Cuba. Entré en Qué a fines del 56. Me había ido de Noticias Gráficas. Hicimos la campaña para la elección del 57 y para la elección del 58. Fue una experiencia interesante. Desde esa mini-redacción de la revista Qué derivó el diario El Nacional, que estaba en la esquina de Córdoba y Montevideo. El editor responsable era Emilio Perina, es decir, Moisés Constantinovsky. Pero todo esto con Rodolfo, nada que ver”.

      18 Monthly Review, año II, número 15, de Noviembre de 1964. El artículo, muy inte­resante, se llama “Cuba entre la coexistencia y la revolución”, su autor es Adolfo Gilly y había sido publicado anteriormente en la revista Partisans, en París y en el semana­rio Marcha, en Montevideo. Lo citamos nada más que a modo de ejemplo y porque así como nosotros desconocíamos esa alianza y conocerla nos ayuda a entender una pulga­da más el proceso político cubano, es posible que a muchos lectores les pase lo mismo.

      CAPÍTULO 2

      LA MIRADA DE JUAN FRESÁN

      Juan Fresán es un destacado intelectual argentino. Debido a su gran cercanía con Walsh durante los finales de la década del ‘50 y principios de la década del `60, pero sobre todo debido a su muy original y más que discutible visión de su amigo, decidimos que el lector tenga sin interrupciones -salvo dos párrafos de Brascó y de Mazzaferro-, sus recuerdos, sus descripciones y opiniones so­bre aquella relación y sobre ese período tan singular y creativo.

      Fresán: … Flaco, mirá! Yo hablo libremente! Tirá a la basura lo que se te antoje, porque nuestra amistad dura dos décadas. Así prologa Juan Fresán su aporte a este trabajo. Amenaza con que su relación con Walsh es tan abundante que excede cualquier pa­pel. Será cierto. Su departamento casi sobre Plaza San Martín, pleno centro de Buenos Aires, es el que excede la mirada del más curioso porque jamás podrá dejar de encontrar sorpresas. Su ca­pacidad de artista y publicista está impregnada en cientos de de­talles que enlodan paredes, techo y hasta el piso.

      Fresán: Yo era muy muy amigo de las dos mujeres que Rodolfo tuvo antes de la viuda. Tanto de Poupée como de Pirí. Yo llego con 18 años y lo conozco primero con Poupée, cuando hacíamos un cenáculo cuando él aún no estaba politizado. Nací en el 37 y mi amistad dura hasta que en el 74 me allanan la casa, al pedo. Yo tenía una casa de once habitaciones, venía Rodolfo, había estado antes Paco Urondo…, yo siempre fui un ateo, pero no sólo religio­so. Ateo religioso, filosófico, político, superateo de Montoneros y ERP. Nunca fui a un acto político. No, no. Para mí este mun­do está mal hecho y ojalá no haya dios, porque si hay dios, como creativo es un chanta, un mediocre que hizo un planeta de mier­da, que era en lo único en que coincidíamos con Rodolfo. Nada más que él pensaba que se podía cambiar y yo no. La última vez que lo vi fue en el 74.

      Así resume Fresán una década y media de relación con Walsh. Con esta velocidad y con una actitud lapidaria que deja poco es­pacio para polemizar.

      Yo no quiero polemizar sino que me cuente.

      Fresán: Nos conocimos mezclados en lo de Pirí, con Carlos Peralta, que escribía con el seudónimo de Carlos del Peral; en donde más lo veía era en lo de Poupée, porque era su mujer. O en lo de Pirí, en esas infinitas reuniones tipo Mariquita Sánchez de Thompson o La Cigarra, de Chéjov, a donde iba Frondizi, Ariel Ramírez, Miguel Brascó, qué sé yo…

      Obviamente enseguida sintonizamos con Rodolfo. Los dos so­mos de Río Negro; su viejo trabajó en una estancia, mi viejo traba­jó en una estancia; mi viejo, español, su viejo, inglés. Todas estas cosas por un lado nos casa y por otro es lo que nos divorcia por­que no tienen nada que ver un vasco y un inglés. Nuestra relación fue muy coherente con nuestros genes. Una mezcla de te quiero y te detesto. En lo único que teníamos que ver era en lo intelectual. Él era culto, frío, cerebral; yo soy apasionado, un loco de mierda. Se creó una amistad mezclada con dos mujeres a las que yo veía cinco veces por semana, sino siete.

      ¿Cómo eran aquellas reuniones?

      Fresán: …divertidísimas. Todos los viernes se hacían esos cená­culos en lo de Poupée. Había una clave, tiraban una canastita con una llave; nosotros nos vestíamos con ropa de época y nos ponía­mos en la vidriera. Vos veías a un tipo que pasaba a las tres de la mañana por la vereda y veía que el maniquí movía un dedo. Podía ser Rodolfo, Brascó o yo; iban personajes curiosísimos. Música, pintores, supongo que sería como las peñas literarias de Boedo. Los anfitriones eran Poupée y Rodolfo, que entró a ese microclima de Poupée. Rodolfo se puso a aprender chino para saber qué eran algunas de las cosas que tenía Poupée en su negocio. Siempre fue un exagerado de la erudición; eso fue lo que me atrajo de Rodolfo. Empieza a deteriorarse cuando cambia de Poupée a Pirí.

      Según Poupée, no fue chino lo que Walsh comenzó a estudiar sino japonés. La intención fue tratar de traducir unas leyendas es­critas junto a unas estampas niponas que hoy adornan su depar­tamento de la calle Viamonte.

      ¿Cómo era Poupée?

      Fresán: Poupée es de las mujeres más inteligentes que he co­nocido en mi vida.

      ¿Y Pirí como era?

      Fresán: Igual. Nada más que Poupée pecaba de cuerda; era la que a todos siempre le tenía una interpretación psicoanalítica que hacerle. Pirí pecaba de loca. Yo a posteriori de Rodolfo, tuve una relación con Pirí. Salíamos disfrazados, nos poníamos en la cornisa del piso 23 de El Hogar Obrero! Pirí se maquillaba con témpera, se hacía mierda la cara y no por falta de guita. Eran las mejores amigas entre ellas. Curiosamente, Rodolfo salió con las dos. Yo estuve con una y con otra a la vez -quiere decir que man­tuvo su relación con Walsh mientras éste fue esposo de una y de otra-. Porque ahí no hubo divorcio de los amigos. Se separaron por una cuestión de higiene y para escaparle a la promiscuidad, que era una de las definiciones de esa época. ¡Toda esa mierda france­sa! Nos gustaba pero viéndolo a la distancia, demuestra una en­fermedad mental total.

      Pero en ese momento disfrutaba esa mierda francesa…

      Fresán: ¡Ah, sí! ¡La pasaba fenómeno! Por ahí desfilaban los Cortázar, los García Márquez, Ariel Ramírez, Miguel Brascó, David Viñas. Carlos del Peral que fue el primer marido de Pirí y que fue el primer amigo que yo tuve. Rogelio García Lupo tam­bién iba. Y Rodolfo Khun.

      ¿Qué imagen le quedó de Rodolfo en esos encuentros?

      Fresán: Mirá, hay un cuento de Borges, “La muerte y la brú­jula”, si no lo leíste leélo porque para mí Walsh es el detective de ese cuento -Erik Lönnrot es el detective protagonista del cuento, escrito en 1942-. Para mí es el mejor cuento de la literatura poli­cial mundial porque no te estafa, porque al lector le da todos los datos y vos no te avivás. Te digo esto porque para mí, así vivió Rodolfo toda su vida política y así murió. Es más, creo que como escritor policial me pareció fantástico, pero cuando se mete con Operación Masacre empieza a cambiar.

      Fresán respira doble y toma carrera porque sabe que se está me­tiendo en una arena que lo puede tragar. Tiene que explicar qué empieza a cambiar en la vida o en la visión de Walsh, obviamente según él, hacia una dirección muy equivocada.

      Fresán:


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